"Verdad Fria" - читать интересную книгу автора (Stewart Mariah)20– ¿Está seguro de que esto es todo? -Rick miró a Denver. Acababa de registrar el contenido de las tres cajas de pruebas que habían transportado del cuarto de almacenamiento del departamento al final del pasillo, donde habían estado desde que las trasladaron del garaje del ex jefe de policía cuando se construyó el nuevo edificio municipal-. ¿Estas son las únicas cajas? – Esto es todo lo que tenemos. Tres cajas. Puedo asegurarlo yo mismo. Es todo lo que hemos tenido siempre. – ¿Hay alguna posibilidad de que otra caja de pruebas quedara en el garaje cuando este material se trasladó aquí? ¿Una caja más pequeña, tal vez, que podría haber sido pasada por alto? – No. Yo fui uno de los agentes que limpió el garaje del jefe después de su muerte y traje los archivos y los puse en el cuarto de almacenamiento. Puedo decirle, que cada ápice de evidencia que fue puesto allí volvió ahí adentro. El cuarto siempre está cerrado, y Phyllis tiene la única llave. Usted quiere algo, tiene que pedírselo a ella, como tuvimos que hacer. – El jefe… ¿cuál era su nombre? – Wainwright. – ¿Cómo es que todas sus cajas de pruebas terminaron en el garaje del Jefe Wainwright, de todos modos? – No había otro lugar para almacenar el material. La antigua comisaría tenía sólo tres pequeñas habitaciones. -Denver se encogió de hombros-. No nos pareció una gran cosa en aquel entonces. No pensábamos en cosas como la cadena de mando o pruebas manipuladas. No teníamos otro lugar para almacenar los archivos viejos, así que cuando él construyó ese nuevo garaje grande, ocupamos parte de él. Además, se trataba de un caso resuelto. Teníamos a nuestro hombre. Había sido juzgado y condenado. Usted puede decir lo que quiera ahora, Agente Cisco, pero el jurado estaba convencido. No hubo ninguna otra maldita razón para pensar que otra persona aparte de Fulmer Wayne estuviera implicada. No estoy todavía seguro de que exista ahora. – Mantengamos ambos la mente abierta, Jefe. Admitiré que la evidencia contra Wayne era bastante sólida y usted admitirá que las cosas quizás no eran lo que parecían en ese momento. Ahora, ¿qué guardaba el Jefe Wainwright en la otra parte del garaje? – Él tenía un viejo coche en el que trabajaba. Restaurándolo. No recuerdo cual era, francamente. – ¿Entonces cualquiera podría haber entrado en el garaje y examinado las cajas? Denver frunció el ceño. – No es probable. La propiedad de Wainwright estaba toda vallada en la parte de atrás. Aparte de eso, tenía el perro más grande, y más malo en la costa de Jersey, corriendo por ese garaje. El jefe tenía una de esas puertas para perros y el perro solía entrar y salir. Puedo decirle por propia experiencia, que era un perro arisco. No me puedo imaginar a un extraño eludiéndolo. Rick dio otro vistazo rápido más a la caja que contenía las prendas de vestir de Jenny Burke. – ¿Quiere decirme qué es lo que está buscando? – En primer lugar, estoy buscando la cinta que Jenny tenía en el pelo esa mañana. Cass dijo que llevaba una cinta en el pelo. – Sí, recuerdo verla en el juicio. La cinta del pelo, sus pendientes. Una fina cadena de oro que llevaba alrededor del cuello, tenía un pequeño corazón en él. Todas esas cosas pequeñas se encontraban en sobres separados. Denver miró el inventario. – Dice aquí que hay una cinta, mire aquí. Una cinta rosada. -Denver se inclinó sobre un lado de la caja, apartando a Rick-. Se guardó, está todavía aquí… Él hurgó la caja durante unos minutos, murmurando, – Podría haberse caído del sobre, tiene que estar aquí en algún lugar… -Luego levantó la mirada, perplejo. – No está aquí. – Yo no lo vi, tampoco. – ¿Dónde podría estar? -Denver frunció el ceño-. Se guardó, justo después