"Ecue-Yamba-O" - читать интересную книгу автора (Carpentier Alejo)3 Natividad Aquella mañana Salomé trabajaba rudamente. Sus gruesas manos arremolinaban la espuma de la batea, amasando paños con ruido de mascar melcocha. – ¡Demonio! ¡Lo que es laval guayaberas embarrás de tierra colorá! De cuando en cuando un mocoso prorrumpía en sollozos dentro del bohío. – ¡Barbarita, sinbelgüenza; suet’ta a tu em’manito! Pero los chillidos volvían a oírse con una intermitencia monótona. Cerdos negros y huesudos gruñían melancólicamente en el batey, mordisqueando semillas secas y haciendo rodar viejas latas de leche condensada. Junto al platanal, una choza de guano cobijaba restos de tinajas rotas y una “pipa” de agua, hirviente de gusarapos, montada en Salomé se sentía nerviosa y adolorida. Ya se disponía a tender la ropa al sol, llevándola sobre su vientre abultado, cuando sintió unas punzadas que conocía de sobra. Era como si le ladraran en las entrañas. Algo comenzaba a desplazarse dentro de ella; algo que, buscando un nuevo equilibrio, promovía linfas, desgarres y resabios de la carne… Soltó el fardo y corrió hacia la cabaña. Se dejó caer sobre su cama de sacos, rodeada por el cloqueo de las gallinas que acudían en bandadas. – Barbarita, corre a buscal a Luisa y dile que venga enseguía, que voy a dal a lú… La rapaza echó a correr, haciendo sonar sordamente sus pies desnudos en el suelo de tierra apisonada. Cuando apareció la vieja Luisa, acompañada de su prole curiosa, Salomé restregaba con el borde de sus faldas un horrendo trozo de carne amoratada. Un nuevo cristiano enriquecía la ya generosa estirpe de los Cué. – ¡Ay, comadre! ¿Cómo no me mandó a llamal ante? ¡No había cuidado! Esta era materia harto repasada por Salomé. Lo que sí le pediría a la comadre era que alineara a lo largo de una cuerda, junto al almacigo, las ropas mojadas que había dejado abandonadas entre las hierbas. – Lo cochino, sinbelgüenza, deben haberla ensuciao toa con e’jocico. El quejido de una sirena lejana se abrió sobre las campiñas como un abanico. El turno de 12-6 comenzaba en el Central. – Comadre… Y póngame a sancochal las viandas. ¡Que orita vienen Usebio y Luí! Luego, las dos mujeres comenzaron a cuidar del rorro. La escena era presidida por un Sagrado Corazón de Jesús, pegado en un calendario de hacía diez años, que mostraba la divina herida descolorida por la luz. Un olor de leña quemada se desprendía de las paredes de yaguas resecas. Barbarita y Tití contemplaban silenciosamente a su madre, desde la puerta, alzando dedos llenos de saliva, como mudas interrogaciones. Una lagartija, fallando el salto a una mosca, fue a caer sobre el vientre de la criatura arrugada y húmeda. El recién nacido esbozó una queja. – ¡Cállate, Menegildo! En la entrada del batey se oyó el ladrido de Palomo Era el viejo Luí, que regresaba del caserío, con un mazo de cogollos atravesado en el pomo de la albarda. |
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