"Verdad Fria" - читать интересную книгу автора (Stewart Mariah)

6

Cass dejó su bolsa en el mostrador de la cocina y se dejó caer en una silla, agradecida de estar en casa después de casi trabajar las veinticuatro horas los últimos tres días. Sin Spencer, una vez más era el único detective del departamento, lo que, en circunstancias normales, la mantendría en movimiento desde el amanecer hasta el anochecer. Mete un asesino en serie en la mezcla, y las horas de sueño cada noche disminuyen en proporción al número de cuerpos encontrados.

Y justo esa mañana, había habido otro cuerpo.

Cass había sentido una punzada de culpabilidad cuando se dio cuenta que su primera respuesta había sido de alivio al saber que el cuerpo había sido encontrado en las cercanías de Dewey. Una vez que había terminado de recorrer la escena del crimen con el jefe de policía de Dewey, a petición suya y con la bendición de Denver, su jefe la había enviado a casa con instrucciones de lograr dormir algo. Pero se había encontrado con Tasha en el camino hacia su automóvil. La técnica de escena del crimen del condado había hecho de todo, hasta suplicar a Cass que fotografiara la escena para ella ya que Dewey no tenía a nadie que pudiera sacar un tiro decente. Por lo tanto, Cass se quedó, y se quedó, diciéndose a sí misma que podría dormir más tarde.

Bueno, precisamente ahora, podría dormirse ahí, de pie en la cocina. O podía arrastrar sus cansados huesos a la sala de estar y sólo tirarse en el sofá. Sí, eso sonaba aún mejor…

Acababa de estirarse y cerrar los ojos cuando un pensamiento saltó en su cerebro.

Era jueves.

Mierda. Jueves.

Con un gemido, que obligó a sentarse, entró en el cuarto de baño, y se salpicó agua fría en su rostro. Luego voló rápido por la habitación, donde se cambió por pantalones cortos de deporte y una vieja camiseta y se puso sus zapatillas. Cogiendo una cinta de un cajón, la envolvió alrededor de su muñeca y recogió su bolso de gimnasia. Volvió a la cocina, donde tomó dos botellas de agua de manantial de la alacena y las echó en la bolsa que había dejado caer por la puerta de atrás. Ya tarde, salió rápidamente y se subió a su coche.

Cuatro minutos más tarde, estacionó y salió. Era el anochecer, y las luces en los postes que rodeaban la pequeña cancha acaban de encenderse. Al otro lado del asfalto ella podía oír distintivo tap-tap-tap de una pelota driblar. Cuando Cass cruzó trotando la cancha, esa pelota se apresuró hacia ella, lanzada por un jugador solitario, una chica alta cuyos shorts blancos contrastaban agudamente con sus largas piernas marrones. Cass dejó su bolso, a continuación, tomó la pelota con una mano. Avanzó hacia la canasta, driblando metódicamente, sus ojos sobre su oponente. Lanzó un tiro, que fue hábilmente bloqueado. Anduvieron de acá para allá durante veinte minutos, hasta que Cass, totalmente sin aliento, pidió un tiempo muerto.

– Creí que tal vez no venías esta semana, -dijo la muchacha cuando Cass le entregó una botella de agua-. Pensé que probablemente estarías demasiado ocupada, ya sabes, con ese asesino.

– Ha sido una dura semana, -Cass admitió mientras abría su propia botella y tomaba un largo trago-, pero Khaliyah, sabes que siempre estaré aquí. Algunas semanas más tarde que otras. Estuve cerca, no obstante. No llegué a casa hasta tarde.

Cass metió la mano en su bolso, y rebuscó en su contenido.

– Tengo algo para ti, -dijo a la muchacha.

Cass le entregó un teléfono celular.

– ¿Para mí? ¿Esto es para mí? ¿De verdad?

– Estoy pensando que con todo lo que pasa, posiblemente debas tener uno contigo.

– ¿Quieres decir por las mujeres asesinadas?

– Sí.

– Sólo mata a mujeres blancas, sin embargo, ¿verdad? ¿Mujeres blancas viejas?

– Hasta ahora. -Cass hizo caso omiso a la referencia a la edad. Todas las víctimas habían tenido alrededor de la edad de Cass, treinta y dos.

– Bueno, en caso de que necesites un recordatorio, soy negra, -susurró la muchacha como si estuviera compartiendo una confidencia-. Y no soy vieja. Esas mujeres que asesinaron estaban todas en sus treinta, ¿cierto?