del juicio. Comenzó a sacar artículos de la caja, uno tras otro. – Aquí está la cadena con el corazón… los pendientes. Ninguna cinta. Tal vez en esta caja… -Denver comenzó a buscar en una segunda caja. Cuando llegó con las manos vacías, pasó a la tercera. – ¿Por qué tomaría alguien la cinta y dejaría las joyas de oro? -Rick se preguntó en voz alta. – Cierto. Si usted va a robar de la caja de pruebas, ¿por qué no tomar los artículos que tenían algún valor? ¿De qué sirve…? -Denver se detuvo a mitad de la frase y giró para mirar a Rick. – Esas fibras rosadas que el laboratorio encontró en el pelo de las víctimas, -dijo rotundamente. – Eso es lo que pienso. La pregunta es, ¿cómo lo consiguió? – ¿Cómo quien consiguió qué? -Cass entró en la habitación, seguida de Annie, que, al darse cuenta de que Rick podría haber aprovechado un poco más de tiempo, le sonrió contrita-. Les trajimos a ambos un poco de helado. Cass procedió a desempaquetar la bolsa. – Chocolate para el jefe… Sé que es su favorito. Annie pensó que te gustaría el café, Rick. Rick asintió. – Sí. Gracias. – ¿Qué hay en las cajas? -Cass frunció el ceño, entonces observó la etiqueta del lado de la caja más cercana al final de la mesa. Cass miró de Rick al jefe y atrás otra vez. – Sabes, no tenías que enviarme por helados, como si yo fuera una niña. -Ella se dirigió a los hombres, enojada con ambos-. Me siento realmente insultada porque ninguno de ustedes pensó que podía hacerle frente a esto, que yo no era lo suficiente profesional o lo suficientemente estable… – No los culpes a ellos, -Annie la interrumpió-. Fui yo. Entendí por la expresión de Rick que algo le estaba molestando y parecía que necesitaba sacarnos de en medio. Yo no estaba segura del por qué. El helado fue lo único que pude pensar, ya que me salté el almuerzo y el helado es la primera cosa que pienso cuando tengo hambre. Discúlpame. No fue pensado como algo más que un medio para comprar a Rick un poco de tiempo para… lo que sea que quería hacer. – Al parecer lo que él quería hacer era revisar las pruebas sin mí. Yo no soy frágil, Rick. Sé lo que las cajas de evidencia contienen. En caso de que lo hayas olvidado, he sido detective durante varios años, he visto cadáveres… diablos, ¿quién crees que tomó las fotos de estas víctimas? -Ella señaló la pila sobre la mesa. – Lo siento, Cass. Simplemente se me ocurrió buscar algo específico, y no quería que te perturbaras si lo encontrábamos. -Soltó un largo aliento-. Lo siento. Estuve definitivamente fuera de lugar. Debería haberlo pensado detenidamente. Si lo hubiera hecho, me habría dado cuenta de que no había necesidad de tratarte con condescendencia. Realmente lo siento. No sé qué más decir. – ¿Lo hiciste? – ¿Hice qué? – ¿Encontrar lo que estabas buscando? – No. – ¿Y qué es, puedo preguntar? – La cinta que sacaste del pelo a tu madre esa mañana. – ¿No estaba ahí? -Ella frunció el ceño. – Desapareció. El jefe recuerda que estaba allí después del juicio. Pero ahora ha desaparecido. – Él la tomó. Él la tiene. -Cass miró a Rick, su ira dejada a un lado por ahora. -Las fibras que Tasha encontró… ella dice que es de cinta que no ha sido fabricada durante años… – ¿Cómo encaja eso con su perfil, doctora McCall? -Denver preguntó. Annie dejó su bolso en la mesa de conferencias y volvió a abrir el archivo. Sacó el sobre de fotografías que el jefe le había dado cuando llegó y esparció las imágenes a través de la mesa. Sin ser preguntado, Denver tomó una carpeta de una de las cajas y sacó una foto que entregó a Annie. Ella la estudió durante varios minutos, luego la puso sobre la mesa, delante de las demás. – Esto lo pone todo en perspectiva, -dijo de forma directa-. Esto hace que todo tenga sentido. Sus ojos pasaron de