"Verdad Fria" - читать интересную книгу автора (Stewart Mariah)

16

– Apuesto que se forma un buen embotellamiento más adelante en el verano, -Mitch observó mientras conducía sobre el puente de dos carriles que llevaba a la pequeña isla, donde varias de las ciudades costeras se situaban-. ¿Quién tiene todavía puentes de dos carriles en estos días?

– Te sorprendería. -Regan sonrió-. Recuerdo cuando algunos de los pasos elevados terminaron en puentes levadizos. Apuesto que algunos todavía lo hacen.

– No parece muy eficiente.

– No vienes a la costa de Jersey en busca de eficiencia. -La sonrisa se amplió ligeramente-. Si quieres eficiencia, vas a Florida.

Señaló acres de pantano a su derecha donde, a veinte pies del paso elevado, dos garzas pescaban en medio de las altas cañas.

– Todavía se ve igual gran parte de la zona de la costa. Hay kilómetros de pantanos y bahías, áreas que nunca serán urbanizadas. -Sacó su brazo derecho por la ventana, lo levantó y bajó mientras dejaba llevar su mano por la brisa del mediodía-. Es el tiempo de convertibles. Deberíamos haber traído mi coche.

– Puedo bajar el techo corredizo, -ofreció.

– No te ofendas, pero ¿para qué molestarse? En un día como hoy, deseas más que el aire fresco. Quieres poder reclinar la cabeza hacia atrás, y tener algo de sol en la cara. Quieres la brisa junto con el aire fresco.

– Bien. Si alguna vez volvemos, puedes conducir tú.

Pasaron un puerto deportivo, donde varios barcos de distintos tamaños se hallaban en sus amarraderos, otros en cobertizos o en los remolques. Un letrero anunciaba cebo vivo, junto con un buffet libre de almejas. Un [13]sunfish se dirigía a la bahía, y un par de chicos en un pequeño fuera borda educadamente dieron al velero una amplia distancia. Ellos traquetearon al pasarlo, lentamente, y luego dispararon el motor y se largaron, el sunfish bamboleándose a su paso.

Regan respiró hondo, la sonrisa todavía en su lugar.

– Mi papá solía llevarnos a un lugar como este cuando era pequeña. No recuerdo el nombre de la ciudad, pero recuerdo cómo olía. Salado y caliente. Era una gran cosa para mí. Las playas son tan diferentes de las playas de Inglaterra.

– ¿Vivías en Inglaterra?

– Hasta los doce años. Mi madre era inglesa, y vivía en Londres cuando conoció a mi padre. Se casaron allá, luego se trasladó aquí cuando la carrera de escritor de mi padre despegó. -Regan miró por la ventana-. Ella nunca se adaptó de verdad…

– ¿Dónde está ahora?

– Falleció hace unos años.

– Lo siento.

– Gracias.

Viajaron en silencio hasta que llegaron a la carretera principal de Bowers Inlet.

– Parece una ciudad agradable, -dijo Mitch al tomar la izquierda en Mooney Drive-. Pequeñas casas agradables en pequeños terrenos arenosos…

– Al igual que cada pequeña ciudad en la costa de Jersey, -ella le dijo-. Todos se ven casi igual… salvo quizás Mantoloking. Por supuesto, hay diferencias, pero en la mayoría de los lugares, casi siempre ves el mismo tipo de cabañas de playa, las mismas calles estrechas de dos carriles. Los mismos pequeños tugurios de helados, las mismas pequeñas tiendas de comestibles…

– ¿Qué pasa con Manna… lo que sea?

– Mantoloking.

– Qué, ¿no hay cabañas de playa? ¿Ni helado?

– Sólo digamos que las casas son mucho más grandes allí. -Ella reflexionó-. Pero cada ciudad costera tiene un lugar donde comprar helado. Está regulado en el código, creo.

– ¿Exige el código de Bowers Inlet a los residentes ponerle nombre a sus casas? -Leyó los nombres mientras conducía-. Santuario. Bill's Bungalow. Brisa de verano…

Ella se rió.

– Ahí está la estación de policía, en la siguiente esquina. ¿Crees que tu amigo está aquí todavía?

– Está su automóvil, -dijo Mitch cuando aparcó junto a un Camaro negro-. Entremos y veamos lo que hay.

Entraron en el fresco vestíbulo de la comisaría y esperaron mientras la recepcionista llamaba a la oficina del jefe. Una agradable mujer rubia con una sonrisa fácil y actitud profesional se presentó a acompañarlos a la sala de reuniones.

