"Verdad Fria" - читать интересную книгу автора (Stewart Mariah)

4

Dos días más tarde, a las 5:32 de la mañana, Cass se sentó en su escritorio, releyendo el informe que había terminado más temprano. Hizo un par de cambios en la pantalla del computador antes de golpear el botón Imprimir. Mientras las páginas salían, se levantó para un muy necesario estiramiento, sus manos detrás de su cabeza. Había estado sentada por más de noventa minutos, y encontró que las rodillas y el trasero necesitaban un cambio de posición.

El café en su taza estaba frío, y ella necesitaba la cafeína.

Los restos de la cafetera eran del color del alquitrán, así que optó por hacer nuevo. Lavó la jarra y la llenó de agua del refrigerador. Gracias a la obsesión del jefe por el agua potable y las impurezas contenidas en ella, había insistido en una nevera portátil para el departamento. Cass pensaba que si era mejor para beber directamente, haría un mejor café. Ella aprovechaba todas las oportunidades que tenía.

La vieja cafetera resopló y silbó como si estuviera agonizando. El gemido cesó, y Cass comenzó a servirse una nueva taza, cuando pensó que escuchaba un sonido -¿un crujido? ¿Un arrastrar de pies?- desde el pasillo. Echó una ojeada a la puerta y miró alrededor, pero no había signo de nadie, ni una luz encendida en ninguna oficina aparte de la suya.

Debe haber sido la cafetera, pensó, y regresó al trabajo a mano. Terminó de servirse, luego rebuscó en el contenedor de plástico de edulcorantes en busca de un paquete rosa entre el azul y el blanco. Encontró uno, y lo vertió junto con un poco de crema en su taza, y se dirigió de regreso a su oficina por el pasillo felizmente tranquilo.

A Cass realmente le gustaba entrar temprano, cuando el turno de noche aún estaba en las calles y las oficinas estaban, en su mayor parte, vacías. Valía la pena la perdida de unas pocas horas de sueño para tener tiempo para pensar sin los ruidos de fondo, los teléfonos sonando, la cháchara. No que ella hubiese tenido una noche completa de sueño, desde que había sido encontrado el cuerpo de Linda Roman. Tres o cuatro horas por la noche había sido todo lo que había conseguido.

Hasta el momento esa mañana ella había escrito los informes de tres de las siete entrevistas que había terminado desde que Linda Roman había sido identificada la semana anterior y estaba lista para ponerlos en el archivo del departamento y su libro personal del asesinato. Ella nunca había hecho esto antes -tener un libro de un asesinato-, pero durante el invierno, había conocido un detective de Los Ángeles que mencionó haber utilizado esto como un medio de registrar todos los datos recogidos durante una investigación. El orden le había atraído, por lo que camino a casa la noche anterior, se había detenido en un centro comercial cercano y compró tres carpetas de anillas. Desde su llegada a la estación, había fotocopiado la lista de pruebas y las declaraciones de los oficiales que habían encontrado el cuerpo. Más tarde imprimiría otro juego de las fotos que ella había tomado en la escena del crimen y las agregaría al libro.

Ella agarró montón de informes de la impresora cuando pasó por ahí, regresó a su oficina y se sentó para revisar antes de imprimir una copia para el jefe.

Todas las entrevistas habían sido más o menos lo mismo. Allí no había habido desvíos. Todos con los que Cass había hablado le habían asegurado que Linda Roman había sido muy querida y admirada por todos los que la conocían. Ella había sido descrita como inteligente, amante de la diversión, preocupada, una maravillosa madre, hermana, amiga. No sabían de enemigos, nadie que pudiera desear hacerle daño, nadie con quien hubiese tenido unas palabras duras o que tuvieran motivos para estar enfadados con ella. Ella se había graduado de la escuela secundaria regional, pasó al Rider College, se graduó, volvió a casa, y se casó con su amor de la escuela secundaria. Ella y su esposo eran muy trabajadores, activos en su iglesia, y en conjunto parecían ser cien por cien el chico y la chica americanos, más adultos.

Realmente enfurecía a Cass que alguien les hubiera privado su felices para siempre.

Un sonido desde el vestíbulo la hizo levantar la mirada. Un Craig Denver con mirada seria estaba en la puerta de su pequeña oficina.