una foto a otra foto de la escena del crimen. – Explíquemelo, entonces, porque no la sigo. -Denver cruzó sus brazos sobre el pecho-. ¿Cómo explica usted el hecho de que mató a todos los Burkes? Salvo tú, por supuesto, Cass, aunque Dios sabe lo intentó. -Hizo una pausa para preguntarle-, ¿estás segura de que puedes con esto? Sabes, nadie podría pensar menos de ti. Se trata de tu familia de la que estamos hablando aquí. Cass apartó su preocupación y asintió. Ella nunca había visto las fotos de la escena del crimen de su propia casa, y, a pesar de su bravata, no pensaba con mucha ilusión en ello ahora. En aquel momento, su orgullo la mantuvo en su asiento y se concentró en las fotos en la mesa entre ella y Annie. – Mire, yo digo que los homicidios Burkes no se ajustan a la pauta, doctora McCall. Jenny Burke fue atacada junto con toda su familia. Y Jenny Burke no fue violada. Todas las otras víctimas fueron atacadas solas -cada una de ellas violada y estrangulada- ninguna de ellas en sus hogares. – Todo cae en su lugar cuando te das cuenta de que Jenny Burke fue su primera víctima. -Annie giró hacia Cass-. Anteriormente dijiste que tu padre siempre dejaba la casa muy temprano por la mañana. Que llevaba chárter de forma regular. – Así es. El pescaba casi todos los días, llevaba chárter al menos cinco veces a la semana en los meses cálidos. – ¿A qué hora llegaba por lo general a casa? – Debe haber sido alrededor de las cuatro treinta, casi todos los días. No sé como podría decir la hora cuando tenía seis, pero recuerdo a mi madre diciendo, «Es hora de limpiar para la cena, papá estará en casa antes de que el reloj de las cinco». Sabiendo lo que ahora sé acerca de los chárter, me imagino que en el momento que regresaba al puerto deportivo y amarraba el bote, lo limpiaba del viaje para que estuviera listo para salir de nuevo al día siguiente, las cuatro y media podría estar más cerca. Si tenían realmente una buena mañana, no obstante, si los peces corrieran mucho y todos en el grupo capturaban lo que querían, habría traído el barco de vuelta más temprano. No habría habido ningún motivo para permanecer fuera. – Lo que al parecer fue lo que sucedió ese día. – De acuerdo a Henry Stone -trabajaba para Bob- volvieron al muelle a las doce treinta, y se marcharon a casa poco antes de la una, -le indicó Denver-. En realidad, cuando Bob fue atacado, él estaba de pie en el fregadero de la cocina, limpiando la captura de la mañana. Daba la espalda a la puerta. – ¿Y a qué hora ocurrió el ataque? -Annie preguntó. – Llegamos a la casa alrededor de las dos y media más o menos, creo. Por lo tanto, tuvo que ser antes de eso. – Antes he dicho que pensaba que nuestro hombre era joven. Desorganizado. Que tal vez este había sido su primer asesinato. Ahora estoy convencida de que era el caso. -Annie se sentó en su asiento-. No creo que fuera a la casa de Burke con la intención de matar a nadie. Creo que fue allí para ver a Jenny… él la conoció en algún lugar. Creo que estaba totalmente encaprichado con ella. Tal vez se imaginó enamorado de ella. Tal vez se imaginó que ella estaba enamorada de él. – Obsesionado, -Rick opinó. – Exactamente. -Su mirada volvió a las fotos-. ¿Ves cómo el cuerpo de Jenny está colocado? Ella yace de lado, sus brazos están sobre su cabeza. Y cada una de sus víctimas posteriores se encuentra en la misma posición, las más recientes preparadas más cuidadosamente. Creo que ha llevado esa imagen -el recuerdo de Jenny- en su cabeza durante todos estos años. – ¿Dices que piensas que está matándola una y otra vez? -Cass preguntó. – Creo que es más exacto decir que cada vez espera que termine de otra manera, -Annie murmuró-. Creo que ataca a estas mujeres porque le recuerdan a Jenny, pero