"Verdad Fria" - читать интересную книгу автора (Stewart Mariah)

19

Por la puerta abierta de la sala de reuniones, Cass podía oír acercarse el clic, clic, clic de tacones altos en el piso de baldosas, mientras se movían rápida, y eficientemente, en su dirección. Alzó la vista en el preciso momento en que el portador de esos zapatos cruzaba el umbral.

– Ah, aquí está la doctora McCall, -Rick anunció, y se levantó para saludar a la atractiva mujer rubia que llevaba a ella y a su hermoso maletín de cuero con confianza.

– Agente Cisco. -Ella sonrió-. Y usted debe ser el Jefe Denver.

Dejó su maletín en la silla más cercana a ella y caminó hacia la cabecera de la mesa para ofrecer su mano, que Denver sacudió algo suavemente.

– Gracias por venir, doctora McCall.

Ella asintió y se trasladó a la próxima silla, donde Cass se sentaba.

Rick hizo las presentaciones.

– Annie -Dra. McCall- ella es Cass Burke. La detective Burke.

– Me alegra conocerla.

– He oído mucho sobre usted, doctora McCall, -dijo Cass-. Los agentes Peyton y Cisco, me han dicho que es una de las mejores en lo que hace.

– Bueno, supongo que se formará su propia opinión ahora que estamos aquí. -Miró las sillas vacías que estaban alrededor de la mesa y preguntó-: ¿Dónde está el Agente Peyton? Entendí que se estaría presente en esta reunión.

– Hablé con él hace aproximadamente una hora, -le dijo Rick-. Ha estado rastreando información sobre algunos asesinatos más antiguos que cree pueden estar relacionados con éstos. Dijo algo sobre estar ahora mismo recibiendo algunos faxes y deseaba quedarse hasta que todo hubiese llegado.

– Entonces vendrá a su propio tiempo. O no, conociéndolo. Me indicó que tenía información que pondría una nueva luz sobre lo que está pasando aquí. -Ella volvió a su lugar en la mesa. A Rick, dijo-, esperemos que lo haga en las próximas veinticuatro horas. Ambos sabemos cómo es, una vez que da con algo. Tiene la tendencia de perder la noción del tiempo.

– Annie… um, doctora McCall… -Rick comenzó.

– Mantengámoslo informal, Rick. No tengo ningún problema con los nombres, ¿si todos están de acuerdo? -Miró alrededor de la mesa. Cass y Denver asintieron.

– Sigue, Rick, estabas a punto de decir…

– Iba a preguntarte si habías tenido la oportunidad de examinar los archivos que te hemos enviado.

– No tan a fondo como me hubiera gustado, pero revisé la mayor parte. -Ella abrió su maletín y sacó una libreta de papel amarillo, pasó varias páginas de notas, y luego retrocedió las páginas hasta que llegó a una hoja en blanco-. Parece ser que tiene un asesino en serie… al parecer el mismo que tenía… vamos a ver, veintitantos años atrás.

Denver asintió.

– Eso es correcto.

– Pero ningún sospechoso, entonces o ahora.

– Correcto otra vez.

– ¿Usted estaba en la fuerza en ese momento?

– Sí.

– Entonces creo que es obvio empezar con usted, Jefe. Dado que no tuve tiempo para repasarlo todo, ¿por qué no me pone al tanto? Desde entonces hasta ahora.

Annie se recostó en su silla, mientras el jefe recitaba todos los hechos conocidos acerca de su asesino. Mientras lo hacía, Cass estudió a la perfilista, que no era en absoluto lo que había esperado. La Dra. McCall -Annie- parecía estar en la mitad de los treinta, y era tan menuda, que hizo a Cass sentirse incómoda, como una amazona en comparación.

Una amazona un poco desaliñada, eso sí. Cass se miró la ropa que se había puesto apresuradamente antes ese día. Pantalones deportivos gris claro y una camiseta de manga corta. Por lo menos hacían juego, se recordó a sí misma.

En contraste, la perfilista llevaba un traje de lino que aún no se arrugaba, un top rosa pálido bajo la chaqueta sin forro. Usaba grandes aros redondos de oro y una pulsera de oro al lado de un reloj con correa de cuero marrón. El diamante en el dedo anular de su mano izquierda capturaba el sol de la tarde desde la ventana adyacente. Su maquillaje era perfecto, no exagerado, tan sólo lo suficiente para mejorar, como Lucy habría dicho.