– Y también tenían el pelo largo y oscuro. -Cass apuntó con su botella el pelo de la muchacha, que estaba tomado en una cola de caballo-. Pelo largo oscuro como el tuyo. Negro o blanco, joven o viejo -y en otro momento, hablaremos de lo que es viejo y lo que no- nunca se sabe lo que está pensando, Khaliyah. Es mejor tenerlo, por si lo necesitas.

– Entonces, tengo, como, tantos minutos por mes…

– No. Puedes llamarme en cualquier momento del día o de la noche. Ya programé todos mis números. De la casa, la oficina, el celular. Por lo tanto, siempre puedes llamarme si me necesitas. Ahora, déjame mostrarte…

– Sé cómo usarlo. Todos mis amigos tienen uno. -Khaliyah estudió el teléfono durante un minuto, luego tocó un botón.

El teléfono de Cass sonó. Ella metió la mano en su bolso para sacarlo.

– ¿Hola?

– Hola, detective Burke. Soy Khaliyah Graves. Quiero darle las gracias por el nuevo teléfono.

– Fue un placer. No lo pierdas.

– No lo haré. Lo prometo. Es el mejor regalo que he recibido. -Los ojos de Khaliyah brillaban-. Gracias, Cass.

– No hay de qué. -Cass cortó la llamada-. Ahora, dime, ¿cómo estuvo la escuela esta semana?

– Bien, es sólo la escuela de verano, y acabamos de comenzar las clases el lunes. Por lo menos tengo un buen maestro de español, pero el profesor de trigonometría es más o menos. Tenemos nuestra primera prueba mañana. Jameer dice este profesor hace las pruebas más difíciles.

– ¿Así que todavía te ves con Jameer?

– Algo. Mi tía realmente no quiere que tenga novio, sabes. -Ella arrugó la nariz.

– Tu tía es una mujer inteligente. Por mucho que me guste Jameer, creo que eres demasiado joven para involucrarte demasiado con un chico. Y recuerda, al final del verano, se irá a la universidad.

– ¿Te dije que va a Georgetown a jugar al baloncesto? ¿Igual que Allen Iverson?

– Sólo cerca de cien veces. -Cass sonrió.

– Tal vez vaya a Georgetown, también, -dijo Khaliyah nostálgicamente-. A lo mejor podría obtener una beca. Mi amiga Tonya tiene un primo que obtuvo una beca completa por atletismo. Tal vez podría obtener una por baloncesto. Eso es lo que hiciste, ¿verdad? ¿En Cabrini?

– Cierto. Y creo que tus posibilidades son grandes, si mantienes tus notas altas y lo haces tan bien en la cancha esta temporada como lo hiciste la última vez. Hablaremos con tu entrenador y tu consejero durante el verano y veremos lo que piensan. Estoy segura de que tendrán algunas buenas ideas sobre dónde y cómo aplicar para obtener el máximo de ayuda financiera. -Cass tomó un largo trago de agua-. ¿Recibiste ya tu puntaje de las [2]pruebas AP?

– Sí. -Khaliyah sonrió ampliamente-. Todos cuatro.

– Excelente. Estoy orgullosa de ti.

– Gracias, -dijo suavemente Khaliyah.

Se sentaron en silencio durante unos minutos, bebiendo su agua, mirando el descenso en picado de las golondrinas alrededor de las luces en la cancha.

– Se está haciendo tarde, debo llevarte de vuelta a casa para que puedas estudiar para esa prueba y mantener tu récord perfecto.

– ¿Quince minutos más? -Khaliyah se levantó y comenzó a rebotar la pelota.

– Diez. -Cass se paró para poner la alarma en su reloj, luego se pusieron a botar el balón.

Veinte minutos más tarde, Cass dejaba a Khaliyah delante de la casa de su tía.

– Gracias de nuevo por el teléfono. -Los ojos de Khaliyah resplandecían-. No puedo esperar a llamar a Tonya. Ella tenía su propio teléfono desde la secundaria.

Cass saludó con la mano a la tía de Khaliyah cuando la muchacha saltó del coche, gritando,

– Tía Sharona, mira lo qué la detective Burke me dio…

Cass sonrió abiertamente y se fue, pensando en cuán poco tomó hacer que los ojos marrones de Khaliyah brillaran de felicidad.

No siempre había sido así.

