"Verdad Fria" - читать интересную книгу автора (Stewart Mariah)12Cass se inclinó hasta tocarse los dedos del pie, luego se enderezó y flexionó sus hombros. Colocando un pie sobre la pared exterior del garaje, se impulsó un poco, dobló la rodilla, para estirar un conjunto diferente de músculos. Increíble lo que una buena noche de sueño podía hacer. Se sentía lo bastante descansada como para ansiar una larga carrera en la playa. Había pasado más de una semana desde que había tenido una carrera decente, aunque sentía que era mucho más. Sacudió la cabeza mientras recordaba los últimos nueve días, días que habían contenido tanto dolor, tanto horror para las familias de aquellas mujeres jóvenes, en tan breve tiempo. Le tomó diez minutos más estirarse adecuadamente, y luego abrió la puerta trasera y llamó a Lucy. – ¡Luce! Voy a correr. ¿Estás segura de que no quieres venir conmigo? – No tengo zapatillas deportivas, -gritó Lucy. – Te dije que tengo un par extra si deseas usarlas. Te deben quedar. – Me apuntaré para la próxima vez. -Lucy apareció en la puerta mosquitera-. Todavía estoy grasosa de la playa. Ella alargó un brazo resbaladizo con aceite bronceador. – Te perdiste un día de playa excelente, bella durmiente. – Necesitaba el sueño más de lo que necesitaba el sol. – Mientras estés fuera, me voy a duchar para sacarme todo esto y, a continuación, empezaré la cena. Creo que necesitas realmente una comida sana esta noche. – Pensé que la cena de anoche de cangrejos y papas fritas era sencillamente perfecta. – Demasiada grasa. -Lucy arrugó la nariz-. Pero, ¿qué son los cangrejos sin un poco de mantequilla y un tazón grande de papas fritas con [10]Old Bay? Ahora, esta noche, comeremos sano. – ¿Qué exactamente tienes en mente? -Cass la observó con recelo. – Algo delicioso. Iré corriendo al mercado por pescado tan pronto como me bañe. Tendremos algo asado, tal vez corvina o atún o lo que sea que tengan que parezca bueno y esté fresco de hoy. Y una inmensa ensalada. – Creo que quedaron algunas papas fritas de ayer por la noche. – Las boté. Tuvimos nuestras grasas malas para la semana. Esta noche es saludable marisco y una ensalada. – Suena bien. Grasa o no grasa. -Cass se inclinó para atar de nuevo una zapatilla-. Estaré de vuelta en cuarenta y cinco minutos más o menos. – ¿Tienes tu llave? – En mi bolsillo. ¿Por qué? – Quiero cerrar con llave la casa mientras me ducho y luego cuando vaya a la tienda. – Buena idea. -Cass oyó el clic de la cerradura, cuando salió en dirección a la calzada. Una vez en la acera, ajustó sus gafas de sol y comenzó a trotar lentamente hasta el final de la calle, cinco casas abajo. La casa vecina a su derecha y las dos casas de la esquina más cercana aún estaban desocupadas, los inquilinos del verano no habían llegado aún. Eso era bueno, Cass pensó, no le importaba no tener vecinos. Era suficiente tener a alguien compartiendo su casa. Aunque tuvo que admitir que no le molestaba la presencia de Lucy. En todo caso, estaba empezando a disfrutar de ella. Había olvidado lo que era compartir el espacio vital con alguien más, ella había estado sola desde hacia mucho tiempo. Por un lado, era agradable. Por otra parte, le recordaba aquellos días horribles, esos después de haber perdido a su familia y haberse ido a vivir con Lucy y la tía Kimmie y tío Pete. Lucy y ella habían compartido una habitación durante unos meses, mientras la tía Kimmie terminaba el segundo piso con dos nuevos dormitorios y un baño, por lo que las niñas podían tener sus propias habitaciones. Había sido el peor momento de la vida de Cass. Y, sin embargo, en Lucy había encontrado una verdadera amiga, a