Al pensar en Lucy, Cass descansó su codo sobre la mesa y su barbilla en la mano. Pobre Lucy. Que hubiese sido atacada era bastante malo. ¿Cómo se sentiría si ella se viera obligada a volver a Hopewell, a recuperarse con esa miserable excusa de marido…?

– ¿Cass? -Rick tocó su brazo.

– Oh. Lo siento.

– Annie estaba preguntando si hay cualquier otra cosa que recogieras de la escena del crimen que quizás quieras agregar.

Cass lo pensó antes de sacudir la cabeza.

– Nada que no esté en los informes. Intenté ser lo más cuidadosa posible.

– ¿Y los informes de las otras ciudades…? -Annie volvió a mirar sus notas-. ¿Dewey? ¿Hasboro?

– No hemos recibido todos los informes escritos todavía, -le dijo el Jefe Denver-, pero al hablar con los jefes de policía de cada una de esas ciudades, le puedo decir que tenemos idénticas escenas del crimen.

– ¿Con las víctimas plantadas de la misma manera?, -Preguntó.

Denver asintió.

– Me pregunto, Jefe, ¿podría llamar a esos jefes de policía y solicitar que le envíen por fax las fotos de la escena del crimen?

– Ya lo he pedido, doctora McCall. Hemos recibido sólo las de Dewey.

– Las miraré, si puedo. Mientras tanto, Rick, por favor, llama a la central y pide que alguien llame al jefe de policía de Hasboro y le recuerde que el Jefe Denver todavía espera las copias de sus archivos. -Ella sonrió-. Que le recuerden que no es agradable no compartir.

Rick pidió disculpas y salió del cuarto.

– ¿Puedo ver las fotos originales de sus escenas del crimen? -Annie preguntó-. Sólo las recientes por ahora.

Denver le entregó varios sobres. La perfilista sacó las fotos, una tras otra, estudiando cada una, de vez en cuando echando un vistazo a sus notas.

– Así que tenemos a alguien que es muy organizado. Ha estudiado a sus víctimas lo suficientemente bien como para saber adonde van y cuando son más vulnerables. Obviamente, el hecho de que todas estas mujeres tienen la misma apariencia física es fundamental. Él repite algo. Con el paso de los años, ha perfeccionado su técnica. Lleva todo lo que necesita con él, deja poco atrás. -Su voz era baja, como si hablara consigo misma más que a los demás en la mesa-. Y tiene una fijación por lo que las deja de una determinada manera. La pose, el pelo extendido…

Tamborileó con los dedos en la mesa distraídamente, luego miró al jefe.

– ¿Hay fotos de las víctimas anteriores? ¿Las de 1979?

– No tantas, y no tan buenas. En aquel entonces, recuerdo que pensábamos que era un poco macabro tomar muchas fotos del cuerpo como lo hacemos ahora, desde todos los ángulos diferentes. -Le pasó varios sobres desde el extremo opuesto de la mesa-. Desearía haber tomado más.

Annie estudió las imágenes de las viejas escenas del crimen.

– ¿Están en orden? -Ella frunció el ceño-. Me gustaría verlas en orden, para estudiar la progresión.

Denver comenzó a levantarse, pero Cass ya se deslizaba de su silla.

– Ellas deben ir así, -decía-. Alicia Coors, fue la primera. Aquí en Bowers. A continuación, Jo Carol Hughes -también en Bowers- luego Cindy Shelkirk. Ella fue la primera víctima de uno de los otros pueblos de la costa, fue asesinada en Tilden. Terry List, era de Dewey. Mary Pat Engles… Tilden…

Y así sucesivamente, las trece víctimas. Annie se sentó en silencio y observó a Cass mientras colocaba a las víctimas por orden de sus muertes.

– Bueno, entonces, echemos un vistazo y veamos lo que estas señoras tienen que decirnos. -Los ojos de Annie pasaron de una a otra.

– Él era mucho más joven entonces, yo diría. No un adulto todavía. No era diestro en este oficio, en esos primeros tiempos. Y él no tenía su trama en aquel entonces. No había evolucionado.

