"Verdad Fria" - читать интересную книгу автора (Stewart Mariah)

14

Demasiado ansiosa para sentarse, Cass estaba de pie apoyada contra la pared de cemento de la sala de emergencias del Hospital Memorial Bayshore e hizo algo que no había hecho desde que tenía nueve años. Se mordía las uñas avivadamente.

– Toma. -Rick le entregó una lata de soda-. No sé lo que bebes, pero es del único tipo que queda en la máquina, así que creo que no importa. Está fría -casi fría, de todos modos- y refresca.

Ella asintió agradeciéndoselo y sostuvo la lata cerca de su cuerpo. Rick la tomó de nuevo, tiró la anilla, y se la devolvió.

– La aprovecharás más si está abierta.

– Gracias, -susurró, luego tomó unos pequeños sorbos-. ¿Qué crees que le están haciendo?

Tratar de mantenerla viva, se le ocurrió a él.

En lugar de ello, contestó:

– Estoy seguro de que la están examinando a fondo.

– Yo debería saberlo. Lo sé. -Ella tragó duro-. Es diferente cuando es uno. Cuando es alguien cercano a uno.

Rick apretó su hombro con la intención de tranquilizarla. Dudó que lo hiciera.

– ¿Detective Burke? -Una enfermera llamó desde el escritorio.

– Aquí-. Cass levantó una mano y se apresuró-. ¿Cómo está ella? ¿Se pondrá bien?

La enfermera la miró perpleja, y luego miró el portapapeles en su mano.

– ¿Está usted aquí como parte de una investigación oficial… o…?

– Ella es mi prima. Lucy Webb.

– ¿Es usted el pariente más cercano?

– Sí, sí… -Cass se detuvo-. Oh. En realidad, no. Está casada, pero…

– Necesitaré hablar con su marido.

– Ellos están separados. Se están divorciando. En este momento ella vive conmigo.

– Si todavía es legalmente su marido, tendré que hablar con él. ¿Sabe cómo puedo contactarlo?

Cass intentó mirar fijamente a la mujer para intimidarla. No funcionó.

– Tengo su número, -Cass finalmente consintió.

– Bien. -La enfermera le entregó una pequeña libreta de papel blanco y un bolígrafo, y esperó mientras Cass escribía el número.

– Por favor. Sólo dígame si va a estar bien. -Cass trató de suavizar su postura.

– Ella respira por su cuenta, -dijo la enfermera.

Rick se acercó, y mostró su insignia.

– Agente Cisco, FBI. Enfermera… -Sus ojos escudriñaron su nombre en su distintivo-… Natale. La paciente es víctima de un delito violento. Necesito hablar con el médico tratante de la Sra. Webb a la mayor brevedad posible.

La enfermera miró primero a Rick, luego sus credenciales, antes de volver a mirar a Cass, que no se había movido.

– Pediré al Dr. Peterman que hable con usted tan pronto como termine.

Rick asintió.

– Gracias.

– Y gracias, -dijo suavemente Cass.

– Ni lo menciones. Ahora ven y siéntate. -Rick tomó su brazo-. No sabemos cuánto tiempo tendremos que esperar.

– No tienes que esperar conmigo. Sé que deseas volver a Hasboro, a la escena del crimen, -dijo, como si no comprendiera que la escena del crimen más reciente era su propia casa.

– Dudo que ellos me echen de menos. -Él sonrió suavemente-. Además, prefiero hacerte compañía. Podría ser una larga noche. Trata de relajarte un poco. Sé que es difícil, no sabiendo lo que pasa.

– Van a llamar a ese estúpido marido suyo, -dijo Cass en un exhalar-. Me pregunto si vendrá.

– Va a venir. Tendría que ser de piedra para no preocuparse por lo que le ha pasado. Ella todavía es su esposa.

– Esperemos que no por mucho tiempo.

– Suena a que hay un pequeño conflicto aquí.

– No hay conflicto. Simplemente no es el hombre para ella. -Ella arqueó una ceja-. Estoy esperando que me digas que no es mi llamada.

– Ni de cerca, Burke.

– En el caso de que creas que estoy siendo dura con el tipo, ella no piensa que él es el hombre para ella, tampoco.

– Su elección.

– Cierto, -Cass se mordisqueó una uña-. Él la ha estado engañando. Ha aniquilado totalmente su confianza en sí misma.

– Ella me pareció bastante segura de sí misma.

– Las apariencias pueden engañar.

