"Verdad Fria" - читать интересную книгу автора (Stewart Mariah)10– Hola, pensé que no ibas a trabajar en todo el día. Lucy, que estaba sentada en el escalón superior del porche delantero, pintándose las uñas de los pies de un rojo profundo, llamó a Cass incluso antes de que cerrara la puerta del coche detrás de ella. – Estuve ocupada. – Espero que fuera guapo. -Lucy plantó un pie y meneó sus dedos-. ¿Qué piensas? ¿Es demasiado oscuro? ¿Se vería mejor ver si estuviera más bronceada? – Se ve muy bien, -dijo Cass sin mirar. El color de las uñas de los pies de su prima era la última cosa en su mente. – Era así, ¿cierto? – ¿Quién era qué? – ¿Era guapo? -Lucy sonrió abiertamente-. Ibas a reunirte con el tipo del FBI esta mañana, ¿verdad? Cass se detuvo camino a las escaleras. – En realidad, lo era, supongo. – ¿Supones? -Lucy se rió en voz alta. – Sí, creo que estaba bien. – ¿Qué aspecto tiene? ¿Alto, moreno, y guapo? – Eso encaja. -Rodeó a Lucy y se dirigió a la casa. – Oye, ¡vuelve aquí! -Lucy se levantó con torpeza y siguió a Cass al interior, pisando con los talones para evitar que se le corriera el esmalte-. Puedes hacerlo mejor. ¿Cuál es su nombre? ¿Fue simpático? – Lucy, no se trató de una cita a ciegas. Él es del FBI. Sólo está aquí para echarnos una mano con estos asesinatos. Lucy tiró dos sillas de debajo de la mesa de la cocina, se sentó en una, y apoyó sus pies en la otra. – Pero debes tener una opinión de él. Pasaste todo el día en su compañía. – Bueno, mi opinión es que es muy inteligente, muy profesional. No era lo que esperaba en absoluto. -Cass rebuscó en el refrigerador, que estaba cerca de su capacidad, gracias a los viajes de Lucy al mercado local. Sacó un trozo de queso cheddar y lo dejó en el mostrador mientras buscaba un cuchillo. – Compré una máquina de cortar queso, -Lucy le dijo-. Está en el cajón con los cubiertos. – ¿Esto? -Cass levantó un rebanador y Lucy asintió. – Hay galletas en el armario junto a los cereales, pero no comas demasiado. Compré cangrejos para la cena. -Lucy sacudió la botella de esmalte de uñas, luego la abrió y comenzó a pintar las uñas en su mano izquierda para que combinara con las de los pies-. Fue por mí porque no tuve noticias de los niños esta mañana. Se supone que llaman los sábados, ¿correcto? Me imaginé que quizá llamaron a casa y hablaron con su papá y él probablemente no les recordó que me llamaran a mi teléfono celular, así que fui a comprar comida y me detuve en el Cangrejo Shack, pensando que podríamos atiborrarnos más tarde. Bueno, yo estaba allí, en la fila, esperando para ordenar nuestros cangrejos para cocinar, ¿y no suena mi teléfono celular? Lucy se detuvo para sonreír. – Y eran mis hijos, ambos. Ellos llamaron a casa, y habían olvidado mi número, así que David se los dio y les dijo que cargaran la llamada al teléfono de la casa -debo darle las gracias, supongo- por lo tanto pude hablar con ambos chicos. Yo casi lloraba, estaba tan feliz de escucharlos. – ¿Qué están haciendo? – Disfrutando el momento de su vida, y ninguna lesión hasta el momento. -Ella golpeó el gabinete de madera-. Ellos quieren quedarse para una clase extra. Uno pensaría que dos semanas de fútbol, dos semanas de lacrosse sería suficiente, pero nooooo. Ellos quieren dos semanas de hockey sobre hielo también. – ¿Qué les dijiste? – Que lo hablaran con su padre. Supongo que los prefiero en el campamento divirtiéndose que esquivando las balas entre David y yo. -Lucy parecía como si estuviera a punto de llorar-. Cuanto más tiempo permanezcan en el campamento, puedo poner más distancia entre David y yo. Tengo más tiempo para pensar en lo que quiero hacer, dónde quiero ir… Miró por la ventana durante un tiempo. – De todos modos, es tan bueno escuchar sus voces. Los echo de menos cada día. Nunca han estado lejos de mí por más de un fin de semana largo. – ¿Tienen once este año? Lucy asintió. – Creo que son lo bastante grandes. – ¿Bastante grandes para qué? – Lo bastante grandes para estar un par de semanas sin ver a su mamá. – Oh, vamos. -Lucy se rió-. Iré a verlos el próximo fin de semana. No puedo esperar. Sé que ni siquiera ha pasado una semana, pero los extraño. Los padres pueden ir de visita después de la segunda semana, así que iré el sábado por un rato. Eres bienvenida a venir conmigo si lo deseas. – Veremos. Por mucho que me gustaría ver a Kevin y Kyle una vez más, no puedo comprometerme a nada. Con la investigación y