– ¿Qué quieres decir? -Cass preguntó-. ¿No había evolucionado hasta convertirse en qué?

– En el asesino metódico que es ahora -Annie respondió sin vacilar-. Aquí, en estos primeros asesinatos, estas escenas tienen poco en común con las recientes. No pensó para nada en la colocación del cuerpo… ¿ves cuan cuidadosamente han sido situados los brazos y las piernas en estas escenas actuales? En aquel entonces, todo era sobre matar. Allí parece haber habido una rabia, una temeridad en el trabajo que no veo en sus últimas víctimas. ¿Advertiste los hematomas en el lado de la cara de esta mujer? Él la golpeó un poco antes de ir al grano. Y a ésta, también. Su técnica era cruda entonces, el asesinato tenía una cualidad casi desesperada. -Ella hizo una pausa para tomar un sorbo de agua de una botella que sacó de su descomunal bolso-. Los asesinatos actuales son casi sin pasión.

Giraba la tapa de plástico blanco en la botella cuando Rick entró en la habitación y levantó el pulgar, queriendo decir que los archivos solicitados estarían en camino. Ella asintió y continuó.

– Las víctimas, sin embargo, ahí es donde él estaba haciendo su declaración en ese entonces. Todas alrededor de la misma edad, mismo tipo de cuerpo, y por supuesto, el cabello. A quienquiera que él mataba, una y otra vez, había estado totalmente obsesionado por su pelo…

– Ah, Annie, creo que hay algo que necesitas saber que no está en ese archivo que te enviamos, -dijo Rick.

– ¿Oh?

Rick giró hacia Cass como si le preguntara algo en silencio, a lo que ésta respondió con una lenta cabezada.

– La madre de Cass fue víctima de un asesinato aquí en Bowers Inlet hace veintiséis años. Toda su familia fue atacada. Cass fue la única sobreviviente.

Denver se erizó.

– Eso fue completamente diferente, ya le dije. ¿Por qué lo saca a colación?

– Jefe, no puedo dejar de ver las similitudes…

– ¿Qué similitudes? ¿No piensa que si hubiera habido similitudes, lo habríamos notado?

– … Y con Lucy siendo atacada -Lucy, que se parece mucho a la madre de Cass…

– Para, espera un minuto. No tengo ninguna víctima llamada Lucy. -Annie revisó sus notas-. ¿Quién es Lucy?

– Lucy es mi prima. Ella ha estado quedándose conmigo desde la semana pasada, -le dijo Cass-. El domingo por la noche, fue atacada.

– ¿Por este asesino? -Annie dio un golpecito a las fotos.

– Eso creemos.

Antes de que pudiera decir algo más, Rick tocó a Cass en el brazo y le dijo:

– Dile lo que Lucy te dijo.

– Él la llamó Jenny, -dijo Cass-, reiteradamente. La llamó Jenny todo el tiempo.

– Espera, espera. -Annie levantó las dos manos para detenerlos-. Empieza desde el principio. ¿Quién es Jenny?

– Jenny era el nombre de mi madre.

– Tu madre… que fue asesinada ese verano.

– Sí.

– ¿Antes o después de los otros asesinatos?

– Antes.

– Cass… -Rick tocó su brazo-. Creo que es necesario que le cuentes toda la historia.

– ¿Es necesario? -El jefe contempló a Rick.

– Creo que sí. ¿Annie? -Rick pidió su opinión.

– Estoy de acuerdo. ¿Si Cass está de acuerdo…?

Cass asintió.

– Empecemos por ti diciéndome todo lo que recuerdas sobre el día que tu familia fue atacada. -Annie se calló, y luego preguntó-: Cass, ¿puedo grabar esta entrevista? Prefiero concentrarme en lo que estás diciendo en lugar de tener que tomar notas.

– Por supuesto, hazlo.

Annie sacó una pequeña grabadora de su bolso y la puso sobre la mesa entre ella y Cass. Después de la introducción inicial y la pregunta y el permiso otorgado para grabar, Annie repitió la pregunta.

– Cass, ¿puedes decirnos lo que recuerdas sobre el día del ataque a tu familia? ¿Qué es lo primero que recuerdas?

