"Sin noticias de Gurb" - читать интересную книгу автора (Mendoza Eduardo)NOTA DEL AUTORAunque tiene muchos elementos en común con Muchos años antes, en Nueva Cork, durante uno de esos largos períodos de sequía literaria que experimentamos todos los escritores, había empezado a escribir una obra de ciencia ficción en tono humorístico, sin propósito alguno, más por la necesidad de emborronar papel que por otra razón. No soy aficionado al género de la ciencia ficción; a decir verdad, lo detesto. En cambio me gustan las películas de la ciencia ficción (aunque suelen acabar, como las propias novelas, incurriendo en el esoterismo, el milenarismo y otras variantes de la frivolidad) y cuando me puse a escribir aquella fábula acababa de ver una cuyo argumento no había entendido, pero cuyas imágenes me habían producido una gran satisfacción. Supongo que fueron estas imágenes las que me impulsaron a imaginar aquella historieta, cuyo argumento, por lo demás es muy poco original, estaba más emparentado con las fábulas morales del siglo XVIII (por ejemplo con los viajes de Gulliver) que con las auténticas novelas de ciencia ficción: un viajero espacial, a su regreso de la Tierra, refería a sus amigos las cosas raras que había visto en el curso de sus viajes, ante el estupor de aquéllos, que durante la ausencia del viajero habían seguido desempeñando trabajos rutinarios y llevando una vida de lo más monótona y convencional. El impulso se agostó pronto y el relato quedó interrumpido en la página veinte, o poco más, que es, según tengo experimentado, donde quedan interrumpidos casi todos los relatos, para desmoralización de quien los había emprendido rebosante de entusiasmo. Ahora, comprometido a escribir una historia que pudiera fraccionarse en entregas y que tuviera una estructura suficientemente maleable, desempolvé aquella antigua fábula y le di la vuelta. Barcelona se encontraba entonces en una situación insólita: la inminencia de los Juegos Olímpicos había puesto la ciudad patas arriba, pero el talante de los ciudadanos, pese a todos los inconvenientes, era jovial y expectante. Y como siempre que algo altera la monotonía, la picaresca asomaba el hocico por todos los rincones. Acotado el escenario, decidido el personaje (una vez más, sin nombre) y trazado el embrión de una leve peripecia (buscar a su compañero, Gurb), di con una técnica narrativa que me había de facilitar enormemente la tarea: la división del tiempo narrativo en fracciones mínimas. A partir de ahí no tuve más que ir aprovechando lo que el azar me ponía delante de los ojos: una churrería próxima a mi casa me sugirió la desmedida afición del extraterrestre por los churros; las noticias que iban apareciendo en la prensa diaria, otras tantas situaciones o comentarios. De este modo cumplí con mi compromiso, pero no si sufrimiento: acabé escribiendo contrarreloj y las últimas entregas las fui enviando al periódico de hoja en hoja. Al final me sentí muy orgulloso de haber salido con bien del trance, pero apesadumbrado por haber tenido que escribir sin reflexión y que publicar sin revisión. Más tarde, cuando el relato apareció en forma de libro, introduje algunos cambios, muy pocos. La verdad es que cuando me propusieron reagrupar los distintos fragmentos del relato y publicarlo en forma de libro no mostré el menor interés. Desde el punto de vista personal, consideraba terminada la aventura, como me sucede siempre que acabo un libro, y desde el punto de vista comercial, no creía que nadie fuera a comprar un relato que había salido pocos meses antes en un periódico de gran tirada y que, por otra parte, trataba de cosas muy específicas de la vida local en un momento muy singular, irrepetible e intransferible. Naturalmente, me equivoqué. Visto ahora, después de transcurridos unos años desde su aparición, la razón del éxito es fácil de explicar, al menos en parte: es un libro breve y sumamente fácil de leer. Dudo que exista en toda la historia de la literatura reciente un libro más fácil de leer, por la sencilla razón de que está escrito en un lenguaje coloquial, su contenido es ligero y las partes que lo integran tienen una extensión de muy pocos renglones. También es un libro alegre, como lo fueron las circunstancias en que fue escrito: una primavera llena de promesas. A diferencia de lo que ocurre con los otros relatos de humor que he publicado ( EDUARDO MENDOZA |
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