todo. – Entiendo. -Lucy se mordió el interior de su labio-. Creo que tengo que averiguar cuando David va a estar allí. Así, puedo ir a una hora diferente. – ¿Los muchachos no pensaran que eso es extraño? ¿Que no vayan juntos? – Simplemente les diré que he llegado desde la playa, lo que sería la pura verdad. -Ella ondeó una mano a Cass-. Ahora, sigue. Estabas hablando de… ¿cuál es su nombre? ¿El tipo del FBI? – Rick Cisco. – ¿Cisco? ¿Cómo [8]Cisco Kid? – No me puedo imaginar a nadie llamándolo así y vivir para contarlo, -Cass reflexionó-. Pero sí, como Cisco Kid. – Así que me decías que no era lo que habías esperado. – Nunca he trabajado directamente con el FBI antes, pero por todo lo que he oído, es un dolor en el culo tratar con ellos. Porque, una vez que entran en una investigación, tomar el mando. Les gusta estar a cargo. A su manera o fuera. Y una vez que el caso ha sido resuelto, se llevan el crédito. Si el caso va mal, le echan la culpa a los lugareños. – ¿Piensas que esa es la manera en que ese tipo, Cisco, va a hacerlo? – Bueno, veremos. Él dice que trabajaremos juntos, en igualdad de condiciones. No va a hacerse cargo del caso, no va a reclamar el crédito una vez que capturemos a ese tipo, bla, bla, bla. El jurado todavía está deliberando. -Hizo una pausa para reflexionar-. Y fue inflexible en que capturaríamos a este tipo. – Bueno, eso es algo bueno, ¿no? Quieres trabajar con alguien que tiene ese tipo de confianza, ¿cierto? Cass asintió. – Quiero tanto capturar a ese cabrón. Y pronto. Ha pasado más de una semana. -Ella sacudió su cabeza-. Cada día que está suelto, alguna otra pobre mujer está en peligro. – ¿Crees que Cisco Kid puede cambiar las cosas? – Él es otro par de manos expertas. Eso por si solo hace una diferencia. -Cass cortó una delgada rodaja de queso-. ¿Quieres una? – No, gracias. No en este momento. -Lucy se dobló cerca de la mesa mientras se aplicaba el esmalte de uñas-. Entonces, ¿qué hiciste con él hoy? – Le di una copia de cada uno de los archivos de las víctimas. Lo llevé a las cuatro escenas de los crímenes. -Cass volvió al refrigerador por una cerveza-. La última. ¿Quieres la mitad? – En realidad, me encantaría la mitad. Gracias. Cass sacó dos vasos de la alacena y dividió la cerveza por igual entre ellas. Puso uno sobre la mesa delante de Lucy, que seguía absorta pintándose las uñas, y dio un sorbo pensativo del otro. – Quiso atravesar el refugio de aves, -dijo. – ¿Por qué? – Sólo quería ver qué había allí, detrás de la valla, ya que nuestra última víctima fue encontrada justo allí, en la Bahía Lane. – No he estado allí en… -Lucy trató de recordar-. Ni siquiera sé cuánto tiempo ha pasado desde que estuve allí. Tal vez no desde que era niña. – Yo no había entrado en años. – ¿Recuerdas cuando tu madre solía llevarnos? – Sí. -Cass tomó otro sorbo, después dijo suavemente-, pusieron un monumento conmemorativo, cerca de uno de las miradores. Una placa con su nombre. – Eso es muy bonito, Cass. -Lucy puso el pincel en el frasco de esmalte-. ¿No lo habías visto antes? Cass sacudió su cabeza. – Recuerdo que alguien me envió una carta hace algunos años, diciéndome que iban a dedicarle algo, pero creo que todavía estaba en la universidad en ese momento y lo olvidé por completo. – Me gustaría verlo. ¿Podemos ir? – Estaré encantada de llevarte mañana, -le dijo-, pero ahora mismo, estoy tan cansada, que sólo quiero dormir. Espero que no te importe. – No. No, para nada. – ¿No hay fiestas que no te puedas perder esta noche? – En realidad, alguien en el picnic en la playa mencionó algo acerca de una fiesta esta noche, pero ya que fuiste tan comprensiva, saliendo conmigo ayer por la noche cuando estaban tan echa polvo, ni siquiera iba a mencionarlo. – Puedes ir sola, lo sabes. Ciertamente no me necesitas para acompañarte. – Sinceramente no estoy lista para a ir a algún lugar sola. -Lucy levantó una mano, contra el argumento de que ella sabía sería inmediato-. No lo digas. Sé cuántos años tengo. Sé todo eso. Es sólo qué, después de tantos años de estar casada, no estoy acostumbrada a ir sola, no a reuniones sociales, de todos modos. Yo sé eso debe parecerte tonto, pero tú siempre has sido tan independiente, Cass, nunca has necesitado apoyarte en nadie. Si alguna vez tuve una auténtica confianza en mí misma, debo haberla perdido en alguna parte a lo largo del camino. Creo que necesito trabajar en mi nueva vida poco a poco. -Apretó la tapa