"Verdad Fria" - читать интересную книгу автора (Stewart Mariah)

17

– ¡Cass! -Regan cruzó de prisa el estacionamiento para alcanzar a la furiosa detective antes de que pudiera saltar en un coche y alejarse a toda velocidad.

– No tienes que correr, Regan, -Cass le dijo rotundamente cuando las dos mujeres estaban a unos veinte pies la una de la otra-. No tengo el coche aquí. Vine desde el hospital esta mañana con Rick.

– Mira, sé que estás molesta…

– Oh, por favor, -Cass murmuró entre sí.

– Este es un mal momento para ti, lo entiendo. Con todo lo que está pasando aquí en Inlet Bowers, tu prima siendo atacada, luego sacada de tu caso…

– Tengo que ir al hospital, -Cass la interrumpió-. ¿Me llevas?

– ¿Dónde quieres ir? -Rick preguntó cuando se acercó a ella.

– Tengo que comprobar a Lucy. -Cass se apoyó contra el coche de Rick.

– Tienes un teléfono contigo, -señaló-. Úsalo.

– Quiero verla.

– Si su estado no ha cambiado desde esta mañana, no tiene objeto pasar otro par de horas sentada en ese cuarto de hospital, fulminando con la mirada al esposo de Lucy, y teniéndolo fulminándote en respuesta. -Su tono se suavizó-. No has comido desde… ¿cuándo? ¿Cuándo fue tu última comida?

– El domingo en algún momento. El almuerzo, tal vez. No lo sé.

– ¿Y cuando fue la última vez que dormiste?

– La tarde del sábado.

– Mira, llama al hospital. Si Lucy está despierta, te llevo. Si no, te vienes con nosotros, almorzamos algo, y solucionamos donde te vas a quedar.

Se miraron fijamente el uno al otro por un largo momento antes de que Cass sacara su teléfono de su bolso y marcara el número del hospital. Se paseó alrededor del coche, hablando en voz baja. Cuando terminó la llamada, guardó el teléfono de nuevo en su bolso.

– Todavía no ha despertado, -dijo a los tres que esperaban cerca del coche de Rick.

– Podemos comer algo… ¿tienes un lugar favorito? -Rick le abrió la puerta.

Ella sacudió la cabeza.

– Entonces volvamos a la posada donde me estoy quedando. El restaurante es bastante bueno. Me imagino que Regan está lista para el almuerzo, y aún he de ver que Peyton coma un buen marisco. O cualquier cosa, ahora que lo pienso.

Mitch asintió mientras abría su coche.

– Ve adelante. Nosotros te seguiremos.

– ¿Hay alguna posibilidad de que pueda ir a casa, para cambiarme de ropa y sacar algunas cosas que voy a necesitar? -Cass preguntó a Rick cuando entró en el asiento de pasajeros.

– ¿Qué tal si nos detenemos después del almuerzo y vemos qué pasa allí? Estoy seguro de que alguien del departamento estará en tu casa hasta que la escena haya sido procesada. Quizá para entonces habrán terminado y podrás entrar y sacar un par de cosas.

– Está bien. -Ella se recostó contra el respaldo y cerró los ojos.

– ¿Estás bien?

– Sí. Sólo… -Buscó la palabra.

– ¿Cansada? ¿Abrumada? ¿Fastidiada?

– Todas las anteriores.

Rick salió a la calle y entró en la línea de tráfico.

– Sé que ha sido duro para ti. El ataque a Lucy, especialmente. Y yo sé que tienes que estás más que furiosa con tu jefe. -Comprobó el espejo retrovisor para asegurarse que Mitch lo seguía. Lo hizo.

– No tienes ni idea.

– Por supuesto que sí. ¿No creerás que eres la única persona que alguna vez ha sido arrancada de un caso maduro en medio de él?

– Este es mi caso. -Su mandíbula se apretó-. No entiendo que me saquen. ¿Qué supone que tengo que hacer mientras tú y todos los demás trabajan en él?

– Denver te dijo que te tomaras unos días libres.

– ¿Y qué? -Ella estaba empezando humear de nuevo.

– Me pidió que te vigilara.

– ¿Qué? Esto es el colmo, -gruñó-. No puedo creer que hiciera eso. No necesito una niñera. No te ofensas, pero no necesito ser…

– Por supuesto que no. Pero si te calmas por un segundo, creo que verás que puede jugar a tu favor. -Puso su intermitente derecho para alertar a Mitch que pronto entraría en el aparcamiento.

– ¿Cómo crees?