– Bonito día, ¿no? -Ella sonrió-. Hemos tenido unos maravillosos días esta última semana.

Los condujo a la última puerta al final del pasillo.

– Todos ya están aquí, usted simplemente entre. -Ella abrió la puerta para ellos.

– Gracias, -Regan y Mitch dijeron al mismo tiempo.

– De nada. -Ella cerró la puerta tranquilamente detrás de ellos.

– ¿Agente Peyton? -No había duda de quien dirigía ese espectáculo. El hombre al final de mesa era obviamente el jefe de policía. Tenía el cargo escrito por todo él.

– Sí, señor. -Mitch puso su maletín negro en el suelo junto a la mesa y extendió su mano.

– Soy el Jefe Denver, -el jefe se presentó a sí mismo-. Este es el detective Burke. Y asumo que usted y el agente Cisco se conocen.

– Detective. -Mitch cabeceó un saludo-. Cisco.

– Y usted es… -El jefe señaló a Regan.

– Regan Landry, Jefe, -dijo ella antes de Mitch pudiera presentarla.

– ¿Está con el FBI, también?

– No, en realidad, soy…

– La Sra. Landry es consultora de la Oficina referente a este caso, -Mitch intervino antes que ella hablara.

– ¿Una consultora? ¿Qué clase de consultora? -Los ojos de Denver se estrecharon.

– La Sra. Landry tiene información sobre el Estrangulador de Bayside que ha estado compartiendo con nosotros, -dijo Mitch.

– Si tiene información sobre el Estrangulador de Bayside, -Denver contempló Regan-, ¿por qué no la compartió con nosotros?

– Traté, Jefe Denver. -Ella arqueó una ceja-. En realidad, lo intenté en tres ocasiones. Ninguna de mis llamadas fue devuelta, por lo que llamé al FBI.

– Veamos lo que tiene, entonces, -gruñó él, vagamente recordando los papelitos rosados Mientras Estaba Fuera, pero no recordaba exactamente lo que decían-. ¿Algo acerca de un escritor? -Preguntó.

– Sí, señor. Soy escritora. Y lo más probable es que escriba un libro sobre este caso.

– ¿Y eso le da derecho a sentarse en una reunión oficial porque…?

– Porque en este momento yo traigo más a la mesa de lo me que llevo.

Regan abrió sus archivos y le entregó a Denver las notas que su padre había recibido. Las estudió sin comentario al principio.

– ¿Cómo sé que son legítimas? -Preguntó-. ¿Cómo puedo saber que no las hizo usted misma, para entrar en la investigación, y darse una ventaja sobre la competencia? No creerá que sea la única persona que podría querer escribir un libro sobre todo esto, ¿verdad?

– No, por supuesto que no. Pero ya que mi padre por lo visto había planeado hacerlo hace unos veinte años, creo que tengo derecho a la historia.

Ella abrió el archivo de planos sobre la mesa.

– Mi padre… Joshua Landry -¿quizás ha oído hablar de él?- recibió correspondencia durante el lapso de varios años de alguien -que yo y el Agente Peyton -creemos que ha sido su estrangulador.

– Joshua Landry. Por supuesto, por supuesto. Escribió algunas cosas buenas. -Denver se suavizó. Miró a Mitch-. ¿Usted le cree? ¿Piensa que Landry fue contactado por nuestro estrangulador?

– Sí. La información que encontramos en los archivos de Josh Landry encaja perfectamente con la información que he sacado de las computadoras del FBI. Mire aquí…

Mitch procedió a mostrar a Denver las listas de víctimas que había recopilado, los recortes de prensa, los faxes que había recibido esa mañana de varios de los departamentos de investigación.

– Vaya. -El Jefe Denver asintió lentamente-. Responde a la pregunta sobre que ha estado haciendo este tipo todos estos años.

– Él nunca se detuvo, señor. Simplemente circuló. A mí me parece que fue muy cuidadoso al golpear pequeños pueblos, donde eran menos propensos a tener los equipos sofisticados y técnicas de investigación utilizadas por algunos de los departamentos en las ciudades más grandes.

Denver asintió de nuevo.