cada vez piensa, «Esta vez lo haré bien. Ella no luchará contra mí, y no tendré que lastimarla». – ¿Cómo podría pensar que, posiblemente, una mujer no va a luchar mientras está siendo violada y estrangulada? -Cass preguntó. – No piensa en ello como violación. Piensa que su víctima quiere intimar con él. Sólo la estrangula cuando ella no coopera, -explicó Annie. – ¿Entonces piensas que creyó que mi madre quiso tener el sexo con él? -Cass preguntó, la indignación creciendo dentro de ella. – Creo que creyó eso, sí. Lo cuál no es una crítica contra tu madre. Por favor, tenlo en mente, estamos hablando de una personalidad alucinatoria aquí. -Annie abrió el contenedor de espuma de poliestireno que contenía su helado, y casi inconscientemente comenzó a sacar pequeños bocados con la cuchara de plástico-. Suponiendo que hemos descubierto por qué, todavía tenemos que descubrir el quién. Ella lamió la cuchara, con una lejana mirada en su cara. – Con quién podría haber estado en contacto… alguien joven, inexperto… – La secretaria del departamento y yo hemos estado revisando los anuarios, tratando de compilar una lista de quién habría estado por aquí en aquellos tiempos, quién está de vuelta en la ciudad ahora. Dentro de un cierto límite de edad, por supuesto. -Denver explicó a Annie que una gran reunión multi grados se estaba llevando a cado esa semana-. Estamos tratando de precisar algunos sospechosos probables, pero nuestra lista es sólo parcialmente completa. – ¿Qué criterios está usando para reducir la lista? – Bueno, ya que nos enteramos de que hubo otros asesinatos idénticos, en diferentes estados, -incluso países diferentes- a través de los años, pensamos en alguien cuyo trabajo le exige moverse mucho. O alguien en el ejército, tal vez, -dijo Denver. – Peyton va a poner los nombres en la computadora de la Oficina, y ver lo que suelta, una vez que la lista esté completa, -dijo Rick. Denver se mantuvo escéptico. – Todavía no acepto cien por ciento su teoría de que los Burke fueron asesinados por el mismo hombre, doctora McCall. ¿Cómo explica usted el hecho de que Jenny no fue violada y todas las demás sí? – La ropa de Jenny Burke fue rasgada, según el informe que me envió, Jefe. Él no la violó, porque fue interrumpido. Lo que probablemente lo enfureció. Tanto que esperaba que su marido no estuviera allí, tanto que tuvo que matarlo. Lo que debe haberlo puesto muy nervioso. Se habría aterrorizado cuando comprobó que ella no estaba sola en la casa. -Annie parecía estar hablando consigo misma-. Eso lo habría desequilibrado por completo. Rick asintió. – Te sigo. Él entra en la casa, esperando que esté vacía, con excepción de Jenny, que incluso podría pensar que lo está esperando, que desea que vaya por ella. Ve a Bob en la cocina, y tal vez actuando impulsivamente, ve el cuchillo y lo utiliza. En seguida sube las escaleras, probablemente cubierto por la sangre de Bob… Rick miró furtivamente a Cass. Ella estaba blanca, pero controlada. Tratando de ser profesional, aun mientras discutían los detalles de las muertes de sus padres, pensó. Denver les dijo, – La ropa de Jenny tenía manchas de la sangre de Bob. Pensamos que fue sorprendida arriba, y trató de luchar con él… – Lo qué lo habría confundido y enfurecido, -Cass añadió un comentario por primera vez. – Es probable que tú y tu hermana llegaran a casa justo en ese momento, -dijo Annie-. Y entonces de verdad entró en pánico. Tu madre habría tratado de advertirte. – Así que se aterró de nuevo y la estranguló. Cuando Trish subió la escalera, estaba probablemente frenético. -Cass cerró los ojos-. Y cuando entré… – Habría estado completamente fuera de control para entonces. Totalmente fuera de sí. El entró en pánico y salió corriendo