En memoria de Mary McEvoy Connelly Lavelle, que mantuvo a seis de nosotros a salvo del rabión.
Lo único que hicieron fue cambiar un monstruo por otro. En lugar de un dragón, ahora tienen una serpiente. Una serpiente gigante que duerme en el rabión y aguarda el momento oportuno para abrir sus fauces y devorar a alguien.John Kinsey, padre de un niño muerto en el rabión, Los Angeles Times, 21 de julio de 1956
Posiblemente sólo sé una cosa en este mundo. De una cosa estoy seguro. La verdad no te hace libre. No como lo he oído decir ni como lo he dicho yo en innumerables ocasiones, sentado en pequeñas salas de interrogatorios y calabozos, instando a hombres desastrados a confesarme sus pecados. Les mentí, les engañé. La verdad no te salva ni te devuelve la integridad. No te permite alzarte por encima de toda la carga de mentiras, de secretos y heridas en el corazón. Las verdades que he aprendido me sujetan como cadenas en una sala oscura, en un inframundo de fantasmas y víctimas que se deslizan en torno a mí como serpientes. Es un lugar donde la verdad no es algo que mirar o contemplar. Es el lugar donde acecha el mal. Donde te echa su aliento, cada aliento, en la boca y en la nariz hasta que ya no puedes escapar de él. Eso es lo que yo sé. La única cosa.
Lo sabía el día que acepté el caso que me llevaría al rabión. Sabía que la misión de mi vida siempre me conduce a lugares donde aguarda el mal, a los lugares donde la verdad que puedo encontrar es una realidad horrible y espantosa. Y aun así no lo dudo. Y aun así voy, sin estar preparado para el momento en que el mal saldrá de su guarida. Cuando me atrapará como una fiera y me arrastrará al agua negra.