"Tala" - читать интересную книгу автора (Mistral Gabriela)NOCTURNO DE LOS TEJEDORES VIEJOSSe acabaron los días divinos de la danza delante del mar, y pasaron las siestas del viento con aroma de polen y sal, y las otras en trigos dormidas con nidal de paloma torcaz. Tan lejanos se encuentran los años de los panes de harina candela disfrutados en mesa de pino, que negamos, mejor, su verdad, y decimos que siempre estuvieron nuestras vidas lo mismo que están, y vendernos la blanca memoria que dejamos tendida al umbral. Han llegado los días ceñidos como el puño de Salmanazar. Llueve tanta ceniza nutrida que la carne es su propio sayal. Retiraron los mazos de lino y se escarda, sin nunca acabar, un esparto que no es de los valles porque es hebra de hilado metal. Nos callamos las horas y el día sin querer la faena nombrar, cual se callan remeros muy pálidos los tifones, y el boga, el caimán, porque el nombre no nutra al destino, y sin nombre, se pueda matar. Pero cuando la frente enderézase de la prueba que no han de apurar, al mirarnos, los ojos se truecan la palabra en el iris leal, y bajamos los ojos de nuevo, como el jarro al brocal contumaz, desolados de haber aprendido con el nombre la cifra letal. Los precitos contemplan la llama que hace dalias y fucsias girar; los forzados, como una cometa, bajan y alzan su "nunca jamás". Mas nosotros tan sólo tenemos, para juego de nuestro mirar, grecas lentas que dan nuestras manos, golondrinas -al muro de cal, remos negros que siempre jadean y que nunca rematan el mar. Prodigiosas las dulces espaldas que se olvidan de se enderezar, que obedientes cargaron los linos y obedientes la leña mortal, porque nunca han sabido de dónde fueron hechas y a qué volverán. ¡Pobre cuerpo que todo ha aprendido de sus padres José e Isaac, y fantásticas manos leales, las que tejen sin ver ni contar, ni medir paño y paño cumplido, preguntando si basta o si es más! Levantando la blanca cabeza ensayamos tal vez preguntar de qué ofensa callada ofendimos a un demiurgo al que se ha de aplacar, como leños de holgura que odiasen el arder, sin saberse apagar. Humildad de tejer esta túnica para un dorso sin nombre ni faz, y dolor el que escucha en la noche toda carne de Cristo arribar, recibir el telar que es de piedra y la Casa que es de eternidad. |
||
|