– Me desperté temprano… el sol aún no salía. Entré en el baño y todavía estaba oscuro, pero oí a mi padre abajo. Él tenía un chárter ese día, así que se iría mucho antes del amanecer. Me encontraba en lo alto de la escalera e iba a bajar a la cocina para pedirle que no se llevara los últimos bizcochos de chocolate y nueces… nosotras los hicimos el día anterior, Trish, mamá y yo. Bueno, Trish no hizo mucho, sólo tenía cuatro años…

– ¿Qué edad tenías, Cass? -Annie preguntó.

– Yo tenía seis. Cumpliría siete más tarde ese verano.

– Está bien, continúa.

– Yo iba a bajar, pero entonces oí cerrarse la puerta trasera, y sabía que nunca lo alcanzaría. Mi papá era muy alto y caminaba realmente rápido. Cuando llegara a la cocina, él habría estado en el coche y saliendo por el sendero, así que volví a la cama. Mi hermana y yo habíamos comenzado el campamento de verano esa semana, y yo estaba entusiasmada con ir, así que no podía dormir. Todavía estaba despierta cuando mi madre vino a despertarme.

– ¿Qué era lo que te entusiasmaba?

– Oh, simplemente toda esa cosa del campamento. Era diferente de mi vida cotidiana. Uno de mis amigos tenía una fiesta de cumpleaños esa tarde. Iba a ser un picnic en la playa. Y yo estaba excitada desde el día anterior. El refugio de aves se había inaugurado oficialmente, y habíamos pasado el día entero allí. -Cass se detuvo un momento, recordando-. Mi madre nos llevó por la mañana… nos detuvimos a recoger a Lucy. Ella era de mi edad y mi mejor amiga. Cuando el campamento terminó por el día, la madre de Lucy -mi tía Kimmie, la hermana de mi madre- nos recogió y nos llevó a casa.

– ¿Qué hora era, lo recuerdas?

– Después de almuerzo. En algún momento alrededor de las dos.

– Cuando llegaste a casa, ¿entraste directamente a la casa?

– Sí. Bueno, quiero decir, Trish entró primero. Al momento en que nos detuvimos frente a la casa, saltó y corrió por la puerta, llorando porque la tía Kimmie nos iba a llevar a Lucy y a mí a la fiesta, y Trish no había sido invitada. Ella corrió a la casa antes de que yo siquiera saliera del coche.

Cass tragó con fuerza y Rick abandonó el cuarto momentáneamente. A través de la puerta abierta, se escuchó el retumbar de una lata de refresco siendo expulsada de la máquina fuera de la sala de conferencias. Regresó en un instante y le entregó la lata de Pepsi Diet a Cass, ya abierta.

– Gracias. -Ella tomó un largo trago-. Gracias.

– ¿Qué pasó después? -Annie preguntó.

– Lucy y yo salimos del asiento trasero. Me acerqué a la casa. Estaba tan tranquilo…

– Espera un minuto. ¿Lucy salió del coche contigo? -Preguntó Rick.

– Sí.

Rick frunció el ceño.

– No recuerdo ver su nombre en ninguno de los informes que leí. ¿Entró en la casa?

– No

– ¿Dónde estaba, si no fue contigo? ¿Estaba allí cerca del coche, esperándote?

– Creo que… -Cass trató de recordar-. Creo que podría haber entrado en el patio trasero. Creo que dijo que iba a esperar en los columpios. Los viste, están aún allí, en el patio. Al costado derecho de la casa.

Él cabeceó.

– De todos modos, entré. Oí algo en el segundo piso, así que subí la escalera. Todo sucedió tan rápido después de eso. Vi… Vi a Trish. Él la tiró. -Las manos de Cass comenzaron a temblar-. Sólo la recogió y la lanzó, como a una muñeca.

– Está todo en el archivo. ¿Tiene que pasar por esto? -el Jefe Denver protestó.

– Me temo que sí, jefe. -Annie se hizo cargo de nuevo-. Cass, ¿lo viste?

– No, no. No lo vi. Yo no lo miraba, miraba a mi hermana. Ella había volado por el aire… y me pregunté cómo hacía eso. Corrí hacia la escalera y él me agarró.

– ¿Desde qué dirección?