de la casa… -Rick hizo una pausa-. ¿Por qué no lo vio nadie? – ¿Qué? -Cass abrió sus ojos. – ¿Por qué nadie lo vio salir de la casa? Tu tía estaba afuera adelante, ¿verdad? Ella lo habría visto si hubiera salido por la puerta principal. -Rick comenzó a repasar-. Tu tía dice que cuando entró en la casa, fue directamente a la cocina. Que alguien estaba allí en la cocina, cubierto de sangre. – Wayne Fulmer, -Denver suministrado el nombre. – ¿Dijo alguna vez que vio a otra persona en la casa? -Rick preguntó al jefe-. ¿Que alguien pasó corriendo por delante de él? – No. Nunca dijo nada sobre ver a alguien más. Él testificó que subió la escalera trasera y golpeó, y cuando nadie respondió, se asomó por la puerta mosquitera y vio a Bob en el piso, así que entró, pensando que quizá Bob se había caído, pero luego vio toda la sangre en el suelo. Dijo que trató de reanimarlo, afirmó qué, fue así que llegó la sangre de Bob a sus ropas, luego escuchó la conmoción, y lo próximo que supo, fue que la tía de Cass estaba de pie allí gritando como loca. – Leí los informes. Su historia nunca parece haber cambiado, -señaló Rick. – No, nunca lo hizo. -Denver parecía pensativo. – Por lo tanto, volvemos a la pregunta de cómo este tipo salió de la casa sin que nadie lo viera, -dijo Annie-. Si alguien distinto de Fulmer cometió los asesinatos, ¿por qué nadie vio a este segundo tipo? – Podría haber salido por la puerta del sótano, -les dijo Cass. – ¿Dónde está, en relación con el resto de la casa? -Preguntó Rick. – La puerta al sótano está detrás del hueco de la escalera principal en la casa, -le dijo-. Hay una salida en el patio de atrás del sótano. – Cass, has dicho que pensabas que Lucy estaba en el patio de atrás. – Pensé… dijo que iba… -Cass frunció el ceño-. Pero eso significaría que ella lo habría visto. Cass miró al jefe. – ¿Dijo ella algo sobre ver a alguien salir del sótano? – No le preguntamos lo que ella vio, -dijo en voz baja-. Nunca se nos ocurrió preguntarle. – ¿Nunca te dijo nada, todos estos años, acerca de ver a alguien en el patio? -Preguntó Rick a Cass. – No. Ni una palabra. – Ella puede haberlo bloqueado. Puede no querer recordar quién -o lo que- vio, -le dijo Rick. Annie tocó su brazo. – Cass, ¿crees que tu prima estaría de acuerdo en ser hipnotizada? – No. De ninguna manera. No puedes pedirle que haga eso. -Cass sacudió la cabeza con vehemencia-. No está en condiciones. Ha pasado por mucho esta semana, su laringe está dañada, apenas puede hablar… no, no podemos hacerle eso. – Cass, ella puede recordar algo, algo que quizás ayude a identificar al hombre que estuvo allí ese día. No había nadie más ahí, -le recordó Annie. Cass sacudió la cabeza. – Tal vez si ella quiere, cuando salga del hospital, pero no ahora. – Bueno, supongo que nos deja de regreso a los anuarios y a merced de de las habilidades de Peyton con la computadora. Por excelentes que puedan ser, -dijo Annie a Rick. – Muy bien. Jefe, ¿podría comprobar con Phyl y ver si podemos tener cualquier lista que haya compilado hasta ahora? Creo que debemos comenzar por lo menos con… – Estás equivocada, -dijo a Cass Annie-. Había alguien más allí. Annie inclinó su cabeza ligeramente a la izquierda. – Yo estuve allí. Tal vez si Lucy enterró algo… bueno, tal vez, yo también. Quizás hay algo que vi… algo que no recuerdo. -Ella frunció el ceño-. No creo haberlo visto, pero realmente no recuerdo. – ¿Estás segura de querer hacerlo? -Annie preguntó. – Sí. -Cass asintió-. Definitivamente. Hagámoslo. Aquí mismo. En este momento. – ¿Estás segura? Puede recordar cosas que desearías no haber hecho. – Estoy segura, -insistió Cass. – Si estás segura… en primer lugar, vamos a ponerte cómoda. -Annie se levantó. – Estoy bien, -le dijo Cass-. Estoy