"Verdad Fria" - читать интересную книгу автора (Stewart Mariah)5Su entusiasmo recién encontrado por la vida sana había sido inspirado unas cuantas semanas antes por la visita de un viejo amigo de su padre que resultó ser un médico holístico, Regan Landry añadió un plátano a la leche descremada, yogurt, y una variedad de polvos en la licuadora y pulsó el botón de pulverizar. El pequeño aparato zumbó ruidosamente mientras ella sacaba un vaso y buscaba una pajilla. Pulsó stop y un bendito silencio siguió. Vertió su desayuno en el vaso, se sentó en la pequeña mesa redonda de la cocina y abrió el periódico. Aburrida después de unos minutos leyendo por encima los titulares, buscó bajo el papel el control remoto y encendió la televisión ubicada en el mostrador al otro lado del cuarto. Ella cambió el canal, buscando su favorito matutino, – … sin duda es de interés para cualquier persona que tenga planes para visitar la costa de Nueva Jersey este verano, -Cannon Heather estaba diciendo. La pantalla se dividió, la mitad ahora ocupada por un hombre en uniforme de policía que parecía incómodo delante de la cámara. – Siento su dolor, -Regan murmuró. – Jefe Denver, con el hallazgo de un tercer cuerpo en Bowers Inlet, los informes procedentes de la zona sur de Jersey nos dicen que todos los indicios apuntan a la probabilidad de que este es el trabajo de un asesino en serie. ¿Puede confirmarlo? – Sabe, Heather, odio ese término, provoca tanto… -El jefe se movió en su silla. – ¿Confirmará que ha habido en efecto una tercera víctima? – Sí, ha habido una tercera víctima. – Y que las tres víctimas han sido mujeres jóvenes de treinta y tantos años… -Heather se dirigió a la cámara directamente de modo que el hombre al que estaba entrevistando a distancia sentiría que le hablaba directamente. – Sí, las tres víctimas han sido mujeres jóvenes, todas mujeres locales. Las dos primeras viven en Bowers Inlet. La joven cuyo cadáver se encontró ayer por la noche vivía en la cercana Tilden, pero fue dejada en una de nuestras playas. – Ahora, la información que tenemos indica que todas las mujeres eran de pelo oscuro y constitución similar… -Heather hizo una pausa y miró sus notas-. ¿Existe algún significado en esta similitud, cree usted? – En este momento no tenemos forma de saberlo. Sí, hasta ahora, ha habido una semejanza entre las víctimas, pero si debemos o no leer algo en ello, simplemente no lo sé. – El fragmento más inquietante de información que hemos recibido es que tiene correspondencia del asesino… – Bueno, detengámonos un momento aquí. -El jefe estaba claramente agitado-. Lo que tenemos son cartas que se recibieron después de que los cuerpos fueron encontrados. Quiero dejar eso claro. Podrían haber sido enviadas por alguien que no es el asesino, alguien que piensa divertirse un poco con nosotros. En este momento, no sé a ciencia cierta quién envió las cartas. – Pero podrían ser del asesino… – Por supuesto que podría ser, -dijo bruscamente. – Y las cartas son una especie de provocación, ¿no? -Heather echó un vistazo a sus notas-. – Así es. – ¿Y se encontró una nota después de esta última víctima? – Sí. – ¿Podemos saber que decía? – Decía, – ¿Alguna idea sobre lo que se supone tiene que resolver? – Unas cuantas. – ¿Alguna que esté dispuesto a compartir? – Sería prematuro. -El jefe de policía de Bowers Inlet contempló fríamente la cámara. – Entonces, ¿qué les diría a las personas que tienen previsto pasar una semana o más en su comunidad este verano? Entiendo que Bowers Inlet tiene muchas propiedades de alquiler y la población goza de un auge en el verano. – Yo les digo a los veraneantes lo mismo que digo a nuestros residentes de todo el año. Sean conscientes de su entorno. No salgan solos. Si sale por la noche, vaya en grupo. Pero usted sabe, esas son cosas que probablemente deberían hacer de todos modos, no importa donde esté. Tienen que cuidar de sí mismos. Tengan un teléfono celular consigo o una lata de spray de pimienta. Si usted piensa que alguien lo está siguiendo, infórmelo. – Así, en otras palabras, aténgase