Cass había conocido a la muchacha después de haber sido llamada a una escena espeluznante cinco años atrás. La madre de Khaliyah había sido asesinada a puñaladas por su novio, cuando ella había descubierto que había violado a su única hija. Con sólo doce en ese momento, Khaliyah había sufrido más, había visto más, que lo que cualquier niño debería, pero había algo en su espíritu que la había mantenido lo suficientemente fuerte para declarar contra el hombre que la había atacado a ella y asesinado a su madre.

Durante los meses previos al juicio, Cass había pasado mucho tiempo con Khaliyah, y la niña había respondido a la bondad y sinceridad de la detective en cada una de las etapas de la investigación y en todo el juicio. A lo largo del camino, Cass se había convertido en una mentora para Khaliyah, que vivía con la hermana de su madre y su familia. Por mucho que Sharona amara a su sobrina, la mujer ya estaba sobrecargada, con cinco hijos propios y dos puestos de trabajo y tenía poco tiempo para las necesidades emocionales de un niño dañado. Cass había intervenido y transformado en defensora de Khaliyah, su mejor amiga, y la hermana mayor que ella nunca había tenido.

Había sido Cass quien se había asegurado que Khaliyah consiguiera toda la orientación que necesitó en los meses y años después de la muerte de su madre, Cass había alentado a Khaliyah a solicitar que se le realizarán las pruebas para el equipo académico superior cuando llegó a la escuela secundaria, Cass había pagado por las clases de la escuela de verano que le permitió ponerse al día después de haber ido a la zaga en la secundaria. Había sido Cass quien había reconocido la promesa atlética de Khaliyah y la había matriculado en el campamento de baloncesto, y Cass la que había ayudado a Khaliyah a obtener el trabajo de camarera de media jornada en el comensal donde todos los oficiales locales paraban para comer durante el día, y quién se había sentado con la tía de Khaliyah y le había pedido que dejara a Khaliyah tomar las [3]pruebas PSAT el pasado año. Cuando llegara el otoño, sería Cass quien trabajaría con los consejeros para analizar las opciones para la universidad, la ayudaría a buscar la ayuda financiera que necesitaba, y la llevaría de visitas a los campus.

Cass no ignoraba que tal vez estaba tratando de reemplazar a su hermana menor perdida con otra, pero se había encogido de hombros ante el pensamiento. Khaliyah era inteligente y valiente, lo suficientemente valiente como para sentarse en una audiencia pública y describir lo que le habían hecho a ella, y lo que le habían hecho a su madre. Ella había aguantado y sobrevivido, y era, en opinión de Cass, merecedora de cualquier ventaja que Cass pudiera ayudarla a alcanzar. Habría hecho lo mismo por Trish, si hubiese tenido la oportunidad. Ahora lo haría por Khaliyah. Ella sabía lo que era perder a su madre, tener ese núcleo de fuerza y confianza apartados de ti. Ella, también, había sido dejada con parientes, y aunque nunca dudó que su tía y su tío la amaban, nunca había sido capaz de adaptarse allí por completo. Fuese lo que fuese que ahora hiciese por Khaliyah, la ayudaría a atravesar los tiempos más difíciles y se aseguraría de que supiera que había alguien apoyándola. Cass nunca lamentaba un minuto de tiempo pasado con ella.

Eran casi las nueve treinta cuando Cass llegó a casa y se arrastró en la calzada de piedra al lado de su bungalow. Ese año, iba a sustituir esas piedras aunque no hiciera nada más. Empedrado, tal vez. Algo agradable y liso…

Agotada, comenzó a abrir la puerta del coche, entonces se dio cuenta de que las luces estaban encendidas en el interior de su casa. ¿Las había encendido cuando se marchó?

Una sombra se movió a través de la ventana de la cocina.

Tomando su bolso del asiento delantero, buscó su arma. Sujetándola, con su dedo en el seguro, salió del coche, pero dejó la puerta entreabierta para que no se cerrara de golpe. Subió sigilosamente los peldaños traseros, y miró por la ventana. La sombra se movió por el pasillo delantero hacia la sala de estar.

Cass abrió con cuidado la puerta y entró, dejó su bolso en el suelo silenciosamente mientras avanzaba hacia la parte delantera de la casa. Giró en la esquina, con su pistola apuntando frente a ella.

– No se mueva, -le dijo a la figura que estaba parada en el centro de la sala de estar.

– Oh, por Dios, Cassie, ¿no tienes bastante de ese drama policial durante el día?