pesar de sus diferencias. Cass corrió hasta el estrecho embarcadero de madera en la playa, reflexionando sobre algunas de esas diferencias. Lucy era ahora, y siempre había sido, sumamente femenina. Incluso de niña, los trajes de baño de Lucy habían sido de color rosa, celeste, o blanco. Siempre llevaba cintas en el pelo, al igual que su madre y su tía, la madre de Cass, lo hizo. Ella saltaba la cuerda de vez en cuando, pero pasaba la mayor parte de su tiempo en casa leyendo o con sus muñecas, por lo que no fue una verdadera sorpresa cuando se casó joven y comenzó una familia de inmediato. La única vez que Cass había visto en su vida a su prima sudar era cuando jugaba baloncesto. Todo el mundo asumió que Lucy quería jugar sólo porque Cass lo hacía, pero entonces ella había jugado con sorprendente agresividad. Ellas habían sido muy cercanas en la secundaria, pensó mientras corría por la orilla del agua. Habían seguido siendo cercanas hasta que Lucy se casó con la rata bastarda de David. ¿Qué había visto en él, de todos modos? Él no era un buen conversador, no era gracioso ni especialmente listo ni siquiera muy guapo. ¿Qué había visto Lucy en él? No que eso importara ahora, Cass pensó mientras zigzagueaba alrededor de las toallas de varias personas que tomaban el sol, envueltos en mantas, el sol del atardecer casi no era lo suficientemente fuerte como para alejar el frío. – ¡Hey! Cass! -Alguien llamó desde atrás. Se volvió para encontrar a Rick Cisco aproximándose. – Pensé que eras tú, -dijo mientras corría para unirse a ella. – Eres un corredor, -dijo, juzgando su paso experto. – Cuando tengo tiempo. Hoy parecía un buen día para tomar un descanso y hacer unas pocas millas. – Es un buen día para eso. No hace demasiado calor, y la humedad no ha pateado aún. – ¿Hasta dónde vas? -Preguntó. – Hasta el próximo embarcadero. Cerca de otra media milla. – ¿Te molesta si te sigo? – Como quieras. Ella echó a correr y él emparejó su ritmo. Corrieron en el silencio, sus zapatillas deportivas golpeando suavemente contra la arena, su aliento entrando en igual medida. Cuando llegaron al embarcadero de piedra, se detuvo y miró hacia el mar. – Yo suelo detenerme al final, -ella le dijo. – Me apunto, siempre y cuando no te importa la compañía. Lo hacía, pero ella lo ignoró. Uno no siempre puede estar solo, se recordó a sí misma. A veces tienes que compartir tu espacio con otras personas. Esta semana parece ser uno de esos momentos. Anímate y acostúmbrate a ello. Ella metió sus pulgares en los bolsillos de sus pantalones cortos de correr y caminó a lo largo del muelle, escogiendo su camino a través de las rocas. Al final, buscó la piedra más plana que pudo encontrar, y se sentó sobre ella. Miró a Rick, que la había seguido, y palmeó la roca a su lado. – No es exactamente cómoda, pero es casi lo más plano que encontrarás. Él miró hacia abajo el asiento ofrecido con incertidumbre, luego se sentó cuidadosamente en la roca. Sus largas piernas colgaban a los lados y sus pies descansaban en las rocas de abajo. – Esto es precioso, -dijo-. Una estupenda vista. Señaló a la izquierda. – Los barcos de alquiler están empezando a entrar. – ¿Qué es lo que pescan? – Atún. Dorados. Lo que sea que encuentren. Tienen que ir muy lejos por ambos, en esta época del año. – ¿Tú pescas mucho? – Nada, en realidad. No, para nada. – Oh. Sonabas tan informada. – Mi papá tenía uno. Solía salir todos los días. Lo amaba. Era un hombre tan inteligente, que podía haber hecho cualquier cosa que hubiese querido. Todo lo que siempre quiso fue a pescar. -Ella sonrió, recordando el amor de Bob Burke por el mar. – ¿Todavía