– Es más difícil realizar el seguimiento del patrón si la agencia no se molesta en informar a los bancos de datos nacionales. No que los tuviéramos veintiséis años atrás. Sólo los últimos ocho, diez años hemos estado guardando todos nuestros archivos en la computadora. Nos tomó mucho tiempo conseguir nuestros sistemas informáticos, capacitar a alguien para usarlos, luego introducir los datos. No sería ninguna gran sorpresa para mí si algunos de estos pequeñas pueblos del sur -dio unos golpecitos en la lista que Mitch le había dado- todavía no han metido todos sus casos abiertos en el registro.

– Esa es la razón por la que solicitamos información a las agencias estatales, así como a las pequeñas policías locales y departamentos de sheriff. Esperamos que cuando hayamos terminado, y tengamos una lista completa, podamos localizar con exactitud donde estuvo cada año desde 1983.

– Desde 1983, ¿eh? -Denver se ajustó sus gafas y echó un vistazo a la lista-. En 1983 se encontraba en Pittsburgh, de acuerdo a esta lista. ¿Dónde cree usted que estuvo entre agosto de 1979 y mayo del 83?

– Eso es uno de los espacios en blanco que esperamos poder llenar.

– ¿Qué sabe de sus víctimas, Agente Peyton? -La detective Burke preguntó.

– Bueno, veamos. Sabemos que tenían aproximadamente la misma edad, y que todas fueron asesinadas de la misma manera.

– Violación seguida de estrangulamiento no es especialmente una novedosa forma de matar a alguien. ¿Qué más tiene? -Se volvió a su asiento y se centró en él.

– Tengo algunos recortes de prensa que se encontraban en los archivos de Landry. -Gesticuló a Rick para que le devolviera el expediente. Rick lo dejó en la mesa. Mitch sacó los recortes y los puso en el centro de la mesa-. Eche un vistazo.

Cass se levantó y estudió los cuadrados de papel periódico.

– Jefe, tal vez debería ver a estas mujeres.

Denver lo hizo, y luego extendió las fotos de las mujeres que habían sido asesinadas durante la última semana y media.

Los cinco en la sala contemplaron las imágenes.

– No puedo creer lo mucho que estas mujeres se parecen entre sí. -Regan fue la primera en hablar.

– Ni yo, -dijo Cass-, pero el aspecto es evidentemente importante para él. Es una de las pocas cosas que sabemos con seguridad sobre él. Que sólo le gustan las mujeres morenas de cierta edad y tipo de cuerpo.

– Y que las coloca a todas ellas de la misma manera, -agregó Rick.

– ¿Qué? -Mitch se volvió hacia Rick-. ¿Qué manera es esa?

– Aquí. -Cass le pasó una foto del escenario del crimen de Linda Roman a través de la mesa-. Y aquí… nuestra víctima número dos. Luego la tres…

Mitch estudió las fotos, luego miró a Denver.

– ¿Ha pensado en traer a uno de los perfiladores de la Oficina? Creo que necesitamos una idea sobre esto.

– He puesto una petición. Esperamos sólo a oír quién y cuándo, -le dijo Rick.

– Nunca he trabajado con uno yo mismo, aunque por supuesto he leído los libros. John Douglas. Hazelwood. Ressler. Un interesante tema, -dijo Denver-. Y todos esos show de policías en la televisión parecen tener uno a la vista en momentos como este.

– ¿Cuánto de esta información vamos a liberar a la prensa? -Cass preguntó.

– Ninguna, por ahora. -Denver miró alrededor de la sala-. ¿A menos que alguien tenga otra idea?

Los dos agentes sacudieron sus cabezas. Regan no reaccionó, a sabiendas de que no tenía voz en esas decisiones.

– No puedo creer este tipo se haya librado por asesinato durante tanto tiempo, -dijo Rick-. ¿Cómo diablos ha permanecido bajo el radar todo este tiempo?

– Obviamente, se ha trasladado mucho, a juzgar por la lista que el Agente Peyton tiene, -señaló Cass.

– Pero no tenemos ningún sospechoso aquí, -dijo Mitch-, y hasta la fecha, los informes que he recibido de estos otros organismos indican que no hay sospechosos allí, tampoco.

– Tal vez deberíamos volver a esos organismos -el FBI de Georgia, por ejemplo, tenía varios casos antiguos en los registros- y ver que evidencia tienen en sus casos fríos. Podría haber algo que contenga una muestra de ADN.

Cass asintió.

– Cierto. Por lo menos, podríamos empezar a comparar muestras de ADN. De esta forma, podemos confirmar si él de hecho estuvo involucrado en esos casos, en lugar de especular. Quien sabe, algunas de las cajas de archivo podría contener ropa vieja usada por una víctima, o algo encontrado en la escena podría contener cabello o piel. Uno nunca sabe lo que podría haber sido guardado.