– Lucy. -Cass exhaló fuertemente y bajó el arma-. Jesús, Lucy, podría haberte disparado.

– Un simple «Cielos, es agradable volver a verte» sería suficiente.

Murmurando entre sí, Cass salió y cerró la puerta del coche.

– Traje la cena conmigo. ¿O ya comiste? -Lucy dijo mientras entraba en la cocina-. ¿Y que hay de un abrazo?

– No, en realidad, no he comido. -Cass abrazó a su prima ligeramente.

– Bien. Pollo parmesano y pasta. Me detuve en ese lugar justo al entrar a la ciudad -Lucy se apresuró al refrigerador y lo abrió-. Compré dos platos, Cass, te estaba esperando.

– ¿Dónde están David y los gemelos? -Cass preguntó.

– Los niños están ambos en un campamento de verano… han ido antes, pero nunca deja de sorprenderme que estén lo suficientemente mayores para dormir en un campamento. -Lucy sacudió su cabeza-. No sé donde se han ido los años, Cass, lo juro.

– ¿Y David?

– ¿Quieres un poco de vino con esto, Cassie? Me traje una botella conmigo, está justo ahí en el mostrador, por la curva.

Lucy arregló dos platos y metió uno en el microondas.

– Genial, un microondas nuevo. El viejo reventó al final, ¿eh? Con suerte, la cocina hará lo mismo y tendrás que conseguirte una nueva, también. ¿Has visto el tipo que tiene dos hornos? ¿Un horno pequeño en la parte superior y uno de tamaño completo en la parte inferior? Es súper.

Cass descorchó la botella de vino mientras Lucy sacaba dos vasos.

– Bueno, podríamos quizá encontrar para la primavera unas cuantas copas verdaderas, pero supongo que sabe igual de bien en estos vasitos gruesos. -Lucy sonrió brillante y tomó un sorbo-. Mmm. Cass, por qué no te sientas -parece que estás a punto de desmayarte a tus pies- y termino de buscarnos algunos cuchillos y tenedores…

– El segundo cajón al lado del fregadero. -Cass se hundió en una silla.

– Donde han estado por los últimos, oh, treinta y cinco y tantos años. -Lucy volvió y abrió el cajón-. Nadie puede acusarte de [4]hacer olas, Cassandra Burke.

Cass le sacó la lengua a Lucy en respuesta.

– Vi eso. Lo vi por el vidrio de la ventana. -Lucy sonrió abiertamente y entregó a Cass los cubiertos mientras el microondas sonaba. Con un solo movimiento, Lucy sacó un plato, se lo pasó a Cass, luego metió el segundo plato en el microondas.

– Ya he llevado mis cosas a mi habitación, -le explicó Lucy-. Espero que no te importe.

– ¿Por qué debería importarme? -Cass se encogió de hombros-. La casa es tanto tuya como mía.

– Sólo porque abuela lo dejó así en su testamento. Ambas sabemos que es tu casa, Cassie. No me importa. Me alegro de que decidieras vivir aquí. Mantiene el antiguo lugar vivo. Agradezco mi corto tiempo aquí en el verano.

El microondas sonó y Lucy tomó el plato y lo colocó sobre la mesa, frente a Cass.

– Puedo quedarme un poco más este año, si se puede. -Lucy sacó una silla y se sentó. Sus ojos estaban fijos en su plato-. Quiero decir, si no es un inconveniente para ti…

– Mi casa es tu casa. Literalmente. Quédate siempre que lo desees.

– Gracias. Podrían ser sólo un par de semanas. No estoy segura.

– Luce, ¿que está pasando? -Cass tomó otro sorbo de vino-. ¿Tú y David tienen problemas?

– ¿Problemas? -Lucy pinchó un pedazo de pollo y lo estudió-. Si llamas averiguar que tu marido ha estado tocándose los pies debajo de la mesa con tu vecina de al lado durante los últimos seis meses y todos en tu cuadra sabían que tenía problemas menos yo, entonces, claro que sí, David y yo tenemos problemas.

– Lucy, lo lamento mucho. -Cass dejó su tenedor al lado de su plato-. No sé qué decir.

– No hay mucho que decir. -Los ojos de Lucy se llenaron de lágrimas-. Ese bastardo.

Lucy mordisqueó su comida, sollozando todo el tiempo.