a las precauciones básicas de seguridad… Regan tamborileó sobre la mesa, luego se levantó y abandonó la sala cuando concluyó la entrevista. Fue por el vestíbulo a la oficina de su padre y prendió la luz del techo. Algo que acababa de decirse causó que una campana sonara en su cabeza. ¿Dónde lo había visto…? Sacó varios archivos de un cajón y los hojeó. No éste… No éste. Entonces tal vez aquí… No. Devolvió los archivos a su lugar y abrió el siguiente cajón. Aquí. Aquí es. La nota, en simple papel blanco, detallaba el mensaje en letras de diferentes tamaños y colores -letras recortadas de revistas- dándole un aspecto desordenado, esquizofrénico a la hoja de papel. En la parte superior de la página había un pequeño círculo con el número siete dentro. El padre de Regan lo había escrito, estaba segura. Esa era la manera en que numeraba las páginas cuando creaba los primeros borradores de su trabajo. Él podía tomar notas de varios archivos e integrarlos para un solo capítulo o proyecto. El hecho de que esta nota hubiese sido numerada -y el mensaje indicaba que había habido contacto previo- hizo pensar a Regan que había más notas del mismo autor. Sacó varios archivos del siguiente cajón, y en el cuarto que revisó, encontró un archivo de papel manila conteniendo un mensaje, junto con varias páginas de notas escritas por la mano de su padre. Regan se sentó en el escritorio de su padre y comenzó a leer rápidamente las páginas que él había escrito. Se detuvo para voltear el archivo a fin de leer la anotación que había hecho en la parte superior. Ella leyó el resto del archivo, en seguida recogió el teléfono y pidió información para el número del Departamento de Policía de Bowers Inlet. – Me gustaría hablar con el Jefe Denver, -dijo Regan a la persona que contestó el teléfono. – Él no está. Puedo tomar su mensaje. – Mi nombre es Regan Landry. Soy escritora, escribo acerca de crímenes reales… Tengo información que podría interesarle, en relación con los actuales homicidios. – ¿Usted tiene información acerca de los homicidios? – Tengo información sobre algunos casos antiguos… algunas notas que fueron escritas a mi padre… – No le sigo. – Mire, por favor, déle mi nombre y mi número al Jefe Denver y pídale que llame. Podría ser importante. -Regan colgó después de recitar el número de la granja y su número de móvil. Ella entró en la cocina y se hizo una cafetera, se sirvió una taza, y lo llevó a la oficina. Se sentó y contempló el archivo que había dejado abierto en su escritorio. ¿Qué es lo que realmente tenía ahí? Un par de notas que alguien había enviado a su padre años atrás. Unas pocas páginas de la investigación preliminar que Josh había comenzado. ¿Había más? Suspiró. Maldijo su piojoso mantenimiento de registros. Si, de hecho, había comenzado a enumerar las notas que recibió, ¿dónde estaban las demás? Tal vez las había entregado a la policía. Al FBI. Tal vez había otro archivo… o dos, u ocho, o una docena. Conociendo a su padre, podría haber muchos más, o ninguno. Podría haberlos dado. O no. Podría haberlos perdido, tirado, o puesto en una caja y simplemente los olvidó cuando otro proyecto más interesante se presentó. Miró a través del cuarto hacia la larga fila de archivadores de madera que sabía estaban llenos de archivos y cajas con notas. En el sótano, había cajas de archivos que ella le había ayudado a trasladar varios años atrás, cuando se había quedado sin espacio allí para sus trabajos actuales y le pidió que vaciara varios cajones y los embalara para almacenarlos. Regan se pasó una mano por el pelo y se dijo a sí misma que se tomara las cosas con más calma. Sólo porque las notas recibidas por su padre y el jefe de policía de Bowers Inlet fueran similares -bien, eran exactamente las mismas- ¿qué significa eso? No era exactamente un pensamiento original. Alguien del pasado de cualquiera podría decir lo mismo. Y alguien tímido o tal vez prudente estructuraría las notas de la misma manera, recortando letras y pegándolas al papel. ¿Qué probaba, de todos modos? Abrió el archivo y sacó las dos hojas