– Se supone que me pego a ti, pero también se supone que trabajo en el caso. Bueno, diablos, no puedo estar en dos lugares al mismo tiempo. Nuestro perfilista estará aquí. Ella querrá toda la información sobre todas las víctimas. ¿Quién mejor para hablarle de Lucy? ¿Y quién mejor para hablarle de las demás escenas de crímenes? Tú estabas allí. Tendrás impresiones sobre eso que nadie más podría tener.

– No quiero estar fuera el caso. Quiero trabajar.

– Puedo entenderlo. Pero ahora mismo, así es como tenemos que hacerlo. Puedes desempeñar una parte importante en esto todavía. Simplemente no en reloj. -Entró en el aparcamiento y se estacionó.

– No debería haberme sacado del caso.

– Bueno, tengo que discrepar contigo. -Rick salió del coche y señaló a Mitch un espacio vacío.

– ¿Tú qué? -Cass abrió de golpe su puerta, salió, luego azotó la puerta para darle énfasis y lo fulminó por sobre el techo.

– Creo que Denver tiene un punto, -dijo Rick con calma-. Creo que el asesino está muy cabreado ahora mismo, y la persona que lo cabreó es la que tiene más probabilidades de incurrir en su ira más inmediata. Y ya que esa persona eres tú, creo que Denver tiene razón al ponerte en segundo plano durante un tiempo.

– Pensé que acabas de decir que sabías lo que era ser sacado de un buen caso.

– Eso dije. Y sí sé lo que se siente. Es una mierda. Pero en este caso, no es irrazonable. -Rodeó el coche a su lado-. Es un malvado hijo de perra el que estamos persiguiendo, Cass. Ahora, no tengo ninguna duda de que puedes manejarlo malditamente bien. Hiciste un trabajo admirable asustándolo anoche. Salvaste la vida de Lucy. Y yo estaría dispuesto a apostar verdaderos dólares a que le diste un condenado buen susto. Pero todo eso no cambia el hecho de que él está intensamente enfadado contigo. Creo que tu departamento te necesita. Creo que Lucy te necesita. No podemos darnos el lujo de dejarle llegar a ti. Y tratará de hacerlo, a la primera oportunidad que tenga. Si tengo que llevarte en mi bolsillo trasero hasta que le pongamos nuestras manos encima, ahí es donde permanecerás hasta que esto se haya terminado. Prefiero tenerte participando activamente en la investigación, y ya te he dicho cómo puedes hacerlo. La elección es tuya. Puedes trabajar conmigo tras bastidores, o puedes poner mala cara y sentarte en un cuarto en alguna parte hasta que esto haya terminado. Es tu opción.

Cass lo contempló, su expresión ilegible.

– Como he dicho, Cass. Tu opción, -repitió.

Ambos giraron ante el sonido de las puertas del coche de Mitch cerrándose de golpe.

– Es precioso, -Regan estaba diciendo cuando salió del sedán-. Qué hermosa y antigua posada.

– Es un grandioso lugar para quedarse. Bonita habitación. Vista al mar. Tranquilo. -Rick miró su reloj-. Si nos apresuramos, podemos llegar al final de la hora del almuerzo. Dejan de servir a las dos.

Él giró hacia Cass.

– ¿Qué va a ser?

– Supongo que las tortas de cangrejo, -ella le dijo, y sin mirar hacia atrás, acomodó el paso con Regan y Mitch.

– ¿Dónde está el comedor? -Mitch preguntó.

– Derecho por el vestíbulo, -respondió Rick. Pero una vez que entraron, se detuvo en la puerta, luego les dijo a los demás que siguieran y consiguieran una mesa-. Sólo será un minuto.

Fueron más de cinco minutos, pero Rick se sumó a los otros cuando la camarera les pasaba los menús. Mitch parecía estar a punto de hacer un comentario, pero no dijo nada.

– Asumo que todas las entradas de mariscos son buenas, -dijo Regan.

– No puedes perder con ninguna de ellas. Comí corvina el otro día, y he probado el cangrejo y una de las sopas, -dijo Rick-. Todo muy exquisito.

– Nada como lo que consigues en casa, en Texas, ¿eh? -Mitch cerró su menú y lo puso sobre la mesa.

– Para nada como Texas, -Rick acordó.

– ¿Es de ahí de donde eres, Texas? -Cass preguntó.

Rick asintió.

– No pareces tener mucho acento, -señaló.

– Soy de ahí, pero no he vivido allí durante algún tiempo.

– Ya veo, -dijo Cass, pero Rick dudó que lo hiciera. Sencillamente no estaba de humor para hablar de los años de internado en Nueva Inglaterra. Él no estaba de muy buen ánimo en primer lugar.