– Llegó temprano hoy, -dijo, a sabiendas de que el jefe casi nunca llegaba antes de las ocho-. Justo a tiempo, no obstante, para echar un vistazo a los informes recientes que acabo de imprimir… que son bastante buenos, aunque lo diga yo. Imprimo una serie para usted, y puede…

Algo en su expresión la hizo detenerse en medio de la oración.

– ¿Qué? -Ella ladeó la cabeza.

– Tenemos otro, -dijo, sus palabras entrecortadas y tensas.

– Otro… -Lo contempló sin expresión.

Él asintió.

– Otro cuerpo.

– Otro cuerpo… -Ella se apartó del escritorio-. ¿Dónde?

– La abandonaron en el callejón detrás del Daily Donuts en la calle veintiocho. Los tipos que vinieron esta mañana a vaciar el contenedor la encontraron tendida cerca de la valla.

– Bueno, -dijo más para sí misma que a Denver-. Estoy en camino. Llamaré a Jeff… Llamaré a Tasha…

Ella abrió el cajón de su escritorio y sacó su cámara digital y la guardó en su bolso.

– Llamé a Jeff, te encontrará allí. Su esposa no se sintió feliz al oír mi voz, no quería despertarle. No sabe cómo va a manejar esto, pero va a tener que hacerle frente, y pronto. Esta no es la primera vez que me da problemas cuando llamo. En caso de que te lo estés preguntando, sin embargo, te llamé primero. No obtuve respuesta en tu casa o tu celular, por lo que lo llamé. En cualquier caso, tenemos ya a dos uniformados allí, ellos respondieron a la llamada. Mantendrán a todos fuera de la escena hasta que llegues.

– ¿Viene usted? -Ella se levantó, se echó su bolso sobre su hombro, y luego se inclinó sobre su escritorio para desenchufar su teléfono celular del cargador y lo guardó en su bolsillo.

– Te encontraré allí. -Él asintió, y ella pasó por delante de él.

Él se quedó de pie en su oficina un largo minuto antes de apagar la luz.

Craig Denver odiaba eso. Odiaba el hecho de que alguien había llegado a su ciudad y estaba matando a su gente. Odiaba lo que le recordaba, odiaba los recuerdos que trajo de vuelta, odiaba la forma en que todo el asunto lo hacía sentirse por dentro. Caminó diez pasos por el vestíbulo a su propia oficina, y entró. Estaba a medio camino del escritorio cuando vio el sobre blanco botado en el piso entre el escritorio y la puerta. Lo contempló, tratando de que desapareciera.

Él sabía lo que era, y tenía el presentimiento de que sabía lo que diría.

Abriendo al cajón superior del archivador, metió la mano y sacó un par de guantes de goma delgada, los cuales se puso. Sólo por precaución, no obstante. Sabía que allí no había huellas en el sobre, ni en la única hoja de papel que encontraría dentro.

Él sacó el papel y lo sostuvo. No le dio ninguna satisfacción estar en lo cierto.

¡Hey, Denver! ¿Me recuerdas?


***

El cuerpo de la joven mujer había sido dejado en el piso, misteriosamente colocado de una manera más o menos igual a como estaba el de Linda Roman. De costado, con los brazos sobre su cabeza, su largo cabello oscuro cubriendo su rostro. Le tomó toda la fuerza de voluntad a Cass no darla vuelta, sólo para asegurarse de que no era Linda Roman.

Espabílate, se exigió cuando se dio cuenta de que claramente estaba mirando el cuerpo. Respira hondo. Has tu trabajo.

Ella llamó a la estación por unas luces portátiles. Aunque el sol saldría pronto, la capa de nubes y la niebla mantendrían el escenario demasiado oscuro para reunir muchas pruebas.

Sacó la cámara de su bolso, ajustó el flash, y comenzó a tomar fotografías del cuerpo, de la escena, del callejón, y la valla. Se encontró cada vez más enojada con la persona que le había arrebatado la vida de la mujer y la dejó acostada desnuda sobre el frío asfalto negro, con la llovizna de la mañana corriendo por su cuerpo.

Y, probablemente lavando la evidencia.

