"Amigos nocturnos" - читать интересную книгу автора (Joyce Graham)22. El día de los regalosTras el desastroso día de Navidad tan solo quedaba un paquete sin abrir. Había aparecido bajo el árbol junto a todos los demás regalos empaquetados. Tenía un envoltorio inusual a rayas verdes y amarillas, y lo más señalado era que no se veían pliegues. Los regalos que Sam hacía a los demás, a pesar de todo su esfuerzo, siempre estaban mal envueltos, llenos de arrugas, eran desiguales en los extremos, y estaban atados con tanta cinta adhesiva que a menudo se necesitaban un par de tijeras para abrirlos. Pero el papel que envolvía aquel paquete, una caja rectangular, no mostraba señales de haber sido doblado o pegado. Estaba claro que era un regalo para Sam. Tenía su nombre sobre el papel pero cada letra estaba escrita con pequeñas cruces. Había algo en el paquete que le hizo sentirse inquieto de manera inmediata, de modo que lo llevó arriba y lo escondió bajo la cama. Entonces volvió para el ceremonial de abrir los regalos, que es cuando todo comenzó a ir mal. – ¿Qué ha hecho con ella? -preguntó Clive. Dibujaba sobre un trozo de cartulina con el nuevo espirógrafo de Terry, un juguetito que producía unas hermosas espirales sin necesidad de pensar. – La llevó un rato como si fuese una broma -contó Sam con abatimiento-, pero después de diez minutos dijo que le sudaba la cabeza. Estaban sentados en el suelo de la habitación de Terry. Charlie y Dot habían sido los más tolerantes de las tres parejas de padres en un día que hacía tanto frío que ni siquiera consideraron su habitual vagabundeo por las calles. Abajo Dot y Charlie veían una película en la televisión acompañados por Linda y su novio, Derek, que para asombro de todos, tenía veinte años, cuatro más que Linda. Dot y Charlie habían reconsiderado su enfado inicial y decidido que era mejor darle la bienvenida a Derek, y así poder mantenerlo a la vista, en lugar de que estuvieran por ahí en el coche, aparcados en callejones oscuros de noche. Clive y Sam le echaron un buen vistazo a Derek cuando entraron. Era un tipo alto, cargado de espaldas, con patillas largas, una gran nariz y que vestía ropas ligeramente extravagantes. Se definía a sí mismo como mod. Charlie prefería el término «dandy». Más tarde, cuando comentaron que no entendían qué veía Linda en él, fue Terry quien dijo que después de todo «tenía un Mini». Abajo, Derek parecía un poco incómodo cogiéndole la mano a Linda, mientras veía la tele con los tobillos cruzados y sus pantalones bajos, y con un gorro de papel de un paquete sorpresa. – Así que por Navidad -dijo Clive-, ¿le compraste a tu padre una peluca de plástico de los Beatles? – Es verdad, hacen que te sude la cabeza -dijo Terry-. Me he probado una. – La verdad es… -comenzó Sam. – ¿Y a tu madre un bigote de pega? Vaya. – No sé cómo llegaron a mezclarse. – Pero -intervino Terry- ¿con qué otros regalos se mezclaron? – ¿Qué? – Si crees que se mezclaron, se deben de haber mezclado con cosas que eran para otros. – No -dijo Sam, infeliz-. Nada de aquello lo había comprado yo. Recuerdo que compré aceite de baño para mi madre y unos calcetines para mi padre. Después alguien los cambió por una peluca de los Beatles y un bigote de pega. – ¿Tiene bigote tu madre? -dijo Clive. – Que te jodan. – Que te jodan a ti. – Y ¿quién los cambió? -preguntó Terry. Sam no podía quitarse la imagen de la cara de su madre. Connie había desempaquetado el bigote de pega y había mirado a su hijo con tal mezcla de desconcierto y decepción, queriendo reír pero conteniendo sus instintos con una sensible consternación, que aquella expresión se grabaría en su mente por el resto de sus días. Nev también se había quedado sin habla al ver el regalo pero había intentado salvar la situación apretando la pequeña peluca de plástico contra su cabeza y entonando de manera errónea la letra de Love, l Nadie podía adivinar cuánto podía durar aquello, pero el momento fue interrumpido con la llegada de la tía Madge y el tío Bill, de camino a la cena de Navidad con la familia de su hija. Justo cuando se levantaron para marcharse, Madge, que había cumplido