– Supongo. -La miró hacia abajo y vio a una mujer a punto de desmayarse de la fatiga-. ¿Por qué no tratas de descansar un poco mientras puedas? Acá, apóyate en mí.

– Eres un buen tipo, Rick Cisco. -Ella reposó su cabeza contra la parte superior de su brazo, y luego se dio cuenta de lo que había hecho. Incómoda con tal intimidad, movió su cabeza ligeramente de modo que se apoyara contra la pared en vez de él.

– Para ser un agente del FBI. -Movió su cabeza hacia atrás a donde había estado, diciéndole-, relájate. No muerdo.

– No tengo problema con el FBI. -Ella hizo caso omiso de lo que él había hecho y cerró sus ojos, demasiado cansada para concederle tanta importancia, aunque todavía incómoda con la proximidad de ese hombre que todavía era más o menos un extraño-. Has sido… respetuoso. Amable.

– Ya veremos lo que los policías de Hasboro me llaman por la mañana, -dijo, y ella trató de sonreír ante su intento de humor.

Un muchacho con el brazo enyesado salió de una de las salas de tratamiento, su rostro bañado en lágrimas, agarrando la mano de su madre fuertemente con su mano buena.

Una joven madre caminaba con un sollozante bebé de un lado a otro del vestíbulo intentando consolarlo. Las puertas automáticas a la entrada de emergencia se abrieron silenciosamente y una mujer con la cara magullada e hinchada entró, ayudada por una mujer mayor con un pareo sobre su traje de baño, y una expresión preocupada en su cara.

Cass miraba en silencio cada drama desarrollándose. Después de unos largos diez minutos, preguntó:

– ¿De dónde viniste?

– Maryland.

– No, no. Esta noche. Me dejaste en la casa y te fuiste. ¿Por qué regresaste?

– Nunca salí de tu calle. Estaba casi en la señal de pare cuando vi a tu vecina salir de su casa… ¿la mujer mayor que vive calle arriba?

– Madge.

– Correcto. Bueno, ella salió por su puerta delantera y caminaba tan rápido como podía en dirección a la esquina, así que me detuve a ver lo que pasaba. Me dijo que su perro…

– June bug.

– Sí. Por lo visto hubo un gato callejero en su patio trasero toda la tarde, molestando a la vieja Junie. A la primera oportunidad que tuvo, salió por la puerta delantera y persiguió al gato hasta la vuelta de la esquina, Madge salió a buscarla, con su bastón en una mano y la correa del perro en la otra. Aparqué el coche y perseguí al perro. La encontré unas casas arriba, el gato fulminándolo engreídamente desde el techo del coche de alguien. Traía de vuelta al perro y la estaba entregando cuando oí los disparos.

– ¿Lo viste?-Cass se enderezó-. Él corrió por la parte de atrás.

– No. No vi a nadie. Honestamente, sólo corrí hacia la casa y entré. -Su brazo se sintió de repente más fresco sin su cabeza descansando contra él-. Dime de nuevo lo que pasó.

Cass repitió la historia, era la tercera vez que lo hacía desde su llegada al hospital. La primera fue al jefe Denver, que se había encontrado con ella en Urgencias y se quedó el tiempo suficiente para cerciorarse que Lucy todavía estaba viva antes de irse para supervisar personalmente la investigación en la casa de Cass. La segunda había sido al policía asignado para tomar su declaración oficial.

Acababa de llegar a la parte donde el atacante de Lucy salió corriendo por la puerta trasera, cuando alzó la vista para ver a Tasha Welsh bajando por el pasillo.

– Cass, oí lo que pasó. Lo siento tanto. ¿Está bien tu prima? -Tasha ocupó la silla junto a Cass y la giró para así poder sentarse frente a ella.

– No hemos sabido nada. Sigue con los médicos.

– ¡Qué horror! -Tasha sacudió su cabeza-. ¿Estás bien?

– Estaré bien.

– Fue nuestro hombre… ¿nuestro asesino?

– Tengo que pensarlo así, pero al mismo tiempo… -Cass vaciló, como si lo estudiara detenidamente-. Ya había golpeado una vez esta noche. Nunca ha atacado a dos mujeres en la misma noche antes. No tiene sentido para mí.

– Bien, he aquí algo más que no tiene sentido. -Tasha se inclinó hacia adelante-. La otra víctima, ¿la de Hasboro? Ella no fue violada.

– ¿No? -Cass frunció el ceño-. Pero todas las demás lo fueron.