bien aquí mismo. – Me temo que voy a tener que pedirles a ambos que abandonen la sala. -Annie miró disculpándose al jefe y a Rick, añadiendo-: mientras menos distracciones, mejor. – Muy bien. Estaremos examinando la lista de nombres que Phyllis ha estado preparando, -dijo Rick cuando salía. – La llamaré a mi oficina, trabajaremos allí. -El jefe se detuvo al salir de la sala-. ¿Estás segura acerca de esto, Cassie? No tienes que… – De verdad tengo que hacerlo, -ella le dijo-. Pero gracias. Denver asintió y cerró la puerta detrás de él. – Bueno, ¿qué hacemos primero? – Quiero que te pongas lo más cómoda que te sea posible en esa silla. -Annie miró la silla en la que estaba sentada Cass-. ¿Es posible estar cómoda en ella? – Estoy bien. Sólo hagámoslo. – Está bien, entonces. Quiero que cierres los ojos, y te concentres sólo en el sonido de mi voz. No pienses en nada más. Sólo en el sonido de mi voz. Eso es todo lo que oyes, Cassie. Todo lo que quieres oír… La voz de Annie se redujo ligeramente, pero Cass podía oírla bien. – Permítete relajarte, Cassie. Tu mente te llevará a un lugar donde todo es tranquilo. Mi voz te llevará allí. Y una vez que estés ahí, nada importará, excepto el sonido de mi voz… Cass cerró sus ojos, y se concentró en las palabras de Annie. Cuando Annie le dijo que se dejara llevar por el sonido, se dejó llevar. – Quiero que empieces a contar hacia atrás desde cien, muy lentamente, hasta llegar a veinticinco. Cass lo hizo. – Estás ahora ahí, Cass. Es pacífico y seguro allí. Nada te puede lastimar en ese lugar. Puedes ver, pero no puedes ser vista, ¿entiendes? -La voz de Annie se redujo aún más, sus palabras suaves, tranquilizadoras-. Cass, si me entiendes, dímelo. – Entiendo. -Las palabras parecían flotar de sus labios. – ¿Estás ahí, entonces, Cass? ¿Te sientes tranquila? ¿Te sientes segura? – Sí. Me siento a salvo aquí. – Bien. Si en cualquier momento crees que sientes algo que no sea completa seguridad, me lo dices, ¿está bien? – Está bien. – Vamos a ver tu casa, Cass. La casa donde tú, tu madre, tu padre y tu hermana vivían cuando eras una niña. ¿Ves la casa, Cassie? Ella asintió. – La veo. -Realmente la vio. – ¿De qué color es la casa? – Es marrón. – ¿Hay contraventanas en las ventanas? – Blancas. Con recortes que parecen aves. – ¿Puede decirme qué tipo de pájaros? – Gaviotas. Ellas vuelan… -Levantó sus manos, junto las palmas, y apuntó con los dedos hacia afuera. – ¿Qué más ves? – Flores. Rosadas por la puerta delantera. Mamá hizo que papá pusiera algo en la pared para que suban al segundo piso. -Sus ojos se movieron rápidamente detrás de los párpados-. Ellas crecieron sobre la puerta. – ¿Son rosas? ¿Rosas rosadas sobre la puerta y el lado de la casa al segundo piso? Cass asintió. – ¿Ves las rosas en flor? – Sí. – Por lo tanto, debe ser junio, ya que las rosas florecen en junio. -Annie se inclinó más hacia Cass para seguir tranquilizándola-. Quiero que pienses en junio en particular, Cass. Quiero que pienses en la última vez que estuviste en esa casa. Era junio. La escuela había terminado. Ibas al campamento de verano ese año. Tú, Trish y Lucy, todas ustedes fueron juntas. Los párpados de Cass empezaron a revolotear. – Recuerda, Cass, puedes ver, pero nadie puede verte a ti. ¿Recuerdas? Te lo prometo, nadie puede verte. Las manos de Cass agarraron los brazos de la silla. – ¿Quieres tomar mi mano mientras lo haces? -Annie extendió sus manos, pero Cass ni abrió los ojos ni trató de tomarlas. – Puedes tomarlas en cualquier momento que sientas que quieras, Cass, recuérdalo. Te prometo que estás segura. Te mantendré segura. Cass asintió. – Durante ese día, ese último día, dime lo que recuerdas acerca de la mañana. Cass relacionó todo lo que sucedió antes. Despertar