La camarera reapareció, tomó sus órdenes, y prometió estar de vuelta en un instante con su té helado.

– Por cierto, he hablado con Annie McCall, -anunció Rick-. Se unirá a nosotros mañana por la tarde.

– ¿Es lo más pronto que puede venir? -Mitch preguntó.

– Está liada en otra cosa hasta hoy. Mañana es lo antes que puede.

– ¿Quién es Annie McCall? -Regan preguntó.

– Anne Marie McCall. La Dra. McCall. Ella es nuestra perfilista favorita, -explicó Mitch-. Por no mencionar la mejor con la que he trabajado.

– ¿Qué la hace la mejor? -Cass, desplegó su servilleta y la puso en su regazo.

– Ella es psicóloga, pero además de ser culta, es una verdadera maestra en comprender el comportamiento. Especialmente el comportamiento aberrante, -le dijo Rick-. Es realmente buena en unir las piezas. Lo verás cuando la conozcas.

– Me gustaría conocerla, también. -Regan frunció el ceño-. Siento perdérmelo.

– Siempre podemos regresar mañana, si así lo deseas. Quiero formar parte de la sentada con ella, -dijo Mitch-. Eres libre de venir.

– ¿La sentada? -Cass se echó hacia atrás para permitirle a la camarera servir su bebida.

– La reunión preliminar que tenemos donde consideramos toda la información que poseemos. Le daremos la oportunidad de revisar los registros, las entrevistas, los informes de laboratorio, todo eso, pero nos gusta discutir los casos informalmente. Algunas de nuestras mejores ideas provienen de esos momentos de charla ociosa.

– Apenas parece ocio, -señaló Regan.

– Supongo que informal es probablemente un término más exacto, -dijo Mitch-. Es una especie de reunión creativa.

– ¿Hay alguna posibilidad de que pueda ser parte de eso, también? -Cass preguntó.

Rick asintió.

– Totalmente. Tú serás el testigo estrella. No podemos tener esa reunión sin tu ayuda.

Cass pareció momentáneamente contenta, la expresión cautelosa que había tenido pareció disiparse un poco. En seguida preguntó:

– ¿Y después de que ella se vaya? ¿Todavía seré invitada a las reuniones?

– Sabrás todo lo que pasa cuando yo lo haga, -Rick prometió.

– Esa no fue la pregunta.

– No, pero esa es la respuesta. -Él entregó su menú a la camarera-. Creo que estamos todos listos para ordenar. ¿Cass? ¿Regan?

Se hicieron los pedidos y los vasos rellenados. La conversación derivó de la investigación en curso a la información que Regan había encontrado en los archivos de su padre.

– Eso es realmente interesante, -dijo Cass-. ¿Escribes libros sobre casos antiguos y tratas de resolverlos al mismo tiempo? ¿Cuántos has resuelto?

– Sola, ninguno. -Regan sonrió-. Pero mi padre tuvo un buen récord.

– Nunca he leído ninguno de tus libros, pero definitivamente los buscaré.

– Trataré de acordarme de traerte unos cuantos.

– Gracias, Regan. Eres muy amable. Y parece que tendré algo de tiempo libre, por lo que quizás incluso llegue a leer un par de ellos. -Cass giró hacia Rick y preguntó, como si se le acabara de ocurrir-, ¿cuándo supones que puedo volver a mi casa?

– No lo sé. Lo averiguaremos más tarde. Después de que comamos. No eres la única que se perdió la cena anoche, ya sabes.

– Te vi ocupándote de una bolsa de papas fritas de la máquina expendedora esta mañana, así que no finjas que no has comido en días. -Cass casi sonrió.

– Una bolsa de bocadillos de papas fritas de ese tamaño no cuenta para nada. Ni siquiera merece llamarse de verdad bocadillo, y seguro como el infierno que no compensó la cena y el desayuno que no tuve.

– Toma. -Mitch pasó la cesta de panecillos blandos a Rick-. Me doy cuenta de que no son de trigo orgánico integral molido en molino, y Dios sabe que probablemente no son tan buenos como los que haces en tu pequeña cocina, pero puedes animarte, sólo esta vez, y comer lo que el resto de nosotros come.

Rick sonrió abiertamente, y sin ningún comentario untó con mantequilla un panecillo, que procedió a devorar.

– ¿Haces el tuyo? -Cass señaló a la cesta.

Rick asintió.

– He hecho en ocasiones mi propio pan. No muy a menudo, pero lo he hecho. Para gran diversión de algunos de mis compañeros agentes, podría añadir.

– Nunca deberías haberlo mencionado, -le dijo Mitch.

– ¿En qué estaría pensando? -Rick sacudió la cabeza afablemente.