– Lo siento, Cass. -Ella sacudió su cabeza-. Sé que es probable que no quieras en realidad saberlo. Sé que tú no eres emocional, y ahora mismo, estoy terriblemente emocional. Y probablemente estaré llorando un momento sí y otro no por los próximos meses. Trataré de hacer todo lo posible por llorar cuando estés en el trabajo.

– Lucy… -Cass protestó débilmente.

– Está bien, cariño. -Lucy se enjuagó los ojos.

– Lucy, puedes sentirte libre de llorar cada vez que lo necesites o quieras. Siento tanto que estés pasando por esto. Me gustaría poder hacerte sentirte mejor. -Cass encontró los ojos de su prima a través de la mesa-. No sé qué más decir.

– Podrías decir, «David es un perfecto cretino y un bastardo y nunca fue lo suficientemente bueno para ti».

– David es un perfecto cretino y un bastardo, y yo nunca pensé que fuera lo suficientemente bueno para ti, Lucy.

Lucy asintió.

– Eso fue bueno, Cassie.

– Nunca entendí que viste en él. No es digno de tus lágrimas.

– Estás mejorando.

– En realidad, pensé que estabas loca por casarte con él en primer lugar.

– Estupendo, cariño. Gracias.

– Para decir la verdad, siempre me recordó un poco al Sr. Janner.

– ¿El señor Janner?

– Ese tipo sórdido que administraba el cine cuando éramos niñas y quién siempre parecía tener muchachos rondando a su alrededor.

– Bueno, quizás podamos relajarnos un poco ahora. Entiendo el punto, y lo aprecio. Nos reservaremos el derecho a reabrir la paliza a David en el futuro. Y puede ser que necesite un hombro donde llorar de vez en cuando. Sólo un poco.

Cass se inclinó por sobre la mesa y acarició la mano de Lucy.

– Puedes llorar en mi hombro en cualquier momento.

– A lo mejor te tomo la palabra, sabes, por lo que tal vez quieras pensártelo dos veces. -Lucy comenzó a suspirar.

– ¿Qué vas a hacer?

– ¿Quiere decir, si me divorciaré de su lamentable culo?

Cass asintió.

– Desde luego. -Lucy respiró hondo-. Una de las razones por las que quise quedarme aquí un poco más es tener tiempo para preparar mi estrategia, ¿sabes? Lo que quiero y cómo vamos a decírselo a los niños y todo eso. Oh, sé que no son bebés, pero aún así, va a ser un gran choque, y tengo que encontrar una manera de decírselos. Sólo necesito un poco de espacio.

– Puedes tener todo el espacio que desees, Luce. Si quieres hablar, hablaremos. Si quieres estar sola, está bien, también. Y te puedes quedar hasta que sientas que puedes volver. Cuando sea.

– Todavía eres como una hermana para mí. -Los ojos de Lucy se llenaron de lágrimas. Otra vez.

– Oye, sabes lo que dicen acerca de que la sangre es más espesa, y todo eso.

– Quiero que sepas que te lo agradezco. Trataré de no molestarte.

– Sinceramente, con esta repentina erupción de asesinatos, casi nunca estoy en casa. Y cuando estoy, paso la mayor parte del tiempo durmiendo.

– Tú sólo ocúpate de tus cosas. Yo haré mis propias cositas.

– Oh, mierda. -Cass frunció el ceño-. Pensaba cambiar las sábanas de tu cama antes de que llegaras. E iba a ir la tienda de comestibles.

– Yo puedo hacer lo de la tienda de comestibles mañana, no te preocupes. Y sólo dime sonde están las sábanas. Oh. Espera. Déjame adivinar. -Lucy sonrió-. En el mismo lugar que han estado siempre, ¿verdad? Honestamente, Cass, caminas en esta casa y es 1950 de nuevo. Nada ha cambiado desde que murió abuela.

– En realidad no he tenido mucho tiempo para la decoración, Lucy. En los últimos años, he sido el único detective de la ciudad. Finalmente contratamos otro, y su esposa, decide que odia aquí y que quiere volver a Wisconsin. Así que él, por ser un buen marido, empaca y nos deja en medio de un par de horribles homicidios. Abreviando, vuelvo a ser la única detective de la ciudad. -Cass soltó un largo suspiro-. Qué es una manera indirecta de decir que sencillamente no he tenido tiempo.

– Pensé que parecías cansada. Tienes círculos oscuros bajo los ojos. Oye, tengo una crema muy buena de ojos que quita esa hinchazón. -Lucy se apartó de la mesa-. Vamos, si has terminado de comer, te la buscaré.