mientras todavía estaba oscuro. Levantarse para el campamento y estar emocionada por la fiesta a la que ella iba a ir más tarde ese día. Todo, seguir a su madre mientras bajaba las escaleras hasta volver a casa después del campamento, y entrar en ella. – ¿Qué es lo que oyes cuando entras en la casa? Cass sacudió su cabeza. – ¿No escuchas nada? – No sé lo que oigo. – ¿A qué suena? – Sólo… -Ella agitó sus manos, su frente se arrugó en concentración. – ¿Conmoción? – Pero… de alguna manera tranquila… No sabía de qué se trataba, pero el sonido, venía de arriba. Subí corriendo la escalera… – ¿Llamabas a alguien? ¿Gritabas? – Llamaba a mi mamá, pero ella no contestó. Entonces vi a Trish… ella volaba por el aire. Golpeó la pared cerca de la habitación de mamá. Ella no hacia ningún ruido. No podía entender como podía volar. El sudor estalló en el labio superior de Cass. – ¿Entonces que pasó? – Subí corriendo la escalera, yo le estaba gritando. «¿Cómo volaste?» -Una mirada de confusión inundó su cara-. Pero ella estaba allí en el suelo… Cass tragó con fuerza. – … y alguien me agarró del cuello, y me levantó… – Cass, cuando él te levantó, ¿pudiste verlo? Ella sacudió la cabeza. – Cassie, voy a pedirte que pruebes a mirar hacia abajo, mira hacia abajo desde un lugar más arriba, cuando el hombre te agarra y te levanta. -Tomó la mano de Cass para apoyarla-. ¿Qué puedes ver? ¿Puedes ver lo que lleva puesto? – Mangas azules, arremangadas. -Ella tocó un codo. – ¿Llevaba una camisa azul, con las mangas arremangadas hasta los codos? – Sí. – ¿Puedes ver sus manos? Cass asintió lentamente. – ¿Lleva algún anillo? ¿Un reloj? – No. – ¿Tiene algo en cualquiera de sus manos? – Tiene un cuchillo. -Comenzó a temblar. – No mires el cuchillo, Cass. Él lo dejó caer, no hay cuchillo. Quiero que te concentres en lo que te estoy diciendo, ¿está bien? – Está bien, -dijo Cass, aunque su voz era temblorosa. – Quiero que me digas a que huele. – Tío Pete. – ¿Huele como tu tío Pete? -Annie comenzó-. ¿Es tu tío Pete? – No, huele como él. Como lo que lleva cuando él y la tía Kimmie salen. La misma colonia o loción para después de afeitar que su tío llevaba. Bastante fácil de rastrear – ¿Te habla? ¿Te dice algo? – Grita, pero no lo entiendo. -Cass se tapó los oídos con las manos. – Escucha lo que está diciendo, Cass. Recuerda, él no puede verte. Él no puede oírte. Y ya no tiene el cuchillo, ¿recuerdas? No puede lastimarte. – No puedo entenderlo. Está… gritando. Maldiciendo. Está enojado conmigo. Está enojado… – Cass, ¿hay cualquier otra cosa que veas? ¿Cualquier otra cosa que recuerdes de él? Cass tocó con el índice derecho el dorso de la palma de su mano izquierda. – La marca de pájaro. – ¿Qué aspecto tiene? -Annie preguntó, pensando que Cass había dicho una marca de nacimiento. – Como la que está en las cartas que mamá envió. Un pájaro grande con… -Sus manos semi empuñadas, los dedos extendidos como garras. – ¿Una marca de pájaro? ¿Estás diciendo una marca de pájaro? – Sí. Anne Marie sintió una sacudida. Esta es, entonces, su primera auténtica pista. – Cass, ¿hay algo más que veas, -preguntó de nuevo-, cualquier otra cosa sobre él que recuerdes? Cass sacudió su cabeza. – Eso está bien, lo hiciste muy bien. Ahora, voy a traerte de vuelta, sólo tienes que seguir mi voz de nuevo, Cass. Quiero que cuentes hacia atrás ahora, lentamente, desde veinticinco. Al llegar a uno, abrirás los ojos… te sentirás descansada y en paz. Empieza a contar ahora. Cuando llegó a uno, Cass abrió sus ojos y parpadeó. – ¿Cómo lo hice? – Simplemente brillante. Es posible que nos hayas dado exactamente lo que necesitamos, Cass. Ahora, ¿cómo podemos hacer que venga el Jefe Denver? |
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