Agradeció ver a Tasha caminar hacia ella. La CSI arrastraba su bolso negro, que algunos bromeaban diciendo que pesaba casi tanto como ella misma, que apenas sacudía la balanza a 45 kilos y medía tal 1, 60 si realmente se ponía de pie derecha. Con su pelo rubio oscuro corto, parecía un duendecillo. Un duendecillo diminuto con nervios de acero y un estómago a toda prueba. Cass nunca había oído decir de Tasha que retrocediera ante nada, ni una escena de crimen, ni un accidente. Se decía que hasta las vistas más espantosas -aquellas que hacían a los tipos grandes tener arcadas y encogerse- apenas hacían a Tasha parpadear.

– Bueno, mierda, mira esto, -dijo Tasha mientras dejaba en el piso su bolso de pruebas y lo abría-. ¿Dos en una semana? -Ella sacudió la cabeza y miró a Cass-. Yo diría que tenemos un problema aquí.

– Siempre admiro la forma en que vas directo al grano, Tasha. -Cass se agachó y tomó unos cuantos disparos del cuerpo.

– ¿Para que andarse por las ramas? -Tasha se puso sus guantes-. Tienes dos cuerpos en qué… ¿cuatro días? Dos víctimas qué, a primera vista, tienen una fuerte semejanza entre sí. Los cuerpos colocados de la misma manera… y mira la forma en que el cabello cubre su rostro. Apuesto un mes de sueldo que ella ha sido estrangulada manualmente y violada, al igual que la otra, pero tú eres demasiado inteligente para asumir una apuesta así, Burke.

Tasha se inclinó al lado del cuerpo, y apartó el pelo de alrededor del cuello de la víctima.

– Oh, sí. Ahí están. -Estudió las magulladuras, al tiempo que murmuraba a la chica muerta-, ah, cariño, ¿qué te hizo él?

Cass sacó unas cuantas fotos más.

– Burke, ¿conseguiste sus dedos? -Preguntó Tasha, y Cass asintió-. Uno de ellos parece que está roto.

– He más o menos terminado con el cuerpo desde este ángulo. Estoy esperando algunas luces para poder comenzar a mirar alrededor del callejón. Odiaría patear la evidencia a un lado y perder algo importante. -Cass se paró y enderezó su espalda-. Es toda tuya.

– Bueno, no vayas demasiado lejos con eso. -Tasha señaló la cámara-. Tan pronto como termine este lado, querré girarla. Puedes echarme una mano. Quiero ver lo que hay bajo estas uñas…

Cass retrocedió y esperó a que Tasha terminara su trabajo. Un coche frenó en la calzada, las luces iluminando la escena. Jeff Spencer salió del lado del conductor y apresuró el paso.

– ¿Dónde has estado? -Cass preguntó.

Él se encogió de hombros, mascullando algo ininteligible.

– Jeff, tenemos otro homicidio aquí. -Señaló lo evidente, teniendo cuidado de no levantar su voz-. El segundo de esta semana. Necesitamos…

– Sí, sí, ya sé lo que necesitamos, -murmuró entre sí mientras pasaba por delante de ella, hacia el cuerpo.

Cass contempló su espalda, luego lo apartó a un lado. Debe haber tenido una mala noche, pensó, a continuación les hizo señas a los oficiales que se detuvieron en la vía y comenzaron a descargar las luces.

– ¡Eh! Luces. Aquí. -Ella señaló alrededor-. Pónganlas aquí mismo…

Las luces trajeron nueva visibilidad a la escena, y la zona fue cuidadosamente registrada en busca de cualquier cosa que el asesino podría haber traído con él o dejado atrás. Varias colillas de cigarrillos cerca de un agujero en la valla se guardaron en una pequeña bolsa de plástico de pruebas, al igual que un contenedor de bebida de un restaurante de comida rápida local y un calcetín blanco sucio. Todo o nada podría tener una conexión con el asesino. Sólo el análisis de laboratorio lo diría, y eso no por unos cuantos días más, si alguna vez.

– ¡Eh!… -Cass oyó que Tasha decía en voz baja.

– ¿Qué? -Se volvió a ver a la CSI arrodillarse detrás del cuerpo, con un par de pinzas en su mano derecha. Ella parecía inspeccionar algo al dorso de la cabeza de la mujer muerta. Fuese lo que fuese, era invisible para Cass-. ¿Qué has encontrado?

– Cierta fibra -fue la respuesta. Tasha apuntó con un dedo-. Toma una foto de esto para mí antes de que lo quite.

