"Verdad Fria" - читать интересную книгу автора (Stewart Mariah)13Rick siguió las instrucciones de Cass hasta la ensenada donde el último cuerpo había sido encontrado. Aparcó en el camino y juntos caminaron sobre la piedra amarilla tosca hacia el terraplén donde una multitud de agentes se habían reunido. A medida que se acercaba al grupo, el cuerpo comenzó a hacerse visible. Cass había llegado justo a la periferia, lo suficientemente cerca para ver el cuerpo de la joven, lo suficientemente cerca para ver los brazos lanzados sobre la cabeza, el pelo oscuro desplegado como una capa, cuando uno de los miembros de la fuerza de policía de Hasboro dio un paso adelante. – Hey, Caplan… -Cass empezó, y él la agarró por el brazo para detener su avance. – No molestes, Burke, esta no es tu escena del crimen, -dijo desagradablemente-. Estás fuera de tu jurisdicción. – Bueno, lo sé, -vaciló un poco, sorprendida por su reacción ante su presencia-, pero el Jefe Denver me llamó y me pidió que… – Denver no tiene nada que decir aquí, tampoco. En lo que a mi respecta, eres un civil. Y eso te hace una intrusa. Sugiero que te marches. Odiaría tener que arrestarte. – ¿Qué demonios, Caplan? -Ella sacudió su brazo. – Como lo veo, has tenido varios intentos con este tipo, y lograste cagarla. Ahora puedes retroceder y dejar que los muchachos grandes te muestren cómo capturar a un asesino en serie. Por el rabillo del ojo, vio a varios de los otros policías de Hasboro mover la cabeza y apartar la mirada avergonzados, mientras que algunos sonrieron burlonamente en su dirección. – Mira, he estado en varias de las escenas, puedo… – Puedes girar el culo y volver a Bowers. Nosotros no te necesitamos. Ella se encogió de hombros y giró hacia Rick. – Llamaré a Lucy y le pediré que venga a recogerme. Querrás quedarte. – ¿Quién es usted? -El detective de Hasboro señaló a Rick. – Agente especial Rick Cisco. FBI, -Rick respondió fríamente-. ¿Quién está a cargo aquí? – Bueno, no es usted. -Caplan cruzó sus brazos sobre el pecho-. No creo que el Hasboro PD solicitara la ayuda del FBI. Puede irse con Burke. Rick permaneció en silencio y miró la postura del detective. – Detective Burke, la llevo de regreso. -Rick señaló el camino. – Pero… Tomó su codo, y ella sacudió la mano. – No ahora, -le susurró entre dientes. Cass se volvió y dio dos pasos antes de casi chocar con Tasha Welsh. – ¿Adónde crees que vas? -La técnica le preguntó. – No he sido invitada. Cabrones territoriales, esos policías de Hasboro, -masculló Cass. Tasha se encogió de hombros – Su pérdida. ¿Estarás en casa más tarde esta noche? Cass asintió. Tasha se inclinó acercándose a ella. – Te avisaré si encuentro algo que pueda serte de interés. A Caplan, dijo Tasha, – Bien, no me puedes patear de tu césped, así que mejor apártate y déjame hacer mi trabajo. No creo que tengas un buen fotógrafo en tu fuerza, ¿o sí? – Bastardo estúpido, -Cass murmuró cuando abrió la puerta del pasajero y se metió en el coche de Rick-. No puedo creer que casi amenazó con detenernos. Llamó al Jefe Denver y se molestó al obtener su correo de voz. Le dejó mensajes en su oficina, su casa, y en su celular, y luego lanzó el teléfono en su bolso disgustada. Rick encendió el motor al mismo tiempo que marcaba velozmente un número en su celular. – John, soy Cisco. Nos encontramos en una situación en Nueva Jersey de la que tenemos que hablar. Llámame. -Dejó el lacónico mensaje mientras daba una vuelta en u en medio de la carretera-. Sospecho que mi jefe va a tener unas cuantas palabras con el Hasboro PD antes de que la noche haya terminado. – No puedo creer que lo estés tomando con tanta calma. – No es como si fuera la primera vez que me han solicitado dejar la escena de un crimen. -Comprobó su espejo retrovisor antes de hacer un giro hacia la carretera-. Parece que tenemos escolta. Cass giró en su asiento. Una patrulla de Hasboro los seguía varios tramos de automóviles detrás de ellos. – Cabrones arrogantes. -Ella golpeó su mano en el salpicadero. – No permitas que te afecte. Nos encargaremos de ello. – ¿Cómo te propones hacerlo? – No lo haré. John sí. – ¿John es todopoderoso?, -dijo sarcásticamente. – Más o menos. -Sus ojos nunca abandonaron el camino-. Mira, esto ocurre a veces… un caso de alto perfil, la agencia local no quiere compartir el candelero. Tienen que ser puestos en su lugar, por así decirlo. Pero no le damos demasiada importancia, dejamos que los jefes locales digan cómo va a ser. De esa forma, estás en el escenario, no