pesca? – Murió. – ¿Perdiste a tus dos padres? -Se giró hacia ella-. Lo siento. – El mismo día, -dijo suavemente. – ¿Qué? – Ellos murieron el mismo día. – Lo lamento, Cass. ¿Fue un accidente? – Fueron asesinados. Mis padres y mi hermana pequeña. – Jesús, eso es duro. Lo siento tanto… No tenía ni idea… -Enrojeció como avergonzado de haberlo oído-. ¿Encontraron a la persona? – Sí. Un vagabundo, un tipo que había estado dando vueltas por la ciudad durante unos meses. Mi padre solía darle pescado, cuando tenía una muy buena captura. Eso siempre me lastimó, ¿sabes? Que mi papá fuera tan bueno este tipo y él le devolviera su amabilidad… -Sacudió la cabeza ligeramente y apartó su rostro de él-. En cualquier caso, fue juzgado, condenado y enviado a prisión. Murió… Creo que fue tal vez hace diez años más o menos. Cáncer. – Lo lamento, -dijo de nuevo-. Simplemente no sé qué más decir. – Está bien. No tenías forma de saberlo. Gracias. -Ella contempló el horizonte, sin ser capaz de hacer contacto visual con él. De repente, se sintió demasiado cerca, aunque había un espacio de casi tres pies entre ellos. Se sentía asfixiada. Se paró bruscamente. – Tengo que volver a casa. Lucy está haciendo la cena, -murmuró, y giró hacia la playa. – ¿Quién es Lucy? -Él pasó sus piernas sobre la roca y se levantó-. ¿Tu compañera de casa? – Mi prima. Se está quedando conmigo. En realidad, ella y yo poseemos la casa. Era de nuestra abuela. ¡Oh, cállate!, se dijo a sí misma. Estás empezando a balbucear. Lo mejor es estar sola. Quedó desconcertada al encontrarlo detrás de ella cuando saltó desde el embarcadero hacia la arena mojada. – ¿Corriendo o caminando? -Preguntó. – Corriendo. -Ella aceleró por la playa. Se figuró que él seguiría adelante cuando llegaron a la Avenida Brighton. No lo hizo. – Aquí es donde entro, también, -dijo. – Oh. ¿Dónde te estás quedando? Ella redujo la marcha a un paseo, ya que se acercaban al tablado. – En el Brighton Inn. – Oh. Bonito lugar. -Ella asintió y siguió caminando rápidamente. Eso significaba que probablemente caminaría hasta Brighton, por delante de su casa, al Atlántico. – Es agradable. Las habitaciones son un poco anticuadas, pero es hogareño y la comida es excelente. – El restaurante es bastante bien conocido. He comido allí muchas veces a lo largo de los años, aunque no recientemente. Siempre fueron conocidos por su marisco, que es de esperar, teniendo en cuenta que está a cuadra y media del océano. Agradece que no sea julio o agosto. – ¿Por qué? – La humedad puede hacerse bastante feroz aquí. Lo último que supe fue que el Brighton todavía no instalaba aire acondicionado. – Bueno, esperemos que encontremos a nuestro hombre pronto para que yo me haya ido hace mucho cuando lleguen los días de mucho calor. Se detuvieron en la esquina por el tráfico, y luego cruzaron la calle. En la tercera casa de la esquina, un gran perro marrón y negro ladró fuertemente cuando pasaron. Rick dio un paso entre el animal y Cass pero nunca rompió el paso. – Está bien, [11]June bug, está bien, -Cass llamó al perro, y éste cruzó el pequeño terreno que servía como su patio delantero, moviendo su cola lánguidamente. Cuando llegó a Cass, se sentó en medio de la acera y ella lo acarició cariñosamente. – Eres una buena niña, Junie, -canturreó ella mientras Junie bug la miraba con adoración. – Hola, Cassie. -La puerta mosquitera se abrió y una mujer en sus años setenta bajó los peldaños despacio-. Agarra su collar por mí, ¿está bien? – La tengo, Madge. No va a ir a ninguna parte. – Ni aunque ella quisiera. Demasiada artritis y no mucha energía para perseguir coches estos días. -La vecina de Cass se rió