sesenta y ocho años y no estaba muy ágil, le dio las gracias a Sam por el regalo tan considerado que había abierto aquella mañana. – ¿Qué era? -preguntó Connie deliberadamente. Madge dijo que aunque nunca había tocado la guitarra, y de hecho no tenía guitarra, siempre había una primer vez para todo, y el libro seguro que sería algún día de utilidad. – ¿Cómo se llama? -Madge a menudo necesitaba la ayuda de Bill para recordar ciertas cosas. – Bert Weedom te enseña a tocar la guitarra en un día-recordó Bill con precisión. Bill, que había sido abatido en la guerra cuando era piloto de la raf, también le dio las gracias a Sam por su regalo de Navidad. – La pañoleta y la insignia de los exploradores. Los colores de la Treinta y nueve de Coventry si no me equivoco. Dijo esto sin pestañear y sin signos en su voz de que estuviera emitiendo un juicio. Antes de la visita, se descubrió, Bill y Madge habían visitado a la tía Bettie y al tío Harold, con quienes Sam había intercambiado regalos en Nochebuena. El tío Harold, que era calvo, había recibido una redecilla de pelo de Sam. Bettie, un silbato silencioso para perros. Este último coincidieron todos en que habría sido un regalo muy útil pero que había un solo problema: no tenían perro. Al marcharse, el tío Bill apartó a Sam y en secreto le puso la pañoleta en la mano. – Soy un poco viejo para los exploradores, Sam, pero muchas gracias de todos modos -susurró. Desconcertado, Sam miró la pañoleta que tenía en la mano y se la metió muy rápido en el bolsillo. Después de que Bill y Madge se fueran, Connie y Nev se quedaron mirando fijamente a su hijo, cuyo único recurso fue devolverles la mirada hasta que Nev se quitó la peluca de plástico a lo Beatle. – Me pica la cabeza con esto -dijo-. Continuemos con la cena. Sam se fue a la planta de arriba para inspeccionar la pañoleta. A diferencia de la suya propia, que estaba abandonada en un cajón del armario, primorosamente lavada y planchada por Connie, esta estaba sucia y sudada. La impresión dorada sobre la insignia de cuero estaba medio borrada por el uso. Era, sin duda, la pañoleta de Tooley. Tenía su olor. Era una advertencia de la duende. Un recordatorio. Se llevó la pañoleta fuera. Mientras Nev trinchaba el pavo y Connie preparaba la salsa, impregnó la pañoleta con parafina y la quemó en el jardín. Después echó los restos de la pañoleta chamuscada al cubo de la basura. Sam tuvo más suerte con los regalos de Navidad que recibió. Entre otras cosas, Connie y Nev le había comprado un telescopio de tamaño considerable que montó en su dormitorio, inclinado hacia Marte. Terry, por su lado, consiguió unas nuevas botas de fútbol y un equipo completo del Coventry City fc, cuya camiseta llevaba en aquel momento. A Clive le regalaron un juego de química tan grande que tuvo que tuvieron que instalarlo en el cobertizo exterior, al que Eric ahora llamaba «La caja apestosa». Clive aún estaba bastante crecido después de su refriega con el gran maestro ruso, con el que había estado a punto de forzar tablas. El gran maestro, que había eliminado simultáneamente a casi todos los jugadores en la primera media hora yendo a toda velocidad de mesa en mesa y moviendo las piezas casi sin pensar, le había dado la enhorabuena a Clive además de un consejo. – Me dijo -contó Clive a los otros dos-: «No subestimes a tus oponentes, pero tampoco los sobrestimes.» – ¿Qué quería decir? -preguntó Terry. – Significa -dijo Sam- que Clive intenta ser más listo de lo que es. Clive dejó de jugar con el espirógrafo. – ¿Vas a ver a esa puta en vacaciones? – ¿Qué? -dijo Sam. – Esa puta. ¿La vas a ver? – ¿Te refieres a Alice? – Así se llama esa puta, ¿no? – No es una puta. – No está mal del todo -intervino Terry-. A mí desde luego no me importaría en absoluto. – No la he visto. No ha estado por aquí. – Es una puta -dijo de nuevo Clive de manera grosera-. Una zorra. – No lo es -repitió Sam. – Una guarra. Una bruja. Un callo. – ¡Déjalo ya! – ¿Por qué? – ¡Que lo dejes! – Vamos -dijo Terry viendo que las cosas iban por mal camino-. Vamos abajo a fastidiar a Derek. |
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