– No lo sé. Sólo me acuerdo de estar sorprendida. No sé de donde vino. Comenzó a apuñalarme entonces… con el cuchillo. -Cass luchó por controlarse, y Rick acercó su silla a la suya, pero no la tocó.

– Entonces viste su rostro.

– No. No, no lo hice. Estoy segura de eso, -ella protestó-. Creo que me desmayé después de la primera vez que me cortó.

– ¿Entonces, durante todo ese tiempo, tu prima, Lucy, estaba afuera, jugando en los columpios?

– Creo que así habría sido, sí.

– ¿Habló alguien con ella acerca de lo que quizás había visto? -Annie dirigió la pregunta al jefe.

– No. No había motivo para hacerlo. Se encontró al asesino en el garaje. -Denver apretó la mandíbula-. La niña estaba en el patio cuando llegamos allí.

Annie volvió su atención a Cass.

– ¿Qué pasó después?

– No lo sé. Jefe, usted sabe más que yo

– La señora Donovan -la tía de Cass- comenzó a preguntarse dónde estaba su sobrina. Salió de su coche y se dirigió a la casa para averiguar qué le estaba tomando tanto tiempo. Entró y escuchó un sonido -ella lo describió como un suave gemido- desde la cocina. Ella entró, y encontró a Wayne Fulmer -él tenía un cuarto en uno de aquellos viejos moteles a lo largo de la Ruta Nueve, daba vueltas por la ciudad la mayor parte de los días- Wayne estaba llorando, sentado en el suelo junto al cuerpo de Bob Burke. Sus manos y la ropa estaban cubiertas de sangre. De acuerdo al testimonio de la Sra. Donovan, comenzó a gritar, «Dios mío, ¿qué has hecho?» Y Wayne, comenzó a gritar, «No, no, no yo. No Wayne». Luego él salió corriendo la puerta trasera, y ella fue arriba, llamando a gritos a su hermana. Te encontró donde habías caído, -asintió a Cass-, en las escaleras.

– ¿Quién llamó a la policía? -Annie preguntó.

– Alguien vio a Wayne pasar corriendo por el camino, cubierto de sangre. En el momento en que llegamos allí, él se había metido en el garaje de Burke para ocultarse, que es donde lo encontramos.

– ¿Se recuperó el cuchillo? -Preguntó Rick.

– Lo encontramos en el suelo en la parte inferior de la escalinata.

– ¿Huellas?

– El mango y la hoja estaban tan resbaladizas con sangre, que no pudimos obtener una impresión.

El jefe echó un vistazo en dirección a Cass para ver su reacción, pero no había ninguna.

– Cuando se lo interrogó acerca de por qué él estaba allí, ¿qué les dijo? -Preguntó Rick.

– Dijo que había tropezado con Bob en el puerto deportivo una hora antes y que Bob le dijo que había tenido una gran captura, que si pasaba por la casa, le daría algunos peces.

Comenzó a juguetear con sus gafas.

– Tiene que tratar de entender cómo esto golpeó a la comunidad. Todos en pueblo conocían y querían a los Burkes. La familia de Bob vivía aquí antes de que hubiera una ciudad. Nada así había pasado alguna vez en Bowers. Por lo que sabía, nada como esto había ocurrido en cualquier lugar cerca de aquí. Dejó a todos sin palabras. Todo el mundo se enfureció cuando se filtró la noticia de que encontramos a Wayne escondido en el garaje. Que hubiéramos tenido a esa escoria asesina viviendo aquí mismo en Bowers Inlet, caminando en nuestras calles… bien, las personas estaban terriblemente indignadas. Pero aliviadas, sabe, porque él había sido encarcelado.

– El monstruo de Frankenstein, -Annie murmuró.

– ¿Qué? -Denver frunció el ceño.

– La escena de la vieja película de Frankenstein acaba de saltar en mi mente. Esa donde la muchedumbre enojada persigue a la criatura.

– Estábamos enfadados, doctora McCall. Gente buena -una maravillosa familia- había sido masacrada en su propia casa. Todos sentían que si les sucedió a ellos, podría sucederle a cualquiera.

Denver suspiró fuertemente.

– Conocía a Bob y a Jenny, los conocía de toda mi vida. Mi hermano fue a la escuela con ellos, y después en la secundaria, estuvo terriblemente enamorado de Jenny.

