"Ampliación del campo De batalla" - читать интересную книгу автора (Houellebecq Michel)7CATHERINE, PEQUEÑA CATHERINE NEIL YOUNG La recepcionista del Ministerio de Agricultura sigue llevando una minifalda de cuero; pero esta vez no la necesito para dar con el despacho 6017. Desde el principio, Catherine Lechardoy confirma todas mis aprensiones. Tiene veinticinco años, un master en informática, los dientes delanteros estropeados; una agresividad sorprendente: “¡Esperemos que su programa funciones! Si es como el último que les compramos… una verdadera porquería. Pero, evidentemente, no soy yo quien decide lo que se compra. Yo soy chica para todo, estoy aquí para arreglar las tonterías de los demás…”, etc. Le explico que tampoco soy yo quien decide que se vende. Ni lo que se fabrica. De hecho, no decido nada de nada. Ninguno de los dos decidimos lo mas mínimo. Solo he venido para ayudarla, darle ejemplares del manual de utilización, intentar poner a punto con ella un programa de formación… Pero nada de esto la calma. Ahora habla de metodología. Según ella, todo el mundo debería obedecer a una metodología rigurosa basada en la programación estructurada; y en lugar de eso viva la anarquía, los programas se escriben de cualquier manera, cada cual hace lo que le da la gana en su rincón sin preocuparse de los demás, no hay acuerdo, no hay proyecto general, no hay armonía, París es una ciudad atroz, la gente no se reúne, ni siquiera se interesan por el trabajo, todo es superficial, todo el mundo se va a casa a las seis haya terminado o no lo que tenia que hacer, a todo el mundo le importo todo tres leches. Me propone que vayamos a tomar un café. Evidentemente, acepto. Es de maquina. No tengo monedas, ella me da dos francos. El café esta asqueroso, pero eso no le corta el aliento. En París, uno puede reventar en plena calle, a todo el mundo le da igual. En su tierra, en el Verán, no pasa eso. Todos los fines de semana vuelve a su casa, en el Verán. Y por la noche sigue unos cursos en la Escuela de Formación Continua, para mejorar su situación. En tres años podría conseguir el titulo de ingeniero. Ingeniero. Yo soy ingeniero. Tengo que decir algo. Con voz ligeramente ronca, pregunto: – ¿Cursos de que? – Cursos de control de gestión, de análisis factorial, de algoritmos, de contabilidad financiera. – Debe de ser mucho trabajo -observo con un tono un poco vago. Si, es mucho trabajo, pero a ella no le da miedo el trabajo. Se queda a menudo hasta medianoche en su estudio, para hacer los deberes. De todas formas, en la vida hay que luchar para conseguir algo, siempre lo ha creído. Subimos la escalera hacia su despacho. “Bueno, lucha, pequeña Catherine…”, me digo con melancolía. La verdad es que no es nada bonita. Además de los dientes estropeados tiene el pelo sin brillo y unos ojos menudos que chispean de rabia. Ni pecho ni nalgas perceptibles. La verdad es que Dios no ha sido amable con ella. Creo que nos vamos a entender muy bien. Ella parece decidida a organizarlo todo, a dirigirlo todo, y yo solo voy a tener que desplazarme y dar las clases. Eso me viene al pelo; no tengo ningunas ganas de contradecirla. No creo que vaya a enamorarse de mí; tengo la impresión de que ni le pasa por la cabeza intentar algo con un tío. A eso de las once, un nuevo personaje irrumpe en el despacho. Se llama Patrick Leroy y, aparentemente, comparte el despacho con Catherine. Camisa hawaiana, vaqueros pegados al culo y un manojo de llaves colgando de la cintura que hace ruido cuando anda. Esta un poco molida, nos dice. Ha pasado la noche en un club de jazz con un colega, han conseguido “levantarse a dos tías”. En fin, que está contento. Se pasa el resto de la mañana hablando por teléfono. Habla muy alto. Durante la tercera llamada telefónica, aborda un asunto en si bastante triste: una amiga suya y de la chica a la que llama se ha matado en un accidente de trafico. Circunstancia agravante, el coche lo conducía un tercer colega, a quien el llama “el Fred” Y el Fred ha salido ileso. Todo esto, en teoría, es mas bien deprimente pero el consigue evitar este aspecto del asunto gracias a una especie de vulgaridad cínica, los pies sobre la mesa y el lenguaje enrollado: “Era supersimpática, Natalie… un verdadero cañón, además. Todo es una mierda, oye… ¿Tu has ido al entierro? A mi me dan un poco de miedo los entierros. Y para lo que sirven… Mira, me decía, a lo mejor para los viejos, si acaso. ¿Ha ido el Fred? Pero que morro tiene el muy cabrón.” Siento un alivio enorme cuando llega la hora de la comida. Por la tarde tenia que ver al jefe de sección de Estudios Informáticos. La verdad es que no se por que. Yo, en todo caso, no tenía nada que decirle. Esperé durante una hora y media en un despacho vació, un poco oscuro. La verdad es que no tenía ganas de encender la luz, en parte por miedo a delatar mi presencia. Antes de instalarme en ese despacho, me habían entregado un voluminoso informe titulado “Esquema directriz del plan informático del Ministerio de Agricultura”. Tampoco veo por que. Este documento no me concernía en lo mas mínimo. El tema era, si doy crédito a la introducción, un “ Así que volví a mi casa. ¡Y a mi que, mientras me paguen! En la estación de Sevres-Babylone ví una extraña pintada: “Dios quiso desigualdades, no injusticias”, decía la inscripción. Me pregunte quien seria esa persona tan bien informada de los designios de Dios. |
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