– O lo que podría haber sido botado, -señaló Denver.

– El que no arriesga, no gana, -Rick contradijo.

– Y habría que preguntarse si estos cuerpos… esas otras mujeres… fueron plantadas en una forma concreta. Esa parece ser su firma. Tan reveladora como el ADN, -dijo Mitch.

– Y no se olvide de las fibras en el pelo, -Cass añadió-. ¿Quién sabe cuánto tiempo ha estado haciendo esto.

– ¿Qué fibras? -Regan preguntó-. ¿Cuánto tiempo ha estado haciendo qué?

– Nuestra investigadora de la escena del crimen encontró rastros de seda de color claro en el pelo de nuestras víctimas actuales. Ella lo rastreó… es cinta de seda fabricada dieciocho años atrás.

– ¿Usted no ha liberado esta información a la prensa? -Mitch preguntó y Denver sacudió su cabeza.

– Creo que tenemos que mantener la mayor cantidad de cartas cerca del pecho como podamos por el momento. Todo esto encaja de alguna manera. Pero no tenemos ni una pista todavía. Me figuro que mientras menos les damos, mejor.

– Estoy de acuerdo, -dijo Mitch.

– ¿De qué se trata? -Regan frunció el ceño-. ¿Él les ata una cinta en el pelo?

– Pero se la lleva con él, -le dijo Cass-. Nunca hemos encontrado la cinta en ninguno de los cuerpos. Sólo las fibras.

– Eso también es una firma, ¿no? -Regan preguntó a Mitch.

– Parece ser, -respondió.

– ¿Dos firmas? ¿Tienen los asesinos en serie más de una?

– Ten en cuenta lo que es una firma. -Mitch se reclinó en su asiento, con sus brazos cruzados en el pecho-. Es algo extraordinariamente único para el asesino que le da sentido a la muerte. Es lo que necesita hacer para lograr satisfacción con lo que hace.

– Así que él pone en pose a estas mujeres y ata la cinta de seda en su pelo… ¿luego se lleva la cinta con él? ¿Qué consigue con eso? -Regan pareció pensar en voz alta.

– Mi instinto me dice que revive algo que es importante para él, pero creo que esa es una buena pregunta para nuestra perfilista, -dijo Rick-. Ella tendrá una mejor idea de eso que yo.

– Bueno, aquí hay otra cosa. Perdónenme por afirmar lo obvio, -dijo Regan-, pero si consideramos que el asesino es el Estrangulador de Bayside original -y todos parecemos pensar que lo es- resulta que quienquiera que sea que está aquí ahora estuvo aquí hace veintiséis años. Pero tal vez no en los años intermedios.

– Porque no hubo ningún otro cuerpo -que sepamos- hasta ahora, -dijo Rick.

– Oh, bueno, eso estrecha el campo, -dijo Denver.

– En realidad, sí, -insistió Regan-. Si entendemos que esta persona ha estado por todo el país -ha estado al otro lado del mundo- y ha dejado un rastro de cuerpos, aunque ninguno de ellos aquí hasta ahora, entonces tenemos que pensar que ha estado fuera todo este tiempo. Los asesinatos pueden haber empezado aquí, pero definitivamente tuvo su espectáculo por el camino durante mucho, mucho tiempo.

– La pregunta es, ¿qué lo trajo de vuelta ahora? ¿Qué lo trajo a completar el círculo?

Denver y Cass intercambiaron una larga y significativa mirada.

– ¿Qué? -Preguntó Rick.

– La reunión, -les dijo Cass-. Esta semana es la semana del reencuentro. Ha llegado gente de todas partes. Se está derribando la antigua escuela secundaria y dedicando una nueva. Es una cosa de todas las promociones.

– Quizá regresó por eso, -dijo Regan.

– Y una vez que regresó aquí, la necesidad de matar -de repetir el pasado-, fue demasiado fuerte, -concluyó Rick.

– ¿Cuántas personas cree que están en la ciudad por esta reunión? -Mitch preguntó.

– No es sólo Bowers Inlet, -le dijo Cass-. Es Tilden, Dewey. Hasboro. Killion Point. Todos los pequeños pueblos a lo largo de la bahía. Es Bay Regional High. Todos acudimos a las mismas escuelas.

– Por lo tanto, ¿estamos hablando de cuántas personas? -Preguntó Rick.

– Un par de cientos, -respondió Denver.