– He terminado de comer -muchas gracias por detenerse a recoger la cena- pero estoy agotada, Lucy. Creo que me acostaré.

– No, no, tienes que probar esa crema primero. Vamos…

Cass se levantó cansadamente y cerró con llave la puerta trasera. Se puso el bolso sobre su hombro y siguió a Lucy fuera del cuarto.

– Deja las luces de la cocina encendidas, Cass, -Lucy estaba diciendo, mientras subía la escalera-. Volveré a bajar y limpiaré lo de la cena. Estaré despierta un rato todavía.

Ella llegó a lo alto de la escalera y dijo:

– Sólo cogeré la crema de ojos para ti…

Cass estaba en la puerta de la habitación de Lucy y contempló a su prima abrir una cartera.

– ¿Que diablos tienes ahí? -Cass se rió-. ¿Limpiaste los mostradores de las tiendas de cosméticos? ¿Qué es todo eso?

– Oh, diferentes productos para diferentes cosas. Crema de día con vitamina C, tiene un SPF 25. Crema de noche con vitamina E. Maquillaje. Champúes. Ya sabes.

Cass, que utilizaba una crema de cara multiuso -cuando se acordaba, que no era a menudo- y que había utilizado la misma marca de champú desde que era adolescente, sacudió su cabeza y tomó el frasco pequeño que Lucy le tendía.

– Aquí, ven al cuarto de baño y te la pondré.

– Lucy, puedo ponerme esta cosa cremosa bajo mis ojos. Asumo que ahí es donde va.

– No seas sabelotodo. -Lucy encendió la luz en el pequeño cuarto de baño, que era apenas lo suficientemente grande como para ambas mujeres-. Dame el pote.

Cass puso los ojos en blanco mientras Lucy le aplicaba la crema fresca y suave sobre su piel.

– Mira, no necesitas frotarla, simplemente necesitas esparcirla un poco.

– Correcto. Gracias. Me voy a dormir ahora.

– Cassie, ¿alguna vez has pensado que tal vez fuimos cambiadas al nacer? -Lucy agarró a su prima por el brazo y señaló el espejo que colgaba encima del lavamanos-. Te pareces tanto a mi madre, y yo tanto a la tuya. Tú tienes el cabello claro, y yo oscuro.

– Bueno, nuestras madres eran hermanas, Luce. Nosotros compartimos muchos de los mismos genes. -Cass miró fijamente el espejo. Ella y Lucy tenían un gran parecido-. Pero nunca me di cuenta de cuánto te pareces a mi madre. Y lo mucho que me parezco a la tía Kimmie, ahora que lo mencionas. Por supuesto, ya que nos llevamos por cuatro meses, hubiera sido difícil cambiarnos en el hospital, ¿sabes?

– Parece que la semejanza se hace más fuerte a medida que envejecemos, -señaló Lucy-. No es tan malo, después de todo, ¿verdad? Ambas eran impresionantemente atractivas.

– Seguro lo eran. La última vez que vi a tu madre, todavía se veía fabulosa. Sólo puedo soñar con tener tan buen aspecto cuando tenga su edad.

– Ella cuida bien de sí misma, aunque creo que le da demasiado el sol de Arizona. Te verás grandiosa, también, cuando tengas cincuenta si cuidas de tu piel. Oh… Tengo un corrector maravilloso que tienes que probar. Sencillamente borrará la inflamación y las líneas bajo los ojos. Te lo dejaré en el cuarto de baño para que lo uses en la mañana.

– Y dicen que el descanso es esencial, ¿cierto? Bueno, estoy lista para conseguir algún descanso.

– Bueno, entonces, haré mi cama y tú sigue delante y métete en la tuya. Tengo el presentimiento que vas a darle a la crema de ojos una dura prueba.

– ¿Estás segura que no puedo echarte una mano?

– Vete a la cama, Cassie. Te veré por la mañana.

– Muy bien. -Cass bostezó-. Lucy, me alegra que estés aquí. Y lamento que tengas problemas.

– Me alegro de estar aquí, también. Y en cuanto a mis problemas, bien, un poco de terapia puede ayudar. ¿Te molesta si hago algo con el sofá en el salón?

– Lo que quieras. -Cass se rió y se fue a la cama.

Abajo, con un pequeño bloc de notas en la mano, Lucy comenzó a planificar la decoración del bungalow. Si ella no podía ser feliz, al menos podía estar muy ocupada.