Cass se inclinó hacia delante para alinear el tiro mientras ella le mostraba. Tasha deslizó el hilo en una bolsa, lo selló y marcó. Miró a Cass y dijo:

– Encontré algunos rastros similares enredados en el pelo de nuestra primera víctima.

– ¿El mismo tipo de fibra? ¿Cobija? ¿Alfombra?

– Demasiado largo. Es larga y delgada.

– ¿Soga, tal vez? ¿Algo que podría haber utilizado para atarlas, someterlas con ella? -La mente de Cass comenzó a considerar diferentes posibilidades.

– Nooo, -dijo Tasha despacio. Sostenía la bolsa en alto como si examinara su contenido-. No creo que sea cuerda, no es sustancial. Parece más fino, más delicado. No puedo esperar a volver al laboratorio para averiguarlo.

– ¿Has analizado la fibra que encontraste en Linda Roman?

– Todavía no. Me estaba concentrando en los rastros de debajo de sus uñas, tratando de encontrar células de piel, algo que me diera el ADN. La fibra se encuentra todavía en la caja de pruebas, pero creo que se trasladará a lo alto de la lista.

– ¿Me avisarás?

– ¿Obtendré un juego de esas impresiones? -Tasha cabeceó hacia la cámara que Cass sostenía en su mano derecha.

– Te sacaré unas copias tan pronto como vuelva a la oficina.

– Entonces serás la primera en saber lo que son las pequeñas fibras.


***

– Jefe, hay periodistas de cuatro estaciones de televisión y nueve periódicos en el vestíbulo, -Phyllis anunció a través del intercomunicador.

– Sí, lo sé, -respondió Denver-. No he decidido lo que quiero decirles.

– ¿Puedo ir a verlo por un momento? -Su voz sonaba temblorosa.

– Seguro, -dijo, un poco sorprendido. Normalmente, segura y confiada, no era normal en Phyl ser tan vacilante.

El intercomunicador hizo clic al apagarse y segundos después la puerta entre la oficina del jefe y su secretaria se abrió. Phyl entró en el cuarto sosteniendo una lata de Pepsi de dieta en una mano y un lápiz masticado en la otra. Puso la lata el sobre el escritorio del jefe, y giró el lápiz entre su dedo índice y medio.

– ¿Qué pasa por tu mente, Phyl?

– Acabo de ver las imágenes de esta nueva -esta nueva víctima de asesinato- en el escritorio de la detective Burke. El cuerpo de esta mañana. Creo que quizás la conozco. Creo que podría saber quien es, jefe.

– ¿Sí? -Él frunció el ceño. Sus detectives todavía comprobaban las personas desaparecidas.

– Ella hace la manicura en el Salón Red Rose en la Quinta y Marshall.

– ¿Sabes su nombre?

– Lisa. No sé su apellido. Pero estoy bastante segura de que su nombre es Lisa.

– ¿Se lo dijiste a la detective Burke?

– No. Ella estaba al teléfono, y yo estaba tan asustada, acabo de salir de su oficina. Me ha tomado unos minutos poner mis ideas en orden. Podría estar equivocada. -Sus ojos estaban empañados, y sus manos, se dio cuenta, temblaban.

Él apretó el botón para la extensión de Cass.

– Burke, necesito que vengas. Ahora.

Cass apareció en la puerta en menos de un minuto.

– ¿Pasa algo malo? -Ella estudió su rostro-. Por favor, dígame que no ha habido otro cuerpo…

– No. Pero Phyl cree saber quien es nuestra dama de la mañana.

– Creo que es la manicura del Red Rose. Lisa algo. Podría estar equivocada, detective. Dios, espero estar equivocada. Pero he visto las fotos en su escritorio. No quise hacerlo, sólo fui a llevarle un mensaje de teléfono que entró en la casilla del jefe por error. Y las fotos estaban ahí, justo en su escritorio…

– Lamento tanto que las hayas visto, Phyl. No eran bonitas. Y debe haber sido un shock, una vez que te diste cuenta que tal vez conocías a la mujer.

– Lo fue. Todavía lo es. -Para calmarse, buscando hacer algo con sus manos, Phyl tomó un sorbo de Pepsi diet-. Puedo llamar allí, al Red Rose, si quieres. Veré si ella está…

– No, no. Yo lo haré. -Cass miró a su jefe-. Lo haré ahora mismo, y le avisaré tan pronto como lo averigüe.