– ¿Cómo podemos reducirlo? -Regan frunció el ceño.

– Bueno, mire, tenemos que asumir que hay un rango de edad con el que podemos trabajar. Tuvo que haber sido lo bastante mayor en 1979 para haber hecho a aquellas mujeres lo que hizo, pero aún lo suficientemente joven hoy para ser físicamente lo bastante fuerte como para someter a esas mujeres jóvenes sanas, y fuertes.

– ¿Digamos que lo más joven, podría haber tenido catorce, quince, entonces? -Cass sugirió-. ¿Y cuanto más viejo podría ser ahora? ¿Mediados de los cincuenta años, si está realmente en muy buena forma?

– Podemos utilizar eso como punto de partida, -Denver estuvo de acuerdo.

– Y podemos reducir ese grupo aún más, -Regan ofreció-, y calcular quien en la primera lista se ha ido de la zona y está aquí ahora.

Mitch asintió.

– Y hacer una búsqueda en Internet para rastrear quien ha estado donde en los años intermedios.

– Podemos hacer algo mejor que eso. -Denver apretó un botón en el intercomunicador-. Phyl, necesito que llames a la escuela secundaria y les digas que necesito una copia de cada anuario desde 19… -Hizo una pausa y miró alrededor del grupo-. ¿Que dicen, catorce o quince años atrás en 1979? Se habría graduado, por ejemplo, en el '81 o tal vez el '82. Si era mayor… veamos, estamos en el 2005, digamos que podría ser más viejo, ¿tal vez cincuenta y cinco? Se habría graduado… -El jefe hizo algunos cálculos mentales-. ¿Digamos 1968? Retrocedamos hasta 1960. Odiaría haber perdido a alguien porque no tuvimos en cuenta algún elemento desconocido.

Él se volvió al intercomunicador.

– Phyl, pídeles todos los anuarios entre 1960 y 1985. Sólo para estar seguro. Dile que enviaremos un coche patrulla a recogerlos.

– Lo haré, -Phyl contestó secamente.

– Podemos revisarlos. -Denver se dirigió a Cass-. Tú, yo, y Phyl. Al menos tendremos una ventaja al eliminar a las personas que sabemos nunca se mudaron o nunca viajaron por ahí como pensamos que este tipo ha hecho.

– Si me da la lista de nombres, -Mitch le dijo-, empezaré a rastrearlos a través de la Oficina. Si podemos obtener los números de seguro social, podemos seguirles la pista mucho más rápido.

Denver sacudió la cabeza.

– No creo que la escuela los dé.

– Tal vez podría pedirle a todos en la lista que den una muestra de ADN, -sugirió Regan.

Todo el grupo giró para mirarla como si le hubiera crecido de repente una cabeza extra.

– ¿Qué?, -Preguntó.

– Tendremos a la [14]ACLU por todas partes si tratamos de hacer algo así, -le dijo Denver.

– Lo han hecho en varios sitios durante los últimos años. Leí acerca de ello. La policía de Massachusetts lo hizo a principios de año, -protestó Regan.

– Cierto, lo hicieron, -concordó Mitch-. Y la ACLU fue con todo. Estas «recogidas» de ADN se han utilizado dieciocho, diecinueve veces. Sólo apareció un sospechoso una vez, y estaba dentro de un pequeño grupo de posibilidades. Por otra parte, el departamento de policía del que hablas en Massachusetts lo hizo como un último recurso. Sólo hemos comenzado a reducir este. No serías capaz de hacerlo, sin una lucha. Y luchar contra posibles sospechosos es sólo perder el tiempo. Digo que sigamos el plan trazado por el jefe… reducir la lista por año de graduación, y luego ver si podemos determinar quien ha estado fuera del estado, y del país. Entonces tal vez -sólo tal vez- tendremos una lista de posibles sospechosos.

– Bien, entonces, ¿a menos que alguien tenga algo más que agregar? -Denver escudriñó las caras en la mesa-. ¿No? De acuerdo, entonces, Agente Cisco, ¿usted se pondrá en contacto con el perfilador?

Rick asintió.

– Haré la llamada hoy.

Cass se levantó y, estiró a continuación, dijo:

– Si no hay nada más, quiero volver al hospital.

– Rick me contó por teléfono acerca del ataque a tu prima, -dijo Mitch-. ¿Cómo está?