de papel legal amarillo. En la parte superior de la primera hoja, Josh había escrito, Alicia Coors:Junio'79:Bowers Inlet Carol Jo Hughes:Junio'79:Bowers Inlet Cindy Shelkirk:Junio'79:Tilden Terry List:Julio'79:Dewey Mary Pat Engles:Julio'79:Tilden Heather Snyder:Julio'79:Hasboro Jill Grabowski:Julio'79:Killion Point Mindy Taylor:Julio'79:Hasboro Cathy Cleary:Agosto'79:Tilden Allison Shea:Agosto'79:Dewey Trina Wilson:Agosto'79:Killion Point Lorraine Otto:Agosto'79:Hasboro Regina Daley:Agosto'79:Killion Point La segunda hoja no tenía encabezado y constaba de dos columnas, una de fechas, otra de lugares, pero no los nombres. Las fechas abarcaban varios años, y los lugares variaban, de un estado a otro. Los nombres de las víctimas del Estrangulador de Bayside serían bastante fáciles de rastrear. Quizás el Jefe Denver podría verificar los nombres de las víctimas de Bowers Inlet cuando él le devolviera la llamada. Si se la devolvía. Regan se sentó y miró fijamente las páginas amarillas durante un largo tiempo. Comparó las dos listas que su padre había impreso. Con excepción de la inclusión de los nombres de la primera lista, eran idénticas en su forma. Si la primera era en realidad una lista de las víctimas del Estrangulador de Bayside -nombres, fechas, y lugares- ¿cuál era la importancia de la segunda lista? Las estudió, línea a línea. No importaba cuánto tiempo las mirara, la lista no tenía sentido: Mayo ’83:Pittsburgh Febrero ’86:Charlotte Agosto ’86:Corona Marzo ’87:Memphis Enero ’88:Turkey Noviembre ’90:Panamá Noviembre’91:Croacia Septiembre ’93:Somalia Abril ’95:Bosnia Febrero ’98:Pakistán Otros????: Ya que estaba en la carpeta junto con las notas del Estrangulador de Bayside, ¿podría asumir que tenían algo que ver con esas muertes? Y si era así, ¿qué? Le echó un vistazo al reloj. Hacía más de una hora que había llamado al Jefe Denver. Tendría que ser paciente, darle un poco más de tiempo. Regan metió las listas de vuelta en la carpeta, añadió las dos notas que habían sido enviadas a su padre, y colocó el archivo en una esquina del escritorio. Le dio otra mirada más al archivo grande y, convencida de que no quedaba nada más que saber, lo volvió a guardar en el gabinete. Sacó el expediente detrás de él y regresó al escritorio. Sentada en la silla grande que su padre había utilizado durante más de veinte años, comenzó a hojear el contenido, de adelante hacia atrás. Una vez satisfecha de no haber descubierto nada que pudiera agregar a la información en el archivo delgado que estaba en la esquina del escritorio, guardó la carpeta de nuevo y sacó otra. Y otra. Había revisado cinco carpetas de archivos al mediodía, otras tres a media tarde, cuando hizo una segunda llamada al Departamento de Policía de Bowers Inlet. Denver no estaba disponible. Ella dejó otro mensaje. Se detuvo para comer sólo una comida improvisada alrededor de las siete de la tarde, curioseó por cajón tras cajón de archivos. A las ocho y media, se detuvo para hacer otra cafetera, y se le ocurrió que aunque muchos archivos permanecían en la oficina, había tres veces más en el sótano, y sólo Dios sabía lo que podría haber escondido Josh en el ático. Hasta el momento no había encontrado nada que se refiriera a la lista que su padre había impreso con las fechas y lugares, ni había encontrado ninguna otra carta que pudiera haber sido enviado por el Estrangulador de Bayside. Quizás Josh se las había dado a alguien de una agencia del cumplimiento de la ley, después de todo. Pero él habría guardado copias, se recordó, si hubiera planeado escribir un libro sobre el tema. Habría guardado copias de toda la correspondencia, a pesar de todo. Lo había hecho antes, ella lo sabía. A lo largo del día había encontrado varios de esos archivos. Pero ¿dónde estaban los archivos que estarían relacionados la lista anterior? Tenían que estar allí. Se trataba de una cuestión de encontrar los cajones correctos. O la caja correcta. Cuando Regan estudió la misteriosa lista por quizás la décima vez, se le ocurrió pensar que bien podría haber dejado de lado algo