secamente-. Y no sólo estoy hablando del perro. La mujer llevaba una correa y caminaba favoreciendo una pierna. – Esta maldita rodilla mía… – Pensé que la había sustituido el año pasado. – Esa fue la rodilla derecha. Supongo que voy a tener que rompérmela y hacerme la izquierda ahora, también. Yo había esperado que lo hicieran todo. Cualquiera que te diga que no tienes nada te está mintiendo. -Madge se inclinó para agarrar a su perro-. Ahora, ¿quién es este atractivo joven? – Rick Cisco, señora. -Él sonrió y le tendió su mano. Ella la tomó y la utilizó para aferrarse a ella mientras ponía la correa en el collar del perro. – Es alto, ¿no? No hay demasiados hombres jóvenes por aquí más altos que Cassie. Ella es alta para ser una muchacha, no. Pero usted lo ha notado, yo… – Ah, Madge, Rick es del FBI. – No hay nada malo con eso, cariño. – Quiero decir, que está aquí sólo para trabajar con nuestro departamento. – Oh, ¿por el asesino en serie? Mal asunto, eso es. -Madge sacudió su cabeza-. Lo viví la última vez, allá por el, ¿qué fue, 1980? – El verano de 1979, -le dijo Cass, pero Madge no pareció haber escuchado. – Horrible que fue, en aquel entonces. Dios todopoderoso, uno tenía miedo de sacar su cabeza fuera de la puerta, nunca se sabía dónde iba a golpear después. -La mujer tembló-. El peor verano de mi vida. Nunca había visto nada igual. Tenía la esperanza de nunca volver a verlo una vez más, y aquí estamos, un mal asunto al igual que antes. Ella miró a Rick. – ¿Usted piensa que el FBI puede atraparlo? – Estamos trabajando con su departamento de policía y haremos todo lo posible por localizarlo. – Bueno, porque no lo capturaron la última vez. No lo capturaron y ahora está de vuelta. – Madge, no hemos determinado si este es el mismo asesino. Hay una muy buena oportunidad de que estemos tratando con un imitador. Madge sacudió su cabeza blanca. – Es el mismo. Regresó. Puedo sentirlo. -La mujer de edad avanzada se estremeció-. Como si estuviera de pie junto a mí. – Bueno, sea el Estrangulador de Bayside o un imitador, estamos haciendo todo lo posible por encontrarlo, -le aseguró Rick. Cass dio un paso o dos de distancia, y Rick la siguió. – Mientras tanto, Madge, mantén tus puertas y ventanas cerradas y a tu perro guardián contigo, -dijo Cass. – Oh, un perro guardián es Junie. Dime, ¿es aquella Lucy Donovan? Donovan ya no, sin embargo. ¿Cuál es el nombre de casada? – Webb. – Cierto, cierto. Se casó con el nieto de Lloyd Webb. Veraneantes, según recuerdo. Cielos, no la he visto en un par de veranos. ¿Sus hijos están con ella? Ha estado horriblemente tranquila, no he escuchado a los niños. -Madge estiró el cuello para lograr una mejor mirada del coche que acababa de entrar en la calzada de Cass-. Oí que la casa de al lado se alquila para el verano, pero nadie ha llegado aún. No sé si la gente tiene hijos o no. – Los muchachos de Lucy están en un campamento durante unas semanas. Le diré que le mandas saludos. – Dile que he dicho que se pase por aquí y me visite alguna mañana. Siempre me ha gustado Lucy, es una chica divertida. Siempre me hace reír. -Madge saludó en dirección a la casa de Cass-. Yoo-hoo, Lucy… – ¡Hola, Madge! -Lucy gritó mientras abría el maletero del coche y comenzaba a descargar varias bolsas de comestibles. – Debería ir y ayudarle. Hasta luego, Madge, -Cass dijo cuando ella se volvió hacia la casa. – Encantado de conocerla, -Rick dijo a la mujer. – Encantado de conocerlo, también, hombre del FBI. -Madge saludó. – ¿Qué piensas de la teoría de Madge de que este es el antiguo Estrangulador de Bayside de regreso?, -le susurró a medida que se alejó. – Ella podría muy bien tener