El jefe sintió los ojos de todos sobre él entonces, y sacudió la cabeza.

– Ni siquiera piensen que podría haber sido él. Lo perdimos en Vietnam. Fue hace mucho, por el verano del '79.

Se aclaró la garganta.

– De todos modos, estábamos hablando del día… ese día. Nosotros -Jack Cameron y yo, él lleva muerto unos seis o siete años- entramos en la casa, y era como caminar en una película de horror. Cassie estaba allí en el piso de arriba, cubierta de sangre. Pensábamos que estaba… bien, pensamos que no había supervivientes. Entonces nos dimos cuenta de que ella parecía moverse, y llamamos a una ambulancia. Le di respiración boca a boca para tratar de mantenerla con vida. -Se limpió una lágrima de su rostro sin aparentemente notar que lo había hecho-. Yo nunca había visto nada igual. La carnicería. Esa niña, su cuello quebrado como si fuera una ramita. Y Jenny allí en el suelo del dormitorio… Bob en el suelo de la cocina. Y Wayne Fulmer encogiéndose en el garaje, gimiendo y temblando y cubierto de la sangre de Bob. -Él miró a Rick-. ¿Quién pensaría que lo hizo, Agente Cisco, si se hubiera topado con esa escena?

– Bueno, admito que se veía bastante malo para Wayne.

– No teníamos en aquel entonces ADN, sólo tomábamos las huellas dactilares. Y no siempre era exacto, según quien examinaba las impresiones. Nada de correspondencia electrónica. No había perfiladores que vinieran y nos dijeran qué tipo de personalidad se suponía estábamos buscando. -Contempló a Annie con sordo resentimiento.

– Jefe, lo siento. No lo estamos acusando, ni juzgando… -Annie comenzó, pero él la interrumpió.

– Sí que lo hacía, doctora McCall. Usted juzgaba, criticaba y nos acusaba de un trabajo policial mal hecho. No juzgue nuestras acciones o nuestras decisiones de hace veintiséis años por la manera en que hacemos las cosas hoy en día. No teníamos las herramientas para ese entonces. -Denver se levantó y abandonó la sala antes de que nadie pudiera detenerlo.

– Mierda, -dijo Rick en voz baja.

Cass se levantó para ir tras su jefe.

– Déjame a mí, Cassie. Fue mi culpa. Voy a hablar con él. -Rick siguió a Denver de la habitación.

– Cass, ¿podríamos terminar aquí? Sólo tengo algunas preguntas más para ti. -Annie se acercó y puso una mano sobre el brazo de Cass.

– Creo que debería ir a ver y si él está bien. -Ella hizo gestos hacia la oficina del jefe.

– Rick hizo el lío, Cass. Él lo limpiará.

– Está bien. Le daré cinco minutos para volver. Si no se ha calmado y vuelto para entonces, iré y hablaré con él. Por lo general, no le toma mucho más que eso calmarse, no importa cuan enojado esté.

En ese momento, el teléfono celular de Cass sonó, y ella miró el número expuesto en la pequeña pantalla.

– Tengo que tomar ésta, -dijo Annie.

– Khaliyah. ¿Cómo estás? -Ella se levantó y caminó hasta la ventana.

– Estoy bien, Cassie. Me preguntaba cómo estás. Vi en las noticias, acerca de tu prima. Quería asegurarme de que tú… -La chica se detuvo, su voz temblorosa-. Sólo quería asegurarme de que estabas bien, eso es todo.

– Eso es realmente dulce. Te agradezco la llamada. Pero no quiero que te preocupes por mí. Estoy bien.

– Fui a tu casa y vi a los policías y la cinta amarilla alrededor de todo el lugar y tuve miedo, -admitió Khaliyah.

– No hay motivos para estar asustada.

– Quería que supieras que puedes venir y quedarte aquí, conmigo, si necesitas un lugar donde alojar.

– Esa es una bonita oferta. Gracias, Khaliyah. Pero tengo un lugar.

– ¿Un lugar seguro?

– Totalmente seguro, sí. -La garganta de Cass se apretó, de tan emocionada que estaba ante la preocupación de su joven amiga.