que podría ser una pista que diera sentido a las listas. ¿Cómo voy a saber si no sé lo que es? Algo desmotivada por el pensamiento, pero, no obstante, determinada, Regan leyó durante toda la noche. Su padre siempre había confiado en su instinto en momentos como ese, se recordó a sí misma. Tal vez había llegado el momento de poner su propio instinto a prueba. Él estaba de pie sobre el paseo de madera en lo alto de la duna e inhaló profundamente, llenando sus pulmones de tanto de la bahía como podía absorber con un aliento. Eso, más que nada, ese olor, significa que estaba en casa. Con una mano en su frente actuando como sombra, escudriñó el horizonte. Lejos en la bahía, los barcos de pesca se dirigían al Atlántico. El sol colgaba sobre el agua como una pelota candente. La estrecha playa estaba llena con los restos de una docena de cangrejos herradura y madejas de algas. Los olores mezclados todos juntos, y si cerraba los ojos, era un niño de nuevo, buscando un tesoro en la arena. Al otro lado de la bahía, Old Barney se alzaba. De niño, había jugado en la base del Faro de Barnegat, había pescado con su hermano en las rocas. Por lo menos seguía estando el faro, sin importar todo lo que podría haber cambiado. Y el cambio había llegado a las comunidades de la bahía, no podía negarlo. Durante la semana pasada, había conducido por todas las pequeñas ciudades que bordeaban la costa, una por una, reviviendo momentos atesorados aquí y allá. Se había sorprendido por la cantidad de urbanizaciones que había llegado a la zona desde que se había ido, apartamentos y condominios y casas familiares individuales por todo el camino alrededor de los Pinos, algunas construidas sobre lo que había sido una vez un pantano. Centros comerciales en la carretera, flanqueados por restaurantes de comida rápida y tiendas de descuento. Había hecho que su cabeza diera vueltas. Bueno, mucho puede suceder en veintiséis años, se recordó a sí mismo. Mucho puede cambiar. Ahora, yo, no he cambiado en absoluto. A sus ojos, él seguía siendo el mismo chico que se había marchado al final de ese verano, armado con nuevas habilidades que había desarrollado durante el lapso de tres meses. La necesidad dentro de él, una vez despertada, había sido un amo duro, exigiendo cada vez más satisfacción. En el transcurso de los años, había alimentado sus deseos cientos de veces. Tan últimamente como anoche. Sonrió, recordando. ¿Cómo podría haber pensado que vería todo y no sentiría el impulso dentro de él de soltar un grito? Especialmente después de haber visitado las escenas de sus primeras escapadas. Recordó -y volvió a vivir- cada una de ellas. Él tenía una extraña memoria para ese tipo de cosas. Caminó a lo largo de la playa, ensayando lo que le diría a su hermano cuando tocara el timbre de su antiguo hogar familiar esa tarde. Se recordó a sí mismo a sonreír, fingir estar feliz por ver a su familia una vez más después de todos esos años. Se amable con tu cuñada qué, -había que encarar los hechos- nunca se preocupó mucho por él. Admira a los niños. Muéstrate, como si estuvieras encantado de su propia existencia. Él tenía que acostumbrarse a ellos, ya que había planeado quedarse por ahí durante un tiempo. No haría nada para enemistarse con la familia que había dejado. ¿Acaso no parecería extraño de alguna manera, si él y su hermano vivieran en la misma ciudad y nunca socializaran? Suspiró. Todo sonaba tan triste. Había muchas formas de pasar el tiempo, ahora que estaba de vuelta. Había más lugares que visitar, lugares que recordaba bien, cuando estuviera listo. Sabría cuándo fuera el tiempo correcto. Algunas cosas no estaban destinadas a apresurarse. Se llevó los binoculares a sus ojos y se centró en un águila pescadora que volaba en círculos en el cielo, y se sintió perfectamente contento. Se había prometido un lugar en el agua, y habiendo ya puesto la casa de Texas en el mercado, no había tiempo como el presente para empezar a buscar un nuevo hogar. Uno permanente. Justo ahí, en Bowers Inlet. |
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