– Hazlo. -Denver asintió-. Hazlo de inmediato.

– Estoy en ello. -Cass desapareció por la puerta.

– Y para peor están todos esos reporteros. La sargento en la recepción está un poco nerviosa. Todo el mundo quiere saber qué pasa, -dijo Phyl como si se tratara de productos.

– Saldré y hablaré con ellos. No es mucho lo que puedo decirles, en todo caso.

Se frotó el mentón y deseó haberse tomado más tiempo para afeitarse esa mañana. Supo que aparecería en las noticias de las seis y las once en todo el estado, con una grave sombra a las cinco.


***

– ¡Jefe, jefe!

– Jefe Denver, ¿es cierto hay un asesino en serie en Bowers Inlet?

– ¡Jefe Denver! ¡Jefe Denver…!

La multitud de reporteros avanzó al momento en que Denver entró en la sala hacia el vestíbulo. Es como si lo hubieran olido. Se movieron en masa, y él levantó ambas manos para pararlos en seco y calmarlos.

– Está bien, tranquilicémonos -dijo, sintiéndose como un maestro de primer grado-. Todo el mundo de seis grandes pasos hacia atrás, por favor. Extiéndanse un poco, dense un poco de espacio, para gritar en voz alta.

La multitud hizo como se les dijo, y luego levantaron sus manos y esperaron a ser llamados.

Sí, Denver pensó. Igual que la escuela primaria.

– Bueno, en primer lugar quisiera decir qué, sí, ha habido dos asesinatos esta semana aquí en Bowers Inlet. Ambas víctimas eran mujeres en sus treinta… la segunda víctima no ha sido identificado todavía, pero parece ser de una edad similar a Linda Roman, que como todos ustedes saben tenía treinta y uno.

– ¿Ambas mujeres fueron asesinadas de la misma manera? -Alguien gritó.

– Necesitaré ver el informe del forense sobre la segunda víctima antes de poder contestar eso, -respondió el jefe.

– He oído que ambas mujeres eran muy similares en apariencia física… joven, bonita, con largo cabello oscuro.

– Puedo confirmar eso, sí.

– ¿El asesino encasilla a sus víctimas, entonces? -Una mujer morena desde atrás preguntó, con un deje de aprehensión en su voz.

– Yo buscaría una peluca roja, si fuera tú, Dana, -alguien le gritó desde el otro lado del cuarto, y hubo una efusión de risas nerviosas.

– No lo sabemos, -dijo Denver-. Yo no haría ninguna suposición todavía. Por todo lo que sabemos, el asesino tuvo alguna conexión con ambas mujeres.

– Entonces usted piensa que la misma persona mató a las dos mujeres. -No era una pregunta.

– La evidencia sigue siendo analizada.

– ¿Podemos obtener detalles de las investigaciones?

– Tendré un informe a su disposición a las seis. -Denver echó un vistazo al reloj. Eso le daría casi dos horas para decidir qué liberar-. Puede esperarlo, o puede dejar su nombre y número de fax, y nosotros nos encargaremos de enviarle por fax el informe.

– ¿Por qué no puede decirnos sencillamente lo que usted tiene?

– No tengo mucho aún. Todavía estoy esperando los informes del laboratorio y de la oficina del forense. Estaba a punto de sentarme con mis detectives y repasar esto con ellos, cuando todos ustedes aparecieron. Pensé en tratar con ustedes en primer lugar, hacerles saber que estamos trabajando para reunir algo para ustedes para que todos puedan cumplir sus plazos. No quiero darles una información incompleta, por lo que si me disculpan, me gustaría volver a esa reunión.

Denver sonrió superficialmente y se encaminó de regreso a su oficina.

– Jefe Denver, ¿cuantas víctimas tiene que tener para considerar esto obra de un asesino en serie?

El jefe se detuvo a media zancada y se dio la vuelta lentamente.

– Creo que es un poco pronto para empezar a lanzar términos como ese. También creo que es irresponsable, francamente, ya que sólo servirá para aterrorizar a nuestros residentes, que ya están bastante perturbados.

– ¿Pero, cuántos, Jefe? -La pregunta se repitió esta vez suavemente-. He oído dos o tres. ¿Qué hay de eso?