– Cierto. Y otra cosa. ¿Recuerdas lo que te dije acerca de las fibras?

– ¿Las fibras que encontraste en el pelo de las otras víctimas?

Tasha asintió.

– Cinta rosada, ¿te dije que los informes de laboratorio llegaron? Cinta de satén rosa. Seda verdadera, no sintética. Cada una de las otras víctimas tenía rastros de ello, y prepárate… las fibras concuerdan perfectamente.

– ¿La misma clase de cinta?

– La misma cinta. Pudimos rastrearla hasta el fabricante. Dejaron de hacerla hace dieciocho años. -Tasha golpeó con un dedo la rodilla de Cass para enfatizarlo-. ¿Pero la de esta noche? Nada. No hay fibras.

– ¿Estás segura?

– Fue lo primero que busqué. Había algo, no sé, torpe acerca de la forma en que la dejó. Me pareció diferente de alguna manera.

Cass cabeceó acordando.

– Pensé lo mismo. Las piernas no estaban del modo correcto.

– Exactamente. Similares, pero no de la misma forma. Un poco desordenado. Como si hubiese tenido prisa y no se tomara el tiempo para hacerlo correctamente. No tiene sentido, ¿verdad?

Cass miró a Rick.

– ¿Un imitador, tal vez?-Sugirió.

– Quizá tuvo prisa. Necesitaremos el informe de los oficiales de la investigación para ver que más encontraron, -señaló.

– Bien, no contengas la respiración hasta que se ofrezcan a dártelo, -le recordó Cass.

– Puedo conseguirlo, -les dijo Tasha-. Podría tomarme unos días…

– Tal vez tu jefe pueda conseguirlo cuanto antes, -dijo Cass a Rick, que asintió.

– Le haré otra llamada por la mañana si no he tenido noticias suyas.

– Y otra cosa, -dijo Tasha-. En el pasado, el asesino ha hecho un esfuerzo por ocultar los cuerpos en cierta medida. Éste en Hasboro, la dejó claramente a la vista. Justo allí en la parte inferior del muelle.

– Como he dicho, tal vez tenía prisa, -dijo Rick-. Posiblemente tenía miedo de ser descubierto si se tomaba demasiado tiempo.

– No es su estilo, -insistió Tasha-. Si tenía miedo de ser visto, la habría dejado en alguna otra parte. Creo que quería que el cuerpo fuera encontrado, y rápido.

– ¿Cuánto tiempo piensas que el cuerpo estuvo allí? -Cass preguntó.

– Oí que uno de los detectives decía que la familia en la primera casa fuera del muro había salido a buscar cangrejos en su barco cerca de las tres, -respondió Tasha-. Ellos la encontraron cuando llegaron de vuelta, alrededor de las cinco y media. Por lo tanto fue dejada en algún momento dentro de ese plazo.

– Se arriesgó, ¿no? -Cass dijo cuidadosamente-. ¿A plena luz del día, a mitad de la tarde? No parece ser un tipo descuidado.

– No fue negligente, -dijo Rick.

Cass lo miró.

– ¿No lo fue?

– No lo atraparon, ¿verdad? Hasta el momento, nadie se ha presentado a decir que vieron a alguien allí.

– Uno puede fácilmente salirse con la suya, -Tasha asintió-, si no hay otros barcos al final del muelle. Y por supuesto, no había ninguno.

– Además, es temprano en la temporada. No hay muchas personas por ahí todavía -dijo Cass pensativamente-. Pero de todas formas, ¿por qué arriesgarse?

– Creo lo mismo que Tasha. Quería que la encontraran, -dijo Rick-. Y quería que la encontraran hoy.

– ¿Por qué supones que sería importante para él? -Preguntó Tasha.

– Tal vez porque tenía otro objetivo en mente. Tal vez fue una víctima incidental para él, -Cass pensó en voz alta-. O él podría haber querido llamar nuestra atención hacia ella, y…

– Y alejarnos de otra persona, -Rick terminó su pensamiento.

– Lucy, -dijo Cass rotundamente.

– Podría ser. Necesitaba apartarte del camino, por lo que proporcionó una distracción, -sugirió Rick-. Ella encaja en el tipo fielmente. Edad, y tipo correcto. Una mujer bonita con un montón de largo cabello oscuro. Si la ha estado vigilando, habría sabido que ella vive con una policía. Habría tenido que sacarte de allí para llegar a ella. ¿La mejor manera de atraer a un policía? Con un cadáver. Inteligente de su parte.