razón sobre eso. Aunque por lo general sus teorías son un poco más sospechosas. Al igual que la del alma de Winston Churchill habiendo entrado en el cuerpo de Ronald Reagan en 1967 y lo convenció para postularse a presidente. – ¿¡Eh!? – No hables nunca de política con ella. Estás advertido. – Llegas justo a tiempo. -Lucy dirigió su comentario a Cass, pero miraba directamente a Rick. – Lucy, él es Rick Cisco. Es el agente del FBI enviado a trabajar con nosotros. Me encontré con él en la playa. Rick, esta es mi prima, Lucy Webb. – Un gusto, -dijo-. ¿Puedo darte una mano? – Eres mi salvador. -Ella sonrió con gracia-. Acabo de hacerme las uñas. – Oye, que nunca digan que el gobierno federal te falló en un momento de necesidad. -Él levantó las tres restantes bolsas del maletero del coche-. Indícame el camino. Lucy sonrió y lo condujo por la calzada. Cass recogió la bolsa que Lucy había dejado en el suelo y por lo visto había olvidado. Ella siguió el mini-desfile hacia la casa. – Pensé que sólo ibas al mercado por pescado, -comentó Cass, al dejar la bolsa en el mostrador. – Bueno, mientras estaba fuera, me imaginé que podría comprar para la semana. De esta forma, puedo aprovechar los buenos días de playa que se supone tendremos esta semana. -Sonrió a Rick-. Debo trabajar en mi bronceado. – Veo que has pasado algún tiempo en el sol. Tienes un bonito color. – Oh, ¿eso crees? -Lucy extendió sus brazos por delante de ella. Cass se paró detrás de Rick y puso los ojos en blanco. Lucy la vio y se rió en voz alta. – Entonces, ¿dónde te estás quedando? – En el Brighton. – Solía ser realmente agradable. -Lucy empezó a desempaquetar una bolsa. – Todavía lo es. -Rick giró hacia Cass-. Bueno, no te molesto más. Te veo por la mañana. Nos reuniremos con la persona del laboratorio… – Tasha Welsh. -Cass asintió-. Le haré una llamada esta tarde y veré como está su agenda para mañana. – ¿A qué hora piensas que estarás en tu oficina? – Alrededor de las siete. No más tarde. – Te veré entonces. – ¿Por qué no te quedas y cenas con nosotros? -Lucy le preguntó. – No, no, pero gracias. – En serio. Tenemos toneladas de comida. Estoy acostumbrada a comprar para una casa de puros hombres y no he resuelto cómo reducir las porciones sólo para mí y Cass. De verdad. No sería una imposición. -Lucy sonrió a Cass-. ¿No es cierto, Cassie? – Para nada. -Sonrió Cass, también, entre dientes. – Gracias de todos modos, pero me apunto para la próxima. Tengo que ir a bañarme. – Al igual que Cassie. -Lucy sonrió abiertamente-. Insisto. – ¿Cass? -Preguntó tentativamente. – Oh, está bien. En serio. Lucy y es una maravillosa cocinera. – Si estás segura… – Claro. Vete a la Posada y cámbiate, y regresa… ¿en cuando, Luce, una hora? Lucy asintió. – Perfecto. La cena debería estar en la mesa para ese momento. – Muy bien. Grandioso. Las veo luego entonces. -Rick salió por la puerta de atrás. – Voy a matarte, -dijo Cass cuando Rick estaba seguro fuera del alcance del oído. – No lo harás. Me lo agradecerás algún día. Vi la forma en que te miraba. Lucy abrió el refrigerador y metió los cartones de yogur. – Es un tipo atractivo, Cassie. No encontrarás muchos como él vagando por Bowers Inlet en la temporada baja, eso es seguro. Te hice un favor. Cualquiera podía ver que está interesado en ti. Se moría por encontrar una forma de pasar algo de tiempo personal contigo. Lo estoy ayudando un poco. – Oh, por favor. -Cass sacudió la cabeza y se fue arriba. – Tienes cuarenta y cinco minutos, Cassie. Y te haré la cara… En la práctica, no había habido tiempo para maquillaje facial, ni, por lo demás, tiempo para cenar. Cass apenas había salido de la