Denver giró en sus talones y regresó a su oficina, cerró la puerta, y llamó a sus detectives para que se presentaran y trajeran sus notas.

– Tenemos una identificación positiva de la víctima de esta mañana.

Cass no esperó ni siquiera a sentarse para comenzar su informe verbal.

– Lisa Montour. Edad treinta y uno. Y de acuerdo con Phyl, hacía la manicura en el Salón Red Rose de la ciudad. Llamé al salón y supe que no había llegado aún. Llamé a su compañera de apartamento, y me dijo que Lisa salió a encontrarse con unos amigos ayer por la noche, pero no regreso a casa. La compañera no se dio cuenta de eso, sin embargo, hasta que llamaron del salón esta mañana.

– ¿Podemos conseguir los nombres de los amigos con quien se iba a reunir? -Denver preguntó.

Cass levantó el bloc de notas.

– La compañera me los dio, junto con números de teléfono. Ella iba a ir con Lisa anoche, por cierto, pero llegó a casa del trabajo realmente tarde y estaba demasiado cansada para salir. Ya he hablado con dos de los cuatro con quienes se iba a encontrar, pero ambos dicen que Lisa no se presentó. Ellos se figuraron que llegó a casa del trabajo y quizás tan sólo se durmió.

– ¿A qué hora dejó su apartamento? -Denver se recostó en su silla-. Explícame todo lo que tienes.

– Su compañera de apartamento -Carol Tufts, es su nombre- dice que Lisa salió alrededor de las nueve quince por Kelly a la calle Duodécima. Debería haberle tomado sus diez minutos como máximo llegar allá.

– ¿Ella fue conduciendo?

– Paseando. Su coche tuvo un pinchazo, y no tenía neumático de repuesto, por lo que decidió caminar. Carol dice que le ofreció usar su automóvil, pero Lisa le dijo que mejor caminaría, ya que hacía una buena noche.

– Cuando fue descubierto el neumático desinflado, ¿lo sabemos? -Denver preguntó.

– Ayer por la mañana. De acuerdo con Carol, el neumático estaba pinchado, cuando Lisa bajó para salir al trabajo por la mañana. Encontró el neumático pinchado, se dio cuenta de que no tenía recambio, por lo que alguien del salón fue a buscarla, y consiguió que la llevaran a casa ayer por la tarde. -Cass miró sus notas-. Traeré el neumático para inspección.

Su teléfono celular vibró contra su cadera, y ella miró el número.

– Es el laboratorio, -explicó al jefe-. Creo que debo tomarla.

Denver cabeceó, entonces concentró su atención en Jeff Spencer, que había estado en silencio desde que había entrado en el cuarto.

– Entonces, ¿qué tiene usted que añadir al informe del detective Burke, Spencer?

Spencer se encogió de hombros.

– No mucho.

– Bien, estaba allí en la escena esta mañana, ¿no?

– Sí. Pero Burke tenía las cosas bastante controladas cuando llegué.

– ¿A qué hora llegó allí?

Spencer se frotó la nuca y se movió en su asiento.

– No recuerdo a qué hora llegué.

Denver lo contempló. Él no quería tener esa conversación. Sobre todo no quería tenerla ahora.

– ¿Tiene algún problema, Spencer?

– Sí, señor. De hecho, yo lo soy. -La cara de Spencer era inexpresiva.

– Resuélvalo. Ocúpese de ello. Y hágalo rápido. -Denver se paró, esperando controlar su temperamento-. Hay un asesino en mi ciudad. Acaba de comenzar su juego. No tengo tiempo para mimar a nadie por sus problemas personales. Si no está al cien por cien en esto, Spencer, por el amor de Dios, dígamelo ahora.

– Bueno, Jefe, yo no había previsto hablar de esto aún. Con estos asesinatos y todo eso -La cara de Spencer enrojeció, la primera reacción que había mostrado desde que se sentó.

El jefe le hizo señas para que continuara.

– En realidad prefiero esperar hasta… -Spencer bajó la voz y lanzó un vistazo en dirección de Cass. Ella estaba concluyendo la llamada.

– No se encontró semen en ningún cuerpo, aunque ambas mujeres fueron asaltadas sexualmente. La posición de las magulladuras en el cuello en cada mujer es exactamente la misma, las huellas con la misma distancia de separación. Los rastros siguen siendo examinados, pero Tasha encontró una cosa interesante.