– ¿Dónde aprendiste a hacerlo? -Cass preguntó.

– Mi abuela horneaba todos los días. Pasteles, galletas, panes… todo desde cero. Muchas veces me quedé con ella cuando era pequeño. Ella decía que todos deberían saber cómo hornear su propio pan y hacer sus propios impuestos. Así que aprendí ambos a una edad temprana.

La camarera trajo las ensaladas, y Cass picó en la suya, mirando a Rick por el rabillo del ojo, y trató de imaginar esas grandes manos amasando un montículo de masa.

– Entonces, ¿qué hay en la agenda de esta tarde? -Mitch preguntó.

– Bueno, sacaré copias de todo lo que tenemos y haré un archivo para Annie, y se lo enviaré esta noche. De esa manera tendrá una ventaja sobre el caso antes de que llegue. Verificaré con el laboratorio. -Rick dudó, luego giró hacia Cass-. ¿Crees que tu amiga Tasha conseguiría copias de todos los informes de laboratorio para nosotros? Todavía no tenemos el informe del forense de la víctima en el muelle.

Cass asintió.

– Estoy segura de que nos va a dar todo lo que tiene.

– ¿Incluso si estás fuera del caso? -Preguntó.

– Especialmente si estoy fuera del caso.

– ¿Puedes llamarla?

– ¿Ahora?

– Sí. Pero la recepción es pobre aquí dentro. Tendrás que llamar por el teléfono en el vestíbulo.

– Vuelvo pronto. -Cass recogió su bolso y abandonó la sala.

– ¿Es la recepción de verdad mala aquí, o estabas tratando de deshacerte de ella por un rato? -Mitch preguntó.

– Ambos, en realidad. Mientras me encontraba en el vestíbulo, cambié el cuarto individual por una suite de dos dormitorio con una sala entre medio.

– Te mueves rápido. No tenía ni idea de que eras tan buen jugador, -dijo Mitch irónicamente.

– Oye, esto es estrictamente en interés de la justicia. Ella necesita un lugar donde quedarse, y tiene que estar donde pueda vigilarla. No le gustará, pero ninguno de nosotros tiene mucha elección. Me figuro que tiene otros veinte, treinta minutos, como máximo, antes de que simplemente se derrumbe. La mujer está funcionando en vacío en estos momentos. Sólo quise asegurarme de que se estuviera segura cuando golpee la pared.

– Qué considerado. -Mitch aún portaba una ínfima huella de una sonrisa, la cual Rick optó por pasar por alto.

– Ella va a querer cosas de su casa. Regan, ¿puedes ir conmigo más tarde a recoger algunas prendas que consideres que puede necesitar en los próximos días? Y algunas… cosas. Sea lo que sean esas cosas que utilizan las mujeres.

– Claro. Feliz de ayudar. Pero, ¿por qué no vas con Cass?

– Porque creo que va a estar inconsciente en poco tiempo más. Me gustaría tener sus cosas aquí cuando se despierte. Y no creo que debiera entrar en esa casa en este momento.

– No me parece del tipo impresionable, Rick, -señaló Regan.

– No quiero dar a entender que lo sea. Pero creo que hay una posibilidad de que el asesino esté vigilando su casa. En ese caso, podría fácilmente seguirla. Mantengamos su paradero en secreto durante al menos veinticuatro horas, si es posible. Démosle la oportunidad de descansar antes de que la verdadera locura comience.

– ¿Qué locura?

– Espero que para esta hora mañana, el jefe tenga una lista viable de nombres. Eso, junto con el aporte de Annie, nos debería acercar más a un sospechoso. Tarde o temprano, este tipo va a golpear de nuevo. Creo que todo empezará a descontrolarse en los próximos días.

Él alzó la vista cuando Cass entró en la habitación y se dirigió a la mesa.

– Y, a menos que me equivoque, espero que lo tengamos en nuestra mira al final de la semana. Hasta entonces, una de nuestras prioridades es mantenerla segura.

– ¿Me mantendrás qué? -Cass se deslizó en su asiento.

– Nosotros te mantendremos a salvo, -dijo Rick le dijo.

– Que amable.

– ¿Qué dijo Tasha?

– Te va a dejar una copia de todo lo que tiene aquí. No sabía donde me quedaría. -Cass sonrió a la camarera, que comenzó a servir sus entradas-. Pensé que si te los dejaba, los veríamos todos.

Rick asintió.

– Buena idea.

– Guau. Toda una comida. -Cass parpadeó ante el plato que fue puesto ante ella-. Verduras y todo.

– Veamos cuánto puedes comer antes de que te duermas.