– Pero si algo pasa, si es necesario…

– Serás la primera persona a la que llame. Te lo prometo.

– Supongo que nuestro uno a uno está descartado por un tiempo.

– Nah. Estaré allí.

– ¿Estarás?

– Puedes apostarlo.

– ¿Estás segura?

– Segurísima. -Cass vaciló por un momento, luego añadió-: Pero tratemos de llegar un poco antes esta semana. De esa forma podemos concluir mientras todavía hay luz.

– Muy bien. ¿A las seis?

– Las seis es perfecto. A menos que te diga lo contrario.

– Muy bien. Te veré entonces.

– Khaliyah…

– ¿Qué?

– Pregúntele a Jameer si puede llevarte esta semana, ¿bien? ¿Hasta que esto termine? No creo que desees andar dando vueltas por la ciudad.

– Muy bien. Se lo pediré.

– Si él no puede, me llamarás, ¿verdad?

– Correcto.

– Nos vemos entonces. Y gracias, Khaliyah. -Cass cerró su teléfono y dejó lo caer en su bolsillo.

– Lo siento, -dijo a Annie-. ¿Dónde estábamos?

– Estábamos… -La puerta se abrió detrás de ella y Annie se dio la vuelta a tiempo para ver a Rick y al jefe regresar a la habitación.

– Lamento la interrupción. -El Jefe Denver saludó con la cabeza a las mujeres.

Tomó asiento a la cabecera de la mesa, y Rick se sentó junto a Cass de nuevo como si nada hubiera ocurrido.

– ¿Qué más querías preguntarme? -Cass preguntó a Annie.

– ¿Recuerdas algo más sobre aquel día? ¿Tienes alguna otra imagen en tu mente?

– Bajando la escalera para desayunar, detrás de mi madre. El pensar que se veía tan bonita. Que yo nunca sería tan bonita como ella.

– ¿Qué llevaba puesto?

– Una blusa blanca. Pantalones capri rosa y blanco, -respondió sin vacilar-. Tenía el cabello atado atrás en una cola, como siempre, y se balanceaba…

Ella aclaró con una mano.

– Yo solía desatarlo cada vez que podía. Era una especie de juego tonto entre nosotras. Esa mañana, cuando bajábamos la escalera, extendí la mano, agarré la cinta y se la saqué, pensando que su pelo caería libre, pero ella había usado una goma, también, por lo que el moño subsistió. Ella se rió, porque me había burlado ese día, y se ató la cinta de nuevo en su pelo.

– Quizá deberíamos dar a Cass un descanso, -dijo Rick abruptamente, mirando directamente a Annie-. Creo que todos podemos aprovechar un pequeño descanso.

Cass frunció el ceño.

– Acabamos de tener un pequeño descanso.

– Oh. Excelente idea. -Annie había notado su expresión, la que decía, sólo confía en mí-. Sabes, estuve sentada durante varias horas en el coche camino aquí, y me encantaría tener la oportunidad de estirar las piernas.

Se volvió a Cass y preguntó:

– ¿Hay algún lugar cerca donde pueda comprar helado? Me muero por un cono de helado.

– Hay un lugar a pocas cuadras de aquí.

– ¿Te importaría mostrármelo? ¿Damos un pequeño paseo?

– Claro. ¿Por qué no? Déjame buscar mi bolso. Lo dejé en mi oficina.

Después de que Cass dejó el cuarto, Annie giró hacia Rick y preguntó en voz baja,

– ¿Cuánto tiempo quieres?

– Todo el tiempo que puedas darme.

Annie asintió, y salió al pasillo, cerrando la puerta detrás de ella.

Rick se dirigió al jefe y le dijo:

– Realmente necesitamos ver el archivo del homicidio Burke, Jefe. Lo siento. Quise decir lo que dije en su oficina. No estoy tratando de pisarle los dedos y me disculpo de antemano si usted piensa lo contrario. Pero en este momento, tengo que ver si ese archivo todavía está aquí.

– Por supuesto que está aquí. Hay un par de cajas con cosas que encontramos en la escena. No somos unos completos palurdos, sabe, -dijo bruscamente Denver-. ¿Qué está buscando?

– Sea lo que sea que las pruebas puedan decirnos. Cualquier cosa que nos pueda decir algo que aún no sepamos.