Ella se apoyó en la esquina del escritorio de Denver, inconsciente del intercambio entre el jefe y Spencer.

– Tasha encontró pequeñas muestras de fibras en el pelo de las víctimas. Ella va a analizarlas para ver si coinciden. -Cass levantó la mirada de sus notas.

– ¿Ha sido encontrada la ropa de la víctima de esta mañana? -Denver preguntó.

Cass asintió.

– En el contenedor. Prolijamente dobladas. Al igual que las de Linda Roman.

– Bueno, eso nos dice algo acerca de nuestro hombre, -señaló el jefe-. Hablando de eso…

Denver les mostró el sobre.

– Comunicado número dos, -dijo secamente mientras lo abría y levantaba.

– Recuérdame… -Cass leyó en voz alta.

– Creo que está claro que él quiere que pensemos que es el Estrangulador. Quiere que creamos que está de vuelta. La cuestión es, por supuesto, ¿es efectivamente él? ¿O es alguien que piensa que sería divertido hacernos pensar que lo es? De una u otra forma, ¿qué le decimos a la prensa? -El jefe regresó a su silla y se dejó caer en ella-. Les prometí tener algo para ellos en…

Él giró su muñeca izquierda para mirar su reloj.

– En cosa de una hora y treinta y cinco minutos. ¿Qué les digo?

Ningún detective habló. El cuarto se quedó de repente muy, muy callado.

– Si les digo, harán su agosto con la historia. Y eso lo incitaría. Al asesino. A él le gustará, creo.

– Y si no les dice, ¿pondremos a más mujeres en peligro? -Cass preguntó-. ¿No es mejor si el público sabe lo que está pasando, para que puedan protegerse mejor?

– Creo que podemos hacerles saber que otra mujer ha sido asesinada por quien parece ser la misma persona. Eso por sí solo debería avisar a las mujeres que tienen que tener cuidado; podemos abordar las cuestiones de seguridad con el público sin sumar la histeria sensacionalizando esto más de lo que tiene que ser. -Denver en silencio tamborileó sus dedos en los brazos de su silla-. Y por supuesto, la temporada de verano recientemente se abrió.

– Si recibe una llamada del alcalde, o algo así, ¿cómo de malo será para los negocios? -Preguntó Spencer.

– Esto no es Amity, Spencer, y creo que puedo decir sin temor que nuestro asesino no es un gran tiburón blanco. -Denver lo contempló fríamente-. Sólo lo menciono porque nuestra población se triplicará de aquí a finales de mes. Lo que le dará un mayor abanico de víctimas donde elegir.

– Lo que significa que tenemos que hacer todo lo posible para encontrarlo, y detenerlo, -dijo Cass, en seguida sacudió su cabeza-. Una afirmación estúpida. Es obvio que tenemos que encontrarlo antes de que mate a otra persona.

– Con ese fin, Burke, quiero que vaya con Tasha y repase todo lo que ella tiene. Y quiero que lleve el coche de Lisa Montour hasta el garaje y lo haga examinar con un peine de diente fino, sobre todo aquel neumático.

Cass tocó a Spencer en el hombro.

– ¿Vienes?

Antes de que pudiera responder, Denver habló.

– No, no irá. Y cierra la puerta al salir, Burke.

Cass se detuvo en el umbral y miró de nuevo sobre su hombro. El cuello de Spencer se había convertido en remolacha roja y los ojos de Denver comenzaban a estrecharse mientras se centraba en el detective que permaneció sentado.

– ¿Hay algo más, Burke? -Preguntó el jefe.

– No, yo sólo…

– Cierra la puerta cuando salgas.

Cass hizo como le dijeron.

Regresó a su oficina y marcó el número de Tasha, preguntándose lo que estaba pasando entre Spencer y el jefe. Fuese lo que fuese, no le había parecido, que ninguno de ellos estuviera feliz al respecto. No podía recordar la última vez que había visto a Spencer tranquilo, o al jefe tenso. Su instinto le dijo que tenía más que ver con la actitud de Spencer que con los recientes homicidios.

Bueno, si cualquier persona podía ajustar la actitud de alguien, era Denver.

Cuarenta minutos más tarde, Cass había dejado un mensaje en el correo de voz de Tasha, llamado a Carol Tufts y preguntado si tenía la llave del coche de Lisa Montour, y pedido a Helms que se encontraran en el departamento de Lisa Montour.