estás atropellando a nadie, no te impones a nadie, no eres el tipo malo, todavía puedes trabajar con esas personas. Esa es la forma en que mi jefe quiere manejar las cosas, así es como se hace en nuestra unidad. – ¿Tu unidad? ¿Es tu unidad diferente de la promedio, habitual del FBI? Una pequeña sonrisa casi tocó una comisura de su boca. – Los agentes en nuestra unidad informan directamente a nuestro jefe. Y él sólo informa al director. – Por lo tanto supongo que es un sí. Él casi sonrió otra vez. Ella estaba todavía en plena ebullición cuando él se estacionó frente a su casa. – Te dejo, luego regresaré a Hasboro. Espero oír de John en los próximos diez minutos. Quiero estar en la escena tan pronto como sea posible. – No puedo creer que ni siquiera nos dejaran ver el cuerpo. – Tú lo viste. – Sí, pero no me acerqué lo suficientemente para ver… -Ella hizo una pausa-. ¿Lo viste? ¿A ella? ¿A la víctima? – Sí. – ¿Algo raro? -Ella había puesto su bolso en su regazo-. Te mostré las fotos de todas las otras escenas. ¿Advertiste cómo esta mujer tenía la cara hacia arriba, no girada a un lado, como las demás? – No tuve el tiempo suficiente para notar mucho de nada, -dijo. – No sé, es poco cosa. Las otras víctimas fueron plantadas de manera exacta, que podrían haber sido superpuestas las unas a las otras. Este… -Ella suspiró-. Por otra parte, uno de los listos de Hasboro podría haberla movido. – Averiguaremos si uno lo hizo. Ella abrió la puerta y salió, la cerró, luego se apoyó en la ventana abierta. – Si no ganas un [12]billete dorado para la escena del crimen, regresa. Lucy nos guardó la cena. – Quizás lo haga. Pase lo que pase, me mantendré en contacto. Te haré saber lo que averigüe. ¿Crees que tu amiga, la tecnóloga, se acordará de llamarte? Cass asintió con confianza. – Llamará. Es de fiar. – Supongo que hablaremos más tarde. Cass retrocedió del coche y se volvió hacia la casa. – Jodido Caplan, -gruñó mientras subía los escalones del frente. Abrió la puerta mosquitera y cruzó el porche hasta la puerta principal. La luz del exterior estaba apagada. Extraño. Se suponía que se encendía de forma automática, al atardecer. Quizá la bombilla se había quemado. Le pediría a Lucy que comprara una nueva si tenía tiempo esa semana. Entre las visitas a la playa, por supuesto. Cass sonrió para sí misma. Su prima era única. Por un lado, Lucy era amable y servicial y estaba tratando arduamente de hacer frente a una mala situación, por otra, era egoísta, frívola e irreflexiva. Y, Cass se dio cuenta, la amaba a pesar de todo eso. Rebuscó en su bolso por sus llaves, luego se rindió y llamó a la puerta. Se afirmó contra la jamba y esperó. – ¿Lucy? -Golpeó de nuevo. Llegó un estrépito desde el interior. Cass dejó caer su bolso y rebuscó en él rápidamente, encontró la llave y su arma. Metió la llave en la cerradura y la giró con dedos frenéticos, luego dio un paso en la penumbra, la piel detrás de su cuello hormigueaba. Sus ojos aún no se ajustaban a la luz, pero un movimiento a su derecha, en la sala de estar, llamó su atención. – No se mueva, -dijo firmemente. La figura en el suelo se levantó rápidamente y saltó hacia la cocina antes de que ella pudiera reaccionar. – Policía, -gritó, cuando la figura comenzó a desaparecer en el cuarto oscuro. Esquivó la silla que él arrojó en su dirección, luego tropezó con ella. Maldiciendo, apuntó y disparó dos tiros. Ella estaba casi en la puerta trasera cuando oyó un gemido desde el frente de la casa. El sonido se detuvo en seco en su calzada. – ¿Lucy? -Se volvió despacio y caminó de vuelta a la sala de estar-. ¿Lucy? Ella encendió la luz de pasillo. – Oh, Santa Madre de Dios. Lucy estaba en el suelo, su pelo oscuro extendido alrededor de su cabeza como un halo. – No, no, no, no… -Cass corrió hacia ella y cayó de rodillas-. Lucy, no. No. – ¿Cass? -Rick llamó desde la puerta delantera-. Oí los disparos. ¿Qué pasa? – Lucy, por favor… -Cass le buscó el pulso. – Jesús, Cass… -Rick entró en la sala. – Pide ayuda. Llama ahora. No creo que esté respirando. -Cass comenzó el boca a boca mientras Rick pedía ayuda. – Déjeme intentarlo, -dijo, pero Cass le hizo un gesto y siguió introduciendo aire en los pulmones de su prima. – Creo que la estoy perdiendo. -Buscó frenéticamente. – Mi turno. -Rick apartó a Cass del camino y asumió el cargo cuando las sirenas comenzaron a aullar en la distancia. – No te mueras, Lucy, -Cass rogó salvajemente-. Por favor, no te mueras… |
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