"La Rana Viajera" - читать интересную книгу автора (Camba_Julio)



Las gentes que, en hace cosa de tres meses, desconocнan a Julio Antonio
y que, hace cosa de un mes, le adoraban frenйticamente, van ahora a
contemplar sus bustos de la raza como irнan a ver la obra de un clбsico.
ЎPobre Julio Antonio! їQuй es lo que se estuvo esperando tanto tiempo
para hacer su consagraciуn? їUna obra definitiva?... Yo tengo la
sensaciуn de que se estuvo esperando mбs bien al dictamen mйdico. Aсos
atrбs, Julio Antonio habнa hecho cosas tan buenas como la estatua
yacente, o tal vez mejores; pero, entonces, el artista no estaba aъn
completamente desahuciado. Con un poco de dinero hubiera podido, quizбs,
reponerse del todo y, un genio en buena salud, es siempre cosa
peligrosa. їQuй dirнan los viejos escultores, cuyas manos se han
encallecido modelando levitas de barro, guerreras, fajines, gabanes de
pieles y otras prendas mбs o menos suntuarias? Y no hablemos de la
juventud. El caso de un muchacho que no sigue los cбnones oficiales, ni
adula a los ministros y que triunfa por sus propios mйritos, tiene,
forzosamente, que constituir para ella un ejemplo desmoralizador...

Llegу, sin embargo, para Julio Antonio el dнa del йxito, y fue un йxito
como no se recuerda otro. Las marquesas se mezclaban con las niсeras y
las criadas de servir, haciendo cola a la intemperie, durante horas y
horas, para ver aquella obra, de la que se contaban tantas maravillas.
Fue el Rey, fueron los ministros, fueron los acadйmicos, fueron los
obispos y los generales.

Los periуdicos por aquellos dнas hablaban de Julio Antonio con tanta
extensiуn como si se tratara del propio Belmonte. Todo eran plбcemes,
sonrisas, invitaciones, encargos... Yo, en el caso de Julio Antonio, me
hubiese alarmado sobremanera.

--їTan malo estoy?--me hubiese dicho.

Y Julio Antonio, que realmente estaba muy malo, se muriу. Probablemente
hubiese podido tirar todavнa una temporada; pero, yo no sй si por
amabilidad o por buen gusto, se muriу en plena apoteosis. ЎHizo bien! De
no morirse, le habrнan nombrado acadйmico. Le habrнan obligado a hacer
estatuas de filбntropos repugnantes, de generales a caballo, de
polнticos de levita. Hubiera tenido que modelar, con todo su parecido
vulgar y ramplуn, la cara del hijo ilustre de cada ciudad, que,
generalmente, es el cacique de la misma. Hubiese tenido que cambiar su
amplio chambergo por una chistera, y su vida bohemia por una vida seria
y respetable, y su arte libre por el arte oficial. Hizo bien en morirse,
y, ademбs, Ўhacнa ya tanto tiempo que no se morнa aquн nadie
romбnticamente!...

Pero, a los que vienen detrбs, yo no les aconsejarнa que siguiesen el
mismo procedimiento.

Se le organizу un banquete al que solo yo me neguй a ir. «No