ducha cuando su celular sonó. Se envolvió una toalla alrededor de su cuerpo y rebuscó en su bolso, que había dejado en el suelo de su dormitorio. – Burke, -dijo justo antes de que la llamada pasara al buzón de voz. Ella escuchó en silencio, sin reacción. – ¿Dónde? -Preguntó, entonces-, sé dónde encontrar al agente Cisco. Nos vemos en diez. Se secó el pelo con la toalla, y en vez de la bonita camiseta que ella había planeado usar -amarillo pálida con pequeños volantes en el dobladillo, muy diferente de las camisetas sencillas blancas u oscuras que prefería para el trabajo- Cass se pasó una azul marino por la cabeza. Sacó un par de jeans del vestidor y se calzó sus zapatillas deportivas, a continuación, levantó su bolso, verificó su pistola, su pistolera, y su cámara, y bajó los peldaños de dos en dos. – Pensé que ibas a ponerte algo más mono… -Lucy notó el comportamiento de Cass y se detuvo-. No me digas… – En Hasboro. Esperaré a Cisco en el coche. -Agarró unas cuantas botellas de agua del refrigerador y algunas barras de cereal de la alacena. – Cass, come algo. Mira, la cena está lista… – No puedo, Luce. Lo siento, pero no puedo comer y luego ir allí y ver… – Oh, Dios mío, por supuesto que no. No sé lo que estaba pensando. Prepararé unos platos para ti y Rick, tráelo contigo cuando… bien, cuando hayas terminado. Cass miró por la ventana a tiempo de ver el coche de Rick detenerse al frente. – Hasta luego. -Cass salió por la puerta delantera. Rick acaba de abrir la puerta y ponía un pie en la acera cuando Cass llegó corriendo al camino de entrada. – Acabo de recibir una llamada del Jefe Denver, -le dijo cuando llegó hasta él. – ¿Dónde esta vez? – Hasboro. Dos ciudades al Sur. – Entra, -le dijo mientras se subía de nuevo al coche y cerraba de golpe la puerta. Ella abrió la puerta del lado del pasajero sólo lo suficiente para entrar. Le entregó una barra de granola cuando salía de la calzada y se ponía en camino. – Lucy dice que nos guardará la cena. Esto tendrá que servir por ahora. Él miró desde las sombras como el coche arrancaba y tomaba la esquina sobre dos ruedas. Si apoyaba la espalda contra la esquina de la casa de al lado, -gracias a Dios, ésta aún no se había alquilado para el verano- podía ver la cocina pero no ser visto. Eso era bueno. Quería mirarla un rato. Ella pasó por la ventana de la cocina varias veces y se preguntó de qué tarea común estaría ocupándose. No que le importara. Muy pronto, nada más importaría. Ellos estarían juntos -finalmente, juntos- y esta vez iba a hacerlo bien. Tenía que hacerlo. Había esperado tanto tiempo… Deslizó la mano en su bolsillo y manoseó la llave del cuarto de la bonita pensión en Cape May, en la que había hecho las reservaciones para ellos. Pasarían allí unos maravillosos días juntos. Ya había hecho reservas en uno de esos viajes oceánicos en barco para mañana, para que pudiera mirar sus amadas aves marinas en su hábitat natural. Había comprado unos nuevos binoculares… un par muy especial que tenía una cámara incorporada, por lo que podría tomar todas las fotos que quisiera. Luego, después de unos días, se marcharían a Outer Banks, donde había alquilado una casa para el resto del verano. Suspiró. Este sería el mejor verano de su vida. Definitivamente lo sabía. Todo lo que había pasado por llegar hasta este momento, lo había valido todo. Pensó en todas las que habían intentado, a lo largo de los años, engañarlo, todas las que habían pretendido ser ella. Bueno, él les había enseñado una lección, ¿no? Ella pasó por delante de la ventana de nuevo. Oh, pero ésta… ésta. Era la única… |
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