Hecho eso, Cass abandonó la estación, saliendo por la puerta lateral precisamente cuando la esposa de Jeff Spencer entraba en el estacionamiento y se detenía en la parte delantera del edificio.

En unos segundos, Jeff bajó a la acera, con una caja en sus brazos. Él equilibró la caja en una rodilla mientras abría la puerta trasera y deslizó la caja en el asiento antes de entrar en el lado del pasajero.

Perpleja, Cass se quedó en la escalinata y vio como el coche salía del lugar en dos ruedas.

Bueno, mierda, pensó. Esto no es un buen augurio.

– ¿Va camino a recoger el coche, detective?

Se volvió al sonido de la voz del jefe.

– En efecto, me encontraré con Helms allí. Hablé con la compañera de apartamento de la víctima. Dijo que las llaves del coche todavía están en el gancho en el interior de la puerta principal, donde Lisa las dejó.

– Bien. Voy camino a la oficina del alcalde para repasar lo poco que sabemos antes de la conferencia de prensa que decidió llamar. ¿Quieres cambiar sitio?

– No, gracias.

Denver comenzó a caminar pasándola y ella tocó su brazo.

– Jefe, el detective Spencer acaba de… -Ella señaló a la calle.

– Ex detective Spencer. Él ya no está con el departamento.

– ¿Qué? -Su mandíbula cayó.

– Fue su elección. Él vuelve a Minnesota o Michigan…

– Wisconsin. -Ella facilitó el nombre del estado de origen de Spencer.

– El que sea, -se quejó Denver-. Su esposa odia este lugar, odia la playa, echa de menos a su madre, echa de menos a su hermana, odia que esté en el trabajo todo el tiempo, odia no tener amigos aquí, el bebé siempre está enfermo, que nunca está cerca para ayudarla…

Él hizo una pausa.

– ¿Se me olvida algo?

– Si lo hizo, probablemente no importa.

– Sabía que algo pasaba allí, su actitud ha cambiado en el último mes o dos. Así que tuvimos que tener una charla. Le dije que necesito que esté en el caso, un cien por ciento, ya sabes, tenemos un asesino aquí, necesitamos su total atención y si no puede dárnosla, necesita replantearse su elección de carrera. -Hizo una pausa otra vez-. Por lo visto ya lo había hecho. Había hecho la solicitud y le ofrecieron un trabajo en un departamento de policía a quince millas de su ciudad natal.

– ¿Entonces se marcha? ¿Sencillamente abandona?

– Es más fácil para unos que para otros, supongo. Así que, sí, para responder a tu pregunta, se tomó los días de vacaciones, días de enfermedad, y tiempo personal y, probablemente, mientras hablamos, está haciendo las maletas para irse, si su esposa no lo ha hecho ya. Comienza su nuevo trabajo el primero del próximo mes.

– ¿Así de simple?

– Casi simple, él lo tenía planeado hace semanas. Para darle el beneficio de la duda, señaló que había previsto anunciarlo a principios de la semana, pero encontramos el primer cuerpo. A continuación, el segundo.

– Pensé que parecía un poco apartado, -dijo Cass, recordando el modo en que Spencer se había contenido y le había dejado tomar la delantera, no sólo esa mañana, sino en la escena del crimen a principios de la semana-. Pero me imaginé que tal vez sólo estaba cansado. Usted sabe, tanto que está pasando por aquí de repente, y tienen un nuevo bebé.

– Bueno, está aprovechando a ese nuevo bebé y dejándonos a nosotros las ojeras.

– ¿Le pidió que se quedara unos días más?

– ¿Cuál sería el punto? Mentalmente, ya está fuera de aquí. Mejor que se haya ido. No nos habría servido de mucho de todos modos, no con el estado de ánimo en que está en este momento.

Cass recordó esa misma mañana, cuando Jeff había llegado tarde a la escena del crimen, y había sido bastante inútil, incluso después de su llegada.

– Por lo tanto, supongo que somos tú, yo, y un par de uniformados en contra de nuestro tipo, Cass.

Denver bajó los escalones y no se volvió hasta que llegó a su coche.

– Termina con el coche y con Tasha, y luego vete a casa y duerme algo. Uno nunca sabe lo que el mañana traerá.