– Estaba igual esta mañana, -le dijo Cass-. Los médicos dijeron que saldría de él, pero no pueden predecir cuándo. Al parecer estuvo privada de oxígeno durante un tiempo, no sabemos cuánto tiempo… y luego está el trauma, el shock. Podría salir esta noche, o no por otra semana o dos. Nadie puede predecirlo.

– Espero que pronto, -Regan le dijo mientras reunía sus archivos-. Espero que se recupere pronto de esto.

– Gracias. -Cass giró hacia Rick-. Si dispones de unos cuantos minutos, me detendré en mi oficina y veré si Tasha ya volvió con el reporte de laboratorio sobre la víctima encontrada en el muelle.

– Ahhh, Cass… -Denver se mantuvo sentado. En sus manos, sostuvo sus gafas, pareciendo estar jugando con ellas-. Conseguiré los resultados del laboratorio de Tasha y se los daré al Agente Cisco.

Cass lo contempló sin expresión.

– Tengo que sacarte del caso, Cass.

– Sacarme del… -Cass dejó caer su bolso-. ¿Qué está diciendo, sacarme del caso? Es mi…

– Cass. Tienes una relación demasiado cercana con una de las víctimas. Y más allá de eso, no sé si es posible que no seas el próximo objetivo.

– Eso es una mierda. -Una enojada Cass agarró un mechón de su propio pelo-. No hay largos cabellos oscuros, Jefe. Y todos estamos de acuerdo en que sólo va tras mujeres con pelo largo y oscuro.

– También atacó a dos mujeres en el mismo día. Algo que no ha hecho antes. No creo que podamos predecir con seguridad lo que va a hacer.

Cuando ella comenzó a protestar de nuevo, Denver la cortó.

– Has estropeado su plan de juego, Cass, cuando te interpusiste entre él y Lucy. Tiene que estar bastante furioso contigo ahora mismo.

– Razón de más para permanecer involucrada. Lo puedo atrapar.

– No la utilizaré como cebo, detective. Y no le estoy pidiendo su opinión. Quiero que se tome unos días de vacaciones. La quiero fuera de la vista por un tiempo.

– ¿Entonces quiere que simplemente regrese a casa y siente el culo mientras que el resto de ustedes va en busca de este tipo? -Cass tenía los ojos abiertos de incredulidad.

– En realidad, no. Vas a tener que encontrar otro lugar donde quedarte. Tu casa está fuera de límite. ¿Has olvidado que es la escena de un crimen?

Cass agarró su bolso y salió de la sala, golpeando la puerta detrás de ella.

– Yo sabía que no iba a ponérmelo fácil, -murmuró Denver. A Rick, dijo-, ¿puede vigilarla? Ella no va a querer quedarse quieta, y no podemos darnos el lujo de perderla.

Rick asintió, y con Regan y Mitch dejó la sala de conferencias. Denver fue hacia la ventana, que abrió a la parte trasera del edificio y el estacionamiento. Cass salió disparada por la puerta de atrás y bajó indignada por la acera a su automóvil. Denver casi podía ver sus dedos temblando de rabia.

– Lo siento, Cassie, -dijo en voz alta.

Recordó el ataque al que ella había sobrevivido cuando niña, recordó los esfuerzos que él mismo había hecho para insuflar vida a su pequeño cuerpo.

Suspiró, sabiendo que en ese momento ella le odiaba. Bien, podía aceptarlo si eso significaba mantenerla fuera de peligro. Y ni siquiera estaba seguro de eso.

Todo lo que sabía en ese momento era que el mal circulaba en los pueblos de bahía, y la probabilidad era que el rostro que lo ocultaba estaba detrás de una cara que había visto en algún momento a lo largo de los años, posiblemente una cara que conocía bien.

Podría ser alguien con quien se había encontrado en el Dockside Bar ayer por la noche, donde tantos de la antigua pandilla se habían reunido. O uno de los tipos que en el intervalo de la noche estuvieron junto a él en el bar y le preguntó por su hermano mayor, Dan, o su hermana menor, Karen.

Querido Dios, podría ser cualquiera.

Tal vez uno de sus propios compañeros de clase. Incluso uno de sus amigos. O uno de Dan.

Recordó el grupo de amigos de Dan, los niños que solían quedar en el porche delantero de los Denver cada noche de cada verano. De los chicos que solían llamar a casa, con la esperanza de obtener una cita con Karen.

La bonita Karen, que en el día llevaba su largo pelo negro partido en el medio.

Un frío se arrastró por su columna vertebral. Llamó a Phyl.

– Phyl, ¿cómo vamos a hacer con los anuarios?