Cass se estremeció al pensar que otra mujer inocente perdió su vida por ser considerada nada más que un medio para un fin.

– Pero no lo suficientemente inteligente como para darse cuenta de que se salió de mi jurisdicción, o que los tipos de Hasboro eran tan territoriales que me despacharían al minuto en que llegué.

– Puedes darles las gracias a esos tipos de Hasboro y su mentalidad mezquina por salvar la vida de Lucy, -señaló.

Cass puso su rostro en sus manos.

– Oh, Dios, -dijo-, si me hubiese quedado más tiempo probablemente estaríamos sentados en el depósito de cadáveres ahora mismo.


***

Los faros iluminaron la puerta de madera y dejó el coche en marcha mientras iba a apartarla. A continuación condujo por la apertura, volvió, y cerró la puerta. No había ninguna necesidad de que algún bienintencionado viniera y se preguntara quien podría andar deambulando a estas horas de la noche.

Condujo sólo con sus faros antiniebla, por temor a que algún vehículo que pasara viera el reflejo de las luces más brillantes y llamara a la policía. No que pensase que la policía se limitase a sentarse sin hacer nada esa noche, esperando algo que hacer. No, él se había asegurado de eso, muy bien.

El camino de tierra serpenteaba un cuarto de milla en el pantano antes de separarse en dos direcciones. Tomó el camino de la izquierda y lo siguió durante unos quinientos pies. Presintiendo que estaba cerca de su destino, redujo la marcha, y luego detuvo el coche. Apagó las luces y el motor, luego abrió la guantera y sacó el botiquín de primeros auxilios que siempre llevaba con él. Salió del coche y se dirigió directamente al maletero, del cual sacó un baúl. Caminó a lo largo del camino a ciegas y llevó el baúl con él hasta los escalones del refugio. Fue difícil, porque estaba pesado ahora después de todos esos años, y uno de los dedos en su mano izquierda dolía como el infierno. Colocó el baúl en el suelo a ciegas, a continuación, lo subió.

Se sentó junto a él y abrió el botiquín de primeros auxilios. Tomando la pequeña linterna de su bolsillo, lo alumbró. Reunió una pequeña botella de peróxido y un rollo de vendas frente a él; entonces, sosteniendo la linterna entre los dientes, desenvolvió la tira de su camisa que había atado antes alrededor del dedo palpitante. Vertió el peróxido sobre la herida frotando para limpiarla, y luego la envolvió con la gasa.

Se trataba de una herida menor, y no era la primera vez que le habían disparado. Pero era la primera vez que le había pegado un tiro una mujer.

Y esa mujer. Esa mujer…

Sintió una terrible quemazón detrás de sus ojos y sus manos comenzaron a temblar. El odio lo invadió, tan fuerte y tan feroz, que casi se convirtió en náuseas.

Si no fuera por ella, él y su amor estarían juntos en ese momento. En camino a Cape May, para iniciar su vida juntos.

Si no fuera por ella, todo estaría bien en ese momento. En ese momento…

Pero en lugar de ello, estaba solo, escondiéndose como un animal asustado en un oscuro pantano.

Y su amor… oh, su pobre amor…

Bueno, eso fue toda su culpa, también. Si no fuera por ella, su amor no estaría…

Se detuvo, recordando la forma en su amor había tratado de luchar contra él. ¿Por qué lo había hecho? No había planeado hacerle daño. ¿Por qué no lo entendió?

Sus dedos tocaron su rostro, se rozó los arañazos de sus uñas habían hecho.

¿Por qué había luchado contra él?

Si no hubiera tratado de luchar, no habría tenido que golpearla tantas veces.

Si no hubiera intentado gritar, no habría tenido que poner sus manos alrededor de su garganta y…

Pero no había querido herirla, nunca había pensado hacerle daño… ¡él la amaba! Habría parado, se dijo, no habría apretando tan fuerte, si otro no hubiera llegado, agitando esa maldita arma. Se había echo un lío entonces.

Por un momento, había olvidado donde estaba y con quién había estado. Una niebla pareció invadirlo, nublando su mente. Había visto sus manos en su garganta como en cámara lenta, y sintió como si pertenecían a otra persona.

En el momento en que su cabeza se había despejado, ya era demasiado tarde. Esquivaba las balas, corriendo por la puerta, y había tenido que dejarla allí, en el suelo.

Se sentía enfermo al saber que la culpa había sido sólo de él mismo.

Debería haber matado a esa -a la otra- cuando había tenido la oportunidad.