del esmalte y lo dejó a un lado, luego recogió su vaso y bebió-. Además, no me importa salir contigo. Me gusta tu compañía. – Gracias, Luce. – ¿Por qué no tomas una siesta, y yo iré corriendo y recogeré un DVD o dos, y podemos tener cerveza y palomitas de maíz y películas esta noche? – ¿Cerveza y pretzels? -Cass preguntó. – Claro. – Eso sería genial. Gracias. -Cass se levantó y se encaminó hacia las escaleras-. Y no hay nada que desee más en este momento que una siesta. Apenas puedo mantener mis ojos abiertos. – Hazlo. Iré ahora. ¿Puedes pensar en cualquier otra cosa que pudieras querer? – Ahora mismo no puedo pensar, y punto. Pero, gracias. -Cass estaba casi en lo alto-. Nada que un poco de sueño no cure… Él estaba en la tienda de vídeo, jugando al tío agradable con sus sobrinos, cuando ella entró por la puerta. Incluso el aire a su alrededor pareció cambiar, pareció cargarse con algo vivo y vital. Ella era hermosa. Su cuerpo, su cara. Su largo cabello oscuro. – ¿Podemos llevar éste? ¿Podemos? -Su sobrino de cinco años tiró de su manga. – Claro. -Consintió sin apartar los ojos de ella-. Lleva lo que quieras. – ¿Puedo coger una gran caja de [9]Raisinets? – Claro. – ¿Puedo llevar una, también? -El mayor de los dos chicos preguntó. – Seguro. Lo que te apetezca. Vayan. Esperaré aquí. Él la observó moverse por las pilas de películas, y sin pensar, la siguió como si se sintiera atraído por una fuerza invisible. Cuanto más se acercaba, más perfecta parecía ser. Caminó hacia ella, luego se situó atrás. Ella miró hacia arriba cuando él la rozó. – Lo siento, -dijo-. Estos pasillos estrechos… Ella sonrió y se apartó para permitirle pasar. Él miró la película en sus manos. «Cambio de Hábito». – Esa es divertida, -dijo, sonriendo de la forma más cálida, más casual-. A mis sobrinos les gustó mucho. – Whoopi Goldberg y algunas monjas cantando. -Ella sonrió de nuevo-. ¿A quién no? – Hey, ya estamos listos para irnos. Uno de los pequeños cabrones se encontraba en su codo. El otro apareció justo detrás de él. – ¿Podemos irnos a casa ahora? – Seguro, muchachos. -Trató de sonreírles afectuosamente, no estaba seguro de haberlo logrado mucho, pero ella no pareció advertirlo. Ya se había movido-. Seguro… Lo arrastraron al mostrador de los dulces, y apenas prestó atención a lo que estaba pagando. No que le preocupara. Quería esperar cerca para ver a donde iría desde allí, pero no pudo demorar las cosas el tiempo suficiente. Los muchachos ya estaban saliendo por la puerta, y él debía estar justo detrás de ellos. ¿Qué pasaría si eran secuestrados? ¿Cómo se lo explicaría a su hermano y a su estúpida cuñada? Aunque si los chicos fueran sus hijos, podría considerar la posibilidad del secuestro un favor. Pequeños mocosos aburridos. Exigentes. Molestos. Él los siguió en el estacionamiento, y luego condujo a casa por el camino largo. Finalmente lo llevó a Brighton. Frenó cuando pasó por la casa donde sabía que ella se alojaba. Había un coche en el sendero, el coche que ella había conducido anoche. Se estaba preguntando cómo había conseguido llegar tan rápidamente, cuando otro coche lo adelantó. Ese, además, redujo la marcha cuando se acercó al bungalow. Él aceleró un poco y miró en el espejo lateral cuando salió del coche. – ¡Oye, ahí viene un coche! -Su sobrino gritó desde el asiento trasero. Él viró bruscamente para evitarlo. – ¿No lo viste? – Claro que lo vi. Tuve tiempo de sobra. -Sus ojos se mantuvieron en el espejo. Ella estaba fuera del coche ahora, cruzando la acera con sus largas piernas desnudas. Él se acercó al lado de la calzada, permitiendo que unos cuantos coches inconvenientes lo pasaran en la estrella calle. – Eso es lo que hace papá. Él para y deja que la gente pase. Dice que es amable, -el de siete dijo. – Ahora estás siendo amable, también. Antes no fuiste amable, -el de cinco años le reprendió. Miró por el espejo hasta que ella entró en la casa. Sí. Ésta. Era simplemente una cuestión de cómo y cuándo. El cómo tomaría un poco de trabajo. Ella vivía con un policía… él sabía quien era ella, pero no iba a tratar con ella ahora, ni siquiera iba a pensar en ella ahora. No había espacio en su cabeza para pensamientos sobre ella. No cuando tenía una -sinceramente una- a la vista. Lo otro, ya no era importante, podría esperar. En cuanto al cuándo, no podía ser lo suficientemente pronto. Nunca lo bastante pronto. |
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