– Esto sólo servirá para revivirme, Agente Cisco, -le dijo Cass.

Rick sonrió. Dudó que llegara hasta el postre.

Ella lo hizo, pero apenas. A la mitad de su pastel de queso, Cass se esforzaba por mantener los ojos abiertos.

– ¿Estás bien? -Preguntó Rick.

– Creo que me gustaría una taza de café, -respondió.

– ¿Qué tal una siesta?

– Estaré bien. Un poco de cafeína…

– Cass, me tomé la libertad de conseguirte una habitación. De hecho, es parte de mi suite en el segundo piso. Tu propio baño. Balcón, con vistas al océano. Te daré la llave y subiré contigo. Necesitas dormir algo.

– Tengo que ir a buscar algunas cosas a mi casa, y luego veremos.

– Regan te conseguirá lo que necesites.

– Ella no sabe dónde está nada.

– Puedes decírmelo mientras subimos, -le dijo Regan-. Estaré encantada de traerte lo que quieras. Pero Rick tiene razón. Necesitas descansar un rato.

– ¿Qué pasa si Lucy se despierta? No sabré…

– Haré que el hospital me llame, vendré directo hasta aquí y te despertaré al minuto que sepa de ellos, -dijo Rick.

– ¿Lo prometes?

– Absolutamente. -Rick tomó a Cass del brazo y la ayudó a pararse.

Regan agarró el bolso de Cass y siguió a Rick hacia la escalera. Mitch se quedó para ocuparse de la cuenta.

– Sabes, debo estar cansada, si no estaría discutiendo contigo por esto, -Cass dijo a Rick, mientras subían la escalera-. De repente, no puedo mantener mis ojos abiertos.

– Es la manera en que tu cuerpo insiste para que lo dejes descansar un rato. -Rick la condujo en dirección a sus habitaciones. Abrió la puerta y las hizo pasar a ella y a Regan.

– Mira, que bonita sala. Esta puerta da a tu habitación.

– ¿Dónde dormirás?

– Aquella puerta de ahí es mi dormitorio. -Abrió su puerta e hizo señas a Regan para que siguiera a Cass-. Cass, Regan te ayudará a acomodarte. Si necesitas algo, házmelo saber. Estaré justo afuera.

Ella asintió y desapareció en la habitación con Regan, que salió menos de cinco minutos más tarde.

– Está noqueada. ¿Estás seguro de que no le metiste algo en su comida? -Regan preguntó suavemente.

– No tuve que hacerlo. Se tambaleaba en la oficina del jefe. Me sorprende que haya aguantado hasta la hora del almuerzo.

– Entonces, ¿qué sigue?

– Lo que sigue es que tú y yo vayamos a su casa y recojamos lo que sea que necesite para los próximos días. -Rick abrió la puerta al pasillo y miró en dirección a las escaleras-. Tan pronto como llegué Mitch, podemos irnos.

– Te ves un poco agotado tú mismo, -señaló Regan-. ¿Por qué no te quedas aquí y duermes algo. Mitch y yo podemos encontrar la casa y traer las cosas de Cass.

– Quiero ver cómo va la investigación allí. Y quiero echar una mirada alrededor de la casa, asegurarme de que nada ha sido pasado por alto. A continuación, regresaremos y veré si puedo lograr dormir unas cuantas horas antes de que algo más suceda.

Al final, Rick fue capaz de conseguir más que unas pocas horas de sueño. Eran casi las cinco de la mañana siguiente cuando el timbre de su teléfono celular le despertó. Se sentó y escuchó atentamente a la persona que llamaba, luego se levantó y se puso sus pantalones y camisa. Con los pies descalzos, cruzó la mullida alfombra hasta la puerta de Cass y golpeó suavemente.

– ¿Cass?- Él abrió la puerta-. ¿Cassie?

Ella se incorporó, asustada y desorientada.

– ¿Qué…? -Ella miró alrededor, tratando de ubicarse.

– Estás en la posada, Cass. El hospital acaba de llamar. Lucy está despierta, y pide verte. -Gesticuló hacia la silla cerca de los pies de su cama-. Regan dejó tu ropa y las cosas allí. Si puedes levantarte y vestirte, te llevaré al hospital.

Cass salió de la cama en un instante.

– Iré enseguida, -ella le dijo-. Puedo estar lista en un minuto. Sólo dame un minuto…

Rick cerró la puerta y volvió a su habitación para terminar de vestirse, agradecido porque ambos hubiesen tenido una buena noche de sueño. Tenía la sensación de que habían tenido el último descanso real que cualquiera de